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Una oleada migratoria pone a prueba a la ciudad santuario: Nueva York

Durante la primavera y el verano, la afluencia de inmigrantes a la ciudad ha puesto a prueba la reputación de Nueva York como el santuario del mundo.

Una oleada migratoria pone a prueba a la ciudad santuario: Nueva York

Los cuatro autobuses llegaron a Manhattan el miércoles 17 de agosto por la mañana, los nombres impresos en los autobuses: “VLP Charter” y “Coastal Crew Change”, no daban ninguna pista sobre su misión. Sólo las placas de Texas los delataban.

Uno por uno los pasajeros descendieron en una ciudad desconocida, algunos cansados pero sonrientes, otros sólo cansados: hombres con mochilas, mujeres cargando bebés, niños abrazados de sus ositos de peluche. El comisario municipal de asuntos de inmigración, Manuel Castro, les estrechó la mano a todos.

La afluencia de inmigrantes a la ciudad no parece que vaya a disminuir, gracias en parte al gobernador de Texas, Greg Abbott, cuya decisión de enviar un autobús tras otro a Washington D. C. y a Nueva York para incitar al partido demócrata en materia de política fronteriza ha hecho que el rio normal de personas que fluye hacia el norte crezca.

La ciudad de Nueva York ha vivido durante mucho tiempo del sudor y el trabajo de los inmigrantes, pero su capacidad para ayudarlos a salir adelante se ha visto cada vez más limitada. Según el ayuntamiento, el sistema de albergues aloja ahora a 4900 solicitantes de asilo. Los recién llegados son la razón por la que la población del principal sistema de albergues para personas sin hogar ha aumentado un 13% desde mayo y ahora sea de 51.000 ocupantes. Hay mucha discusión sobre cuánto de ese aumento se debe a los inmigrantes y cuánto a factores locales como el fin a una moratoria de desahucios y los cambios estacionales. Pero, sea cual sea la causa, la situación es grave.

La ciudad ha alquilado 1300 habitaciones en 13 hoteles para las familias migrantes. Y, debido a que se espera que la llegada continúe, ha pedido 5000 más. Pero otros seis o 12 meses similares al último mes podrían ocasionar que el sistema de albergues quede en un punto de saturación. Desde mediados de julio, la población de los albergues familiares ha aumentado un 8,5%, si la tendencia se mantiene durante un año, la población en los albergues familiares casi se duplicaría, llegando a casi 60.000 personas, frente a las 31.000 actuales.

Los inmigrantes nuevos, muchos de los cuales llegan sin recursos y sin las conexiones sociales que suelen ayudar a establecerse con rapidez, suponen una presión inusual para el sistema. La necesidad de encontrar inmediatamente un lugar para miles de ellos choca con la oposición instintiva a nuevos albergues que surge en barrios de toda la ciudad.

Aparte, el problema va más allá de encontrar lugares con camas para los recién llegados, si la llegada de migrantes sigue aumentando al mismo ritmo, más de 10.000 niños podrían sumarse a la población de albergues en el próximo año. David C. Banks, rector de las escuelas, anunció el Proyecto Brazos Abiertos, un plan para brindar ayuda adicional a los hijos de solicitantes de asilo con el fin de que reciban apoyo al inscribirse a las escuelas.

La ciudad no ha calculado el costo de los esfuerzos para instalar a los migrantes, pero ha pedido ayuda al gobierno federal para manejar lo que el alcalde ha llamado con frecuencia una “crisis humanitaria”.

Los migrantes que son detenidos por la Patrulla Fronteriza a menudo son enviados de regreso. Pero a otros se les permite quedarse en el país y pueden solicitar asilo, un proceso que toma años y a menudo no tiene éxito. Mientras tanto, pueden moverse con libertad en el país y muchos están aceptando el ofrecimiento del gobernador de Texas de trasladarlos a Nueva York y Washington.

Muchos migrantes se vuelven invisibles en la inmensidad de la ciudad, pero hay algunos lugares donde se reúnen. A principios de agosto, una decena de ellos se reunía en la escalinata del Ejército de Salvación de la Calle 14 en el West Village, junto a un espacio que opera City Relief y que también brinda ropa y artículos de higiene personal para quien lo necesite. Josiah Haken, director ejecutivo de City Relief, dijo que los cinco locales que el grupo tiene en Nueva York atendían a unas 1300 personas por semana, 300 más que las que atendía semanalmente durante la primavera.

Las opiniones de los recién llegados sobre el sistema de albergues han sido poco entusiastas. Dixon Arambulet, que llegó recientemente de Venezuela y se alojó en el mismo albergue, dijo que le costaba trabajo conciliar el sueño.

Lo más importante, dijo Arambulet, es que necesitaba un trabajo para poder salir del albergue. Una semana después, no lo había encontrado. “Ayer salí y nada. Hoy salí y un muchacho me dijo que iba a hablar con un señor para limpiar un edificio, o sea barrer y recoger la basura”, escribió en un mensaje de texto. “Dijo que me avisaba”.

 

Fuente Consultada: The New York Times

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