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Lea la Biblia en un año: 184º día

Lea la Biblia en un año: 184º día

Josué 5

Cuando todos los reyes amorreos al occidente del Jordán y todos los reyes cananeos que vivían a lo largo de la costa del mar Mediterráneo[a] oyeron cómo el Señor había secado el río Jordán para que el pueblo de Israel pudiera cruzar, se desanimaron y quedaron paralizados de miedo a causa de los israelitas.

Israel restablece las ceremonias del pacto

En esos días, el Señor le dijo a Josué: «Prepara cuchillos de piedra y circuncida a esta segunda generación de israelitas[b]». Así que Josué preparó cuchillos de piedra y circuncidó a toda la población masculina de Israel en Guibeá-haaralot.[c]

Josué tuvo que circuncidarlos, porque todos los hombres que tenían edad suficiente para ir a la guerra cuando salieron de Egipto habían muerto en el desierto. Todos los que salieron de Egipto habían sido circuncidados, pero no los que nacieron después del éxodo, durante los años en el desierto. Los israelitas anduvieron cuarenta años por el desierto hasta que murieron todos los hombres que salieron de Egipto y que tenían edad para ir a la guerra. Ellos habían desobedecido al Señor, por eso el Señor juró que no los dejaría entrar en la tierra que había prometido darnos, una tierra donde fluyen la leche y la miel. Entonces Josué circuncidó a los hijos de esos israelitas—los que habían crecido para tomar el lugar de sus padres—porque no habían sido circuncidados en el camino a la Tierra Prometida. Después de ser circuncidados, todos los varones descansaron en el campamento hasta que sanaron.

Luego el Señor le dijo a Josué: «Hoy he hecho que la vergüenza de su esclavitud en Egipto salga rodando como una piedra». Por eso, ese lugar se llama Gilgal[d] hasta el día de hoy.

10 Mientras los israelitas acampaban en Gilgal, sobre la llanura de Jericó, celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del primer mes.[e] 11 Justo al día siguiente, empezaron a comer pan sin levadura y grano tostado, cosechado de la tierra. 12 El maná dejó de caer el día que empezaron a comer de las cosechas de la tierra y nunca más se vio. Así que, desde ese momento, los israelitas comieron de las cosechas de Canaán.

El comandante del Señor frente a Josué

13 Cuando Josué estaba cerca de la ciudad de Jericó, miró hacia arriba y vio a un hombre parado frente a él con una espada en la mano. Josué se le acercó y le preguntó:

—¿Eres amigo o enemigo?

14 —Ninguno de los dos—contestó—. Soy el comandante del ejército del Señor.

Entonces Josué cayó rostro en tierra ante él con reverencia.

—Estoy a tus órdenes—dijo Josué—. ¿Qué quieres que haga tu siervo?

15 El comandante del ejército del Señor contestó:

—Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás parado es santo.

Y Josué hizo lo que se le indicó.

Salmos 132, 133 y 134

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

132 Señor, acuérdate de David
    y de todo lo que sufrió.
Le hizo una promesa solemne al Señor;
    le juró al Poderoso de Israel:[a]
«No iré a mi hogar
    ni me permitiré descansar;
no dejaré que mis ojos duerman
    ni cerraré los párpados adormecidos
hasta que encuentre un lugar donde construir una casa para el Señor,
    un santuario para el Poderoso de Israel».

Oímos que el arca estaba en Efrata;
    luego la encontramos en los campos distantes de Jaar.
Vayamos al santuario del Señor;
    adoremos al pie de su trono.
Levántate, oh Señor, y entra en tu lugar de descanso,
    junto con el arca, símbolo de tu poder.
Que tus sacerdotes se vistan de santidad;
    que tus leales servidores canten de alegría.
10 Por amor a tu siervo David,
    no rechaces al rey que has ungido.
11 El Señor le hizo un juramento a David
    con una promesa que nunca retirará:
«Pondré a uno de tus descendientes
    en tu trono.
12 Si tus descendientes obedecen las condiciones de mi pacto
    y las leyes que les enseño,
entonces tu linaje real
    continuará por siempre y para siempre».

13 Pues el Señor ha escogido a Jerusalén;[b]
    ha querido que sea su hogar.
14 «Este es mi lugar de descanso para siempre—dijo—;
    viviré aquí porque este es el hogar que he deseado.
15 Bendeciré a esta ciudad y la haré próspera;
    saciaré a sus pobres con alimento.
16 Vestiré a sus sacerdotes con santidad;
    sus fieles servidores cantarán de alegría.
17 Aquí aumentaré el poder de David;
    mi ungido será una luz para mi pueblo.
18 Vestiré de vergüenza a sus enemigos,
    pero él será un rey glorioso».

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén. Salmo de David.

133 ¡Qué maravilloso y agradable es
    cuando los hermanos conviven en armonía!
Pues la armonía es tan preciosa como el aceite de la unción
    que se derramó sobre la cabeza de Aarón,
    que corrió por su barba
    hasta llegar al borde de su túnica.
La armonía es tan refrescante como el rocío del monte Hermón
    que cae sobre las montañas de Sion.
Y allí el Señor ha pronunciado su bendición,
    incluso la vida eterna.

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

134 Alaben al Señor, todos ustedes, siervos del Señor,
    que sirven de noche en la casa del Señor.
Levanten sus manos hacia el santuario,
    y alaben al Señor.

Que el Señor, quien hizo el cielo y la tierra,
    te bendiga desde Jerusalén.[c]

Isaías 65

Juicio y salvación final

65 El Señor dice:

«Estaba listo para responder, pero nadie me pedía ayuda;
    estaba listo para dejarme encontrar, pero nadie me buscaba.
“¡Aquí estoy, aquí estoy!”,
    dije a una nación que no invocaba mi nombre.[a]
Todo el día abrí mis brazos a un pueblo rebelde.[b]
    Pero ellos siguen sus malos caminos
    y sus planes torcidos.
Todo el día me insultan en mi propia cara
    al rendir culto a ídolos en sus huertos sagrados
    y al quemar incienso en altares paganos.
De noche andan entre las tumbas
    para rendir culto a los muertos.
Comen carne de cerdo
    y hacen guisos con otros alimentos prohibidos.
Sin embargo, se dicen unos a otros:
    “¡No te acerques demasiado, porque me contaminarás!
    ¡Yo soy más santo que tú!”.
Ese pueblo es un hedor para mi nariz,
    un olor irritante que nunca desaparece.

»Miren, tengo escrito mi decreto[c] delante de mí:
    no me quedaré callado;
les daré el pago que se merecen.
    Sí, les daré su merecido,
tanto por sus propios pecados
    como por los de sus antepasados
    —dice el Señor—.
También quemaron incienso en los montes
    y me insultaron en las colinas.
    ¡Les daré su merecido!

»Pero no los destruiré a todos
    —dice el Señor—.
Tal como se encuentran uvas buenas en un racimo de uvas malas
    (y alguien dice: “¡No las tires todas;
    algunas de ellas están buenas!”),
así mismo, no destruiré a todo Israel.
    Pues aún tengo verdaderos siervos allí.
Conservaré un remanente del pueblo de Israel[d]
    y de Judá, para que posea mi tierra.
Aquellos a quienes yo escoja la heredarán
    y mis siervos vivirán allí.
10 La llanura de Sarón se llenará nuevamente de rebaños
    para mi pueblo que me busca,
    y el valle de Acor será lugar de pastoreo para las manadas.

11 »Pero como el resto de ustedes abandonó al Señor
    y se olvidó de su templo,
y como preparó fiestas para honrar al dios de la Fortuna
    y le ofreció vino mezclado al dios del Destino,
12 ahora yo los “destinaré” a ustedes a la espada.
    Todos ustedes se inclinarán delante del verdugo.
Pues cuando los llamé, ustedes no me respondieron;
    cuando hablé, no me escucharon.
Pecaron deliberadamente—ante mis propios ojos—
    y escogieron hacer lo que saben que yo desprecio».

13 Por lo tanto, esto dice el Señor Soberano:
«Mis siervos comerán,
    pero ustedes pasarán hambre.
Mis siervos beberán,
    pero ustedes tendrán sed.
Mis siervos se alegrarán,
    pero ustedes estarán tristes y avergonzados.
14 Mis siervos cantarán de alegría,
    pero ustedes llorarán de angustia y desesperación.
15 El nombre de ustedes será una maldición entre mi pueblo,
    porque el Señor Soberano los destruirá
    y llamará a sus verdaderos siervos por otro nombre.
16 Todos los que invoquen una bendición o hagan un juramento
    lo harán por el Dios de la verdad.
Dejaré a un lado mi enojo
    y olvidaré la maldad de los tiempos pasados.

17 »¡Miren! Estoy creando cielos nuevos y una tierra nueva,
    y nadie volverá siquiera a pensar en los anteriores.
18 Alégrense; regocíjense para siempre en mi creación.
    ¡Y miren! Yo crearé una Jerusalén que será un lugar de felicidad,
    y su pueblo será fuente de alegría.
19 Me gozaré por Jerusalén
    y me deleitaré en mi pueblo.
Y el sonido de los llantos y los lamentos
    jamás se oirá en ella.

20 »Los bebés ya no morirán a los pocos días de haber nacido,
    ni los adultos morirán antes de haber tenido una vida plena.
Nunca más se considerará anciano a alguien que tenga cien años;
    solamente los malditos morirán tan jóvenes.
21 En esos días, la gente habitará en las casas que construya
    y comerá del fruto de sus propios viñedos.
22 A diferencia del pasado, los invasores no les quitarán sus casas
    ni les confiscarán sus viñedos.
Pues mi pueblo vivirá tantos años como los árboles,
    y mis escogidos tendrán tiempo para disfrutar de lo adquirido con su arduo trabajo.
23 No trabajarán en vano,
    y sus hijos no estarán condenados a la desgracia,
porque son un pueblo bendecido por el Señor,
    y sus hijos también serán bendecidos.
24 Les responderé antes que me llamen.
    Cuando aún estén hablando de lo que necesiten,
    ¡me adelantaré y responderé a sus oraciones!
25 El lobo y el cordero comerán juntos.
    El león comerá heno, como el buey;
    pero las serpientes comerán polvo.
En esos días, nadie será herido ni destruido en mi monte santo.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».