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Durante muchos años el alcohol lo hizo su prisionero
Cuando Francisco Ríos era tan solo un niño cuando sufría de depresión, esto en parte porque provenía de una familia rota, sus padres estaban al borde de la separación puesto que su madre no podía seguir tolerando las infidelidades. Era testigo de cómo ella sufría de ataques de ira cada vez que levantaba alguna sospecha.
Francisco Ríos solo deseaba huir todo el tiempo de la situación en su hogar por lo que prefería pasar el día en la calle con sus amigos alejado de su familia, cuando vagaba con sus compañeros por la ciudad se sentía feliz y complacido, pero cuando le tocaba atravesar la puerta de su hogar sentía como aquel cenital de alegría se difuminada.
Francisco creía que su depresión era quizás algo normal para su vida, por eso comenzó a tomar porque sentía que de esta manera alivianaba la carga emocional que absorbía en casa. Sin embargo, se decía a sí mismo que una vez su vida fuera realizada no cometería los mismos errores de su padre, aseguraba jamás llegar al alcoholismo.
Pero Francisco se mintió a sí mismo y durante todos esos años, hasta llegar a su vida adulta, el alcohol lo hizo su prisionero, esto sumado a las frustraciones de una vida condenada al fracaso lo tornaban una persona agresiva y violenta. Su vida era un caos, su pesimismo y el dinero que dejaba en las barras no lo dejaban progresar por lo que su esposa tomó la decisión de separarse, esto fue un trago muy amargo que tomó sin hielo.
Un amigo de Francisco, quien se encontraba atravesando una situación similar, lo invitó a que juntos realizaran una búsqueda hacia una ruta que los ayudara a cambiar sus vidas y afortunados fueron porque dieron con la Iglesia Universal. Desde el primer día entendió que él mismo era el responsable de todos sus fracasos.
Dejó la bebida y reestructuró su hogar gracias a la ayuda recibida por Dios a través del Espíritu Santo, quien ahora vive en su corazón.
Testimonio Francisco Ríos.
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