Noticias | - 11:54 am
El pasaje de Lucas 11:33-54 nos ofrece una enseñanza profunda sobre nuestra responsabilidad como portadores de luz en el mundo. En estos versículos, Jesús compara la luz de una lámpara con la fe que debemos compartir. Nos dice claramente que nadie enciende una lámpara para esconderla o cubrirla, sino que se pone en un lugar visible para que ilumine a todos los que estén en el lugar. Este ejemplo nos invita a reflexionar sobre el propósito de nuestra vida como creyentes y el impacto que podemos tener en los demás.
La lámpara simboliza todo aquello que es bueno, puro y útil. En nuestro caso, esa luz es la fe que hemos recibido, las bendiciones que Dios nos ha dado y la sabiduría que hemos adquirido a lo largo de la vida. Al igual que una lámpara no tiene sentido si se esconde, nosotros tampoco debemos ocultar el bien que podemos ofrecer al mundo. En lugar de eso, estamos llamados a compartir nuestra luz, a vivir de manera que otros puedan ver el amor de Dios reflejado en nuestras acciones.
Es importante recordar que, como jóvenes, tenemos una gran responsabilidad. No se trata solo de recibir lo bueno de Dios, sino también de compartirlo. Ayudar a los demás, ser un ejemplo de fe y amor, y estar dispuestos a iluminar los caminos de aquellos que aún están en la oscuridad, son maneras en que podemos cumplir con nuestro propósito. No debemos esperar a que otros lo hagan por nosotros, sino tomar la iniciativa de ser esa luz que transforma, que guía y que da esperanza.
El llamado de este pasaje es claro: no escondas lo bueno que tienes, compártelo con generosidad y deja que tu luz brille en todo momento.
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