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Reconozca su orgullo

Reconozca su orgullo

Reconozca su orgullo

Nadie está más susceptible a la caída que el pastor que tiene éxito en todo lo que hace. Esto parece contradictorio, ¡pero no lo es!

Cuando muchos hombres de Dios, empeñados y deseosos por el crecimiento de su iglesia y de su ministerio, vieron suceder eso, fueron hacia la caída espiritual, pues el supuesto éxito en el ministerio se tornó una trampa para ellos. Digo eso porque, junto con el crecimiento, vino el maldito orgullo.

Esos pastores pasaron a admirar tanto sus habilidades, sus conquistas y sus nuevos recursos que abrieron la puerta para que entrara el mal que futuramente los destruiría.

Crearon un alto concepto sobre sí mismos, considerándose hombres valiosos más allá́ de la medida; y, así, se sintieron demasiado buenos para estar en una iglesia pequeña o realizando un trabajo que, a sus ojos, tenía poca evidencia o relevancia.

Así como creció su notoriedad y prestigio delante de las personas, crecieron también sus opiniones y sus caprichos, al punto de que ellos se transformaron en pastores altivos, insumisos y arrogantes. De esa forma, se perdieron, porque, con esos sentimientos entrañados en ellos, fueron incapaces de ver sus errores, confesarlos y desear recibir corrección.

Cuando un hombre se torna orgulloso, toma por usurpación la gloria de Dios, porque, en el fondo, piensa que los buenos resultados que alcanza en su trabajo son fruto de su desempeño, y no de la bendición del Señor. Por lo tanto, ¡ese hombre hace de sí mismo su propio dios!

Es interesante notar que, como dijimos, este fue el pecado que llevó a lucifer a la caída y que este mismo orgullo, que inflamó a los ángeles, continúa intentando hasta hoy entrañarse en el corazón humano, pues sabe que, siendo orgulloso, el hombre no subsiste delante de Dios.

El orgullo es algo tan sutil al principio que el siervo de Dios no nota que, al abrigarlo en él, podrá́ desarrollar los pecados aquí mencionados, como el adulterio, la vanidad, la ambición y muchos otros.

Pero ¿por qué el orgullo ciego tanto al punto de no dejarle ver a la persona que está cayendo en un abismo espiritual?

Porque, en su interior, dejó de confiar en Dios para confiar en ella misma, en su capacidad y en su sensación de bienestar por la intimidad que cree tener con Dios.

De esa manera, ¡el orgullo es la plataforma que da les da soporte a las más terribles iniquidades que el ser humano comete contra el Altísimo!

Quiero que usted entienda que me propuse escribir este capítulo sobre adulterio, vanidad, ambición y orgullo no porque considere que solo estos pecados expresan la caída de un pastor, ¡lejos de eso! Sé que cualquier pecado tiene el poder de destruir no solo el ministerio, sino también de condenar al alma de un pastor o de quien sea al infierno. Sin embargo, al discurrir sobre esas transgresiones específicas, quiero destacar que son ellas las mayores causantes de “víctimas” en la fe de nuestros días.

Mensaje sustraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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