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(…) y de Su boca salía una aguda espada de dos filos; Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. — Apocalipsis 1:16
La espada de dos filos que sale de Su boca es la Palabra de Dios. Es afilada para cortar de nuestro entendimiento todo pensamiento destructivo y contrario a lo que enseña. Y el rostro como el sol nos remite al brillo de Su gloria, como sucedió en la Transfiguración. El semblante de quien tiene el Espíritu del Señor Jesús tiene un brillo diferente. Cuando usted tiene a Jesús, sus ojos brillan, su vida brilla.
La verdadera satisfacción no está en una canción agradable, en ropa linda, en fiestas o en belleza física. Si usted quiere ser una persona verdaderamente bonita y feliz, necesita recibir dentro de sí el Espíritu del Señor Jesús. Quien recibe este Espíritu recibe el brillo de vida, que irradia desde adentro hacia afuera. Así, aunque la persona tenga ropa simple, va a resplandecer una belleza inigualable, que no se compara a ninguna joya, a ninguna producción, y que ningún dinero puede comprar.
Cuando Le vi, caí como muerto a Sus pies. Y Él puso Su mano derecha sobre mí, diciendo: No temas, Yo soy el primero y el último, y El que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades. — Apocalipsis 1:17-18
Algunas iglesias usan este pasaje para defender, erróneamente, la doctrina del “caer por el poder de Dios”. Note que Juan tenía razón de postrarse delante de tamaña maravilla descripta anteriormente. Pero esta visión fue dada a él y a nadie más. La respuesta del Señor Jesús a él, al decirle que no tuviera miedo, muestra que lo que hizo caer a Juan a Sus pies no fue el poder de Dios (o habría pasado todo el Apocalipsis acostado en el suelo). No fue derrumbado; su reacción de perder las fuerzas y caer fue una reacción natural de pavor. Él cayó a Sus pies como muerto, con miedo, pero el Señor inmediatamente lo tranquilizó.
Finalmente, Jesús reafirma Su muerte y resurrección, y habla de Su autoridad sobre los enemigos del alma humana: “(…) y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades”.
Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno. — Mateo 10:28
Cuando tenemos consciencia de Quién es el Señor Jesús y Le entregamos nuestra vida, no necesitamos tenerle miedo a nada ni a nadie, porque Él nos guarda. Tenemos a nuestro favor al Rey de reyes y Señor de señores que Juan vio. Ningún mal se atrevería a tocarlo; por eso, mientras nuestra vida permanezca en Él, estamos seguros. Pero la seguridad que Él da no se limita a este mundo. El Señor Jesús es el Único que tiene poder para salvar el alma. A Él solamente sea nuestro temor — el temor de pecar contra Él y perder nuestra salvación.
Continuará…
Libro: La Tierra va a Prenderse Fuego
Autor: Obispo Renato Cardoso
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