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El ministerio en el hogar

El ministerio en el hogar

Si el hombre de Dios no nutre un gran amor por su esposa, lo mismo acontecerá en relación con la iglesia. Es imposible que él ame a una y desprecie a la otra, porque su iglesia comienza dentro de su propia casa. Su primer púlpito está en su hogar. Su ministerio es cuidar de la Iglesia, su primera ovejita será su esposa. Después sus hijos, y seguidamente aquellos que el Señor aumente en su rebaño.

El ministerio de la mujer de Dios es cuidar del marido, de los hijos y de la casa. Podemos comprobar eso en las Sagradas Escrituras: 

“Mujer virtuosa, ¿quien la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader; trae su pan de lejos. Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas. Considera la heredad, y la compra, y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos. Ve que van bien sus negocios; su lámpara no se apaga de noche. Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca. Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso. No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles. Ella se hace tapices; de lino y púrpura es su vestido. Su marido es conocido en las puertas,  cuando se sienta con los ancianos de la tierra. Hace telas, y vende, y da cintas al mercader. Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir. Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos” (Proverbios 31:10-31).”

Las mujeres de Dios, en el ministerio terreno del Señor Jesucristo, también participaban en Su trabajo evangélico al prestarle asistencia con sus bienes. Sin embargo, como el Señor no tenía empleo y todo Su ministerio consistía en ayudar a las personas que venían a Él, ellas siempre Le rodeaban atendiendo los más elementales servicios.

Continuará…

Libro: El Perfil de la Mujer de Dios

Autor: Obispo Edir Macedo