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Diezmo de la menta, del eneldo y del comino

La fe es la que hace que el ser humano honre su palabra y sea leal a la Alianza firmada con su conyugue y con el Altísimo.

Diezmo de la menta, del eneldo y del comino

Ahora que entendemos la explicación del Señor Jesús acerca de las primicias, podemos seguir en el Texto Sagrado en el que Él habla de la minuciosidad de los maestros judíos en diezmar las hierbas de menor valor en sus huertas (la menta, el eneldo y comino).

Los escribas y fariseos eran meticulosos con el diezmo de las pequeñas hortalizas, pero despreciaban los Preceptos Divinos mas importantes de la Ley – el juicio, la misericordia y la fe. Sí, por un lado, los religiosos se jactaban de ser criteriosos con algunas leyes y tradiciones de sus antepasados; por otro, eran injustos con su semejante, pues no le daban a cada persona el tratamiento correcto que le era debido.

Además, no actuaban con misericordia con los afligidos o menos favorecidos de la sociedad, porque no amaban a Dios y, mucho menos, a su prójimo, como las Escrituras ordenaban. Sin contar que, en la primera oportunidad que tenían, causaban daño, sacaban ventajas, usaban y abusaban de las personas.

También se equivocaban porque no mantenían la fe y la confianza en Dios, como había sido enseñado en la Palabra.

Tenemos en la fe la fuente de la comunión con el Altísimo y de todas las demás virtudes necesarias para la vida. La fe es la que hace que el ser humano honre su palabra y sea leal a la Alianza firmada con su conyugue y con el Altísimo.

En realidad, notamos que los maestros judíos eran los hombres más incrédulos de la época, por eso no reconocieron a Jesús como Mesías, a pesar de que todas las señales y todas las profecías de las Escrituras se cumplían en Él y por intermedio de Él.

Aun siendo fieles practicantes de la religión, los escribas y fariseos mentían, calumniaban y daban falso testimonio, como ocurrió en el juicio del Hijo de Dios. E incluso sembraban odio, como sucedió al quedar a favor de Barrabás e incitar a la multitud contra Jesús (vea Mateo 27:11-26).

Por lo tanto, todo lo que Dios ordena en Su Palabra debe ser obedecido y ninguna parte puede ser omitida por nosotros por elección propia. Eso significa, entre otras cosas, que una buena acción en un área de la vida no compensa una transgresión en otra, pues el Todopoderoso Se preocupa por todo nuestro ser, desde las cuestiones morales hasta las cuestiones físicas y espirituales

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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