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¿Rebeldes por naturaleza?

“El problema de ser padres es que, cuando llegamos a tener experiencia, estamos “desempleados”, es decir, ¡nuestros hijos ya crecieron!”

¿Rebeldes por naturaleza?

¿Rebeldes por naturaleza? Hubo un tiempo en que los hijos respetaban a sus padres, llenándoles de orgullo; por eso, era normal que las familias fuesen grandes – al contrario de lo que vemos en los días de hoy, donde la mayoría de los niños tiene apenas un hermano o hermana. Uno de los mayores motivos de ese cambio es el simple hecho de vivir una generación rebelde.

Actualmente, los padres tienen miedo de sus propios hijos, pues sus malas actitudes generan conflictos verbales e incluso físicos. Muchos hijos rebeldes demuestran más respeto hacia sus animales de compañía que a sus propios padres y, los consejos de extraños les atraen más que los consejos de sus propias madres. Para enfrentar ese problema tan profundo que es la rebeldía o la rebelión, debemos identificar en primer lugar sus raíces.  La rebelión fue el primer pecado en este mundo.  En realidad, empezó antes de la creación del hombre, delante de los ojos de Dios. Lúcifer, un ángel que estaba muy próximo a Dios, decidió dejar de honrar y glorificar al Creador. Quería ser semejante a Dios y, dirigido por la ambición de su corazón, se rebeló contra el Señor y arrastró muchos otros ángeles con él. Ése fue el principio de la maldad.  Dios no tuvo otra elección que no fuera la de expulsar a Lúcifer y a sus seguidores del cielo.  A fin de cuentas, si ellos permaneciesen en Su Reino, contaminarían a más ángeles.  Es exactamente eso lo que produce la rebelión:  la contaminación de los otros.

Al contrario de la opinión que tienen muchas personas, los hijos no son rebeldes por naturaleza.  Si miramos hacia atrás, te acordarás de lo fácil que era enseñar cosas nuevas a tus hijos y cómo ellos confiaban en ti plenamente.  Mientras tanto, a medida que crecían se fueron contaminando por las actitudes de los otros. Los pensamientos y las actitudes rebeldes impregnaron nuestros colegios, vecindarios, programas de televisión y canciones. Los niños quieren, a toda costa, aquel determinado video-juego, ver aquel programa de televisión, escuchar aquella determinada música, hacer amistades con aquel grupo de chicos… Y así, va generándose una contaminación total.

Muchas madres se culpan por no estar haciendo lo suficiente por sus hijos, pero eso no puede ser verdad. La mayoría de las veces, la madre hace lo mejor.  Su único defecto es no determinar los límites necesarios para evitar la contaminación.  Fíjate que Dios, en Su infinita sabiduría, nos enseña a través de Su Palabra que debemos apartarnos del mal. Permitir que tus hijos tengan todo lo que quieren y hagan todo lo que desean acabará por llevarlos al camino de la rebelión.  Ellos necesitan tener límites. El niño no tiene la menor noción de cómo determinar sus propios límites y no consigue prever lo malo; por eso, necesita de sus padres. Está claro que no podemos prohibirles hacer amigos o ver la televisión, pero, con seguridad, podemos examinar sus amistades y el tiempo que permanecen delante de la TV. Crear actividades interesantes para que los niños se ocupen después del colegio, también trae buenos resultados.

Una vez, alguien dijo: “El problema de ser padres es que, cuando llegamos a tener experiencia, estamos “desempleados”, es decir, ¡nuestros hijos ya crecieron!”  Por tanto, no vamos a perder más tiempo. Vamos a tomar el control de nuestros hijos para que “¡la rebelión nunca pueda echar raíces en nuestras familias!

Continuará… 
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