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Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostró estas cosas. Y me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. — Apocalipsis 22:8-9 Llegando al desenlace del libro, Juan reafirma sus visiones y la veracidad de las palabras que escribió. Su experiencia fue tan gloriosa y sobrenatural que, nuevamente, cometió el error de postrarse delante del ángel que le estaba hablando para adorarlo.(La primera vez fue en Apocalipsis 19:10.)
Ese tipo de error ha sido muy común en las iglesias, pues, cuando una persona recibe un milagro por intermedio de un siervo de Dios, queda tan conmovida que confunde gratitud con adoración, ¡y eso es gravísimo! El verdadero siervo de Dios jamás acepta esa honra; al contrario, tiene la obligación de transferírsela al Señor Jesús inmediatamente, que es el Único digno de recibir toda honra, alabanza y gloria. Si el propio ángel no aceptó la adoración de Juan — al contrario, lo reprendió con voz firme y vehemente—, qué diremos nosotros, que somos solo hombres pecadores. Si un pastor acepta e incluso promueve este tipo de comportamiento de las personas, aprovechándose de su inmadurez en la fe, es mercenario y no hombre de Dios.
Continuará…
Libro: La Tierra Va A Prenderse Fuego
Autor: Obispo Renato Cardoso
