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Los frutos del Espíritu Santo

Aunque consideremos los frutos del Espíritu Santo en plural, la Biblia lo hace en singular, considerándolo “el fruto” (Gálatas 5:22).

Los frutos del Espíritu Santo

Aunque consideremos los frutos del Espíritu Santo en plural, la Biblia lo hace en singular, considerándolo “el fruto” (Gálatas 5:22). Naturalmente, esto se debe al hecho de que las cualidades morales implantadas por el Espíritu Santo en cada seguidor del Señor Jesús forman un todo, como si fuesen una única virtud.

Los nueve aspectos son parte integrante de un único desarrollo espiritual, para que el cristiano sea “tomado de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19).

Está claro que el fruto del Espíritu es una consecuencia o un efecto producido por el Espíritu Santo en la vida del cristiano auténtico que se somete a la voluntad de Dios. No es el cristiano el que por sus propios esfuerzos o méritos va a producir los frutos o el fruto del Espíritu en su vida, sino que es una participación mutua entre el Espíritu Santo y el cristiano lo que producirá el fruto.

El Espíritu Santo no va a imponer a nadie Su propia voluntad a fin de que se produzca el fruto, sino que tiene que haber una disposición auténtica del hombre en la búsqueda de la suprema voluntad de Dios, para que el Espíritu Santo pueda efectuar la transformación radical en lo más íntimo del ser humano.

El fruto es una respuesta a una plantación; puede ser bueno o malo, todo depende de lo que se plante, es decir, de la semilla que se siembre. Si deseamos que nuestra vida produzca los frutos espirituales, o el fruto del Espíritu Santo, debemos sembrar en nuestros corazones los pensamientos divinos que están en la Biblia.

La Palabra de Dios, que es la mente de Cristo, precisa estar arraigada en lo más profundo de nuestras vidas, a fin de que el propio Espíritu pueda actuar en nuestro interior y producir el fruto. Podemos explicar eso de la siguiente manera: colocamos una buena semilla en la tierra, pero enseguida ella muere, después nace de nuevo y produce el fruto esperado. Este gran milagro que acontece con la reproducción se debe a la actuación de Dios en sintonía con la naturaleza. Y es exactamente lo que sucede con el cristiano, que cuando muere para el mundo y para su propia voluntad, entonces nace para Dios y, por el Espíritu Santo, produce los frutos que pasamos a estudiar a continuación.

Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)

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