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Las estrategias del diablo para derribar a un pastor

¡Me causa mucha tristeza ver que un pastor caiga en la fe!

Las estrategias del diablo para derribar a un pastor

¡Me causa mucha tristeza ver que un pastor caiga en la fe! Sin embargo, su ruina no sucede en la consumación del pecado. Fue un proceso lento, que comenzó cuando permitió que las semillas malignas fueran sembradas y cultivadas dentro de él.

Lamentablemente, muchos compañeros de ministerio, que una vez fueron una referencia espiritual para su comunidad, cometieron “suicidio espiritual” al ignorar las artimañas satánicas.

Sabemos que el diablo no puede tocar al hijo de Dios. Eso no significa, sin embargo, que él no pueda observar minuciosamente. Satanás hace eso para evaluar el comportamiento, los gustos y las preferencias de cada uno, para, después, hacer sus embestidas, a fin de llevarlo a la caída espiritual.

Podemos usar un ejemplo simple para ilustrar la manera en la que el diablo trabaja. Mire nada más.

Usted ya debe haber hecho una búsqueda rápida en internet con respecto a algún producto que le gustaría comprar, y, después de algunos minutos, empezó a recibir anuncios publicitarios con ofertas muy específicas sobre el ítem que buscaba. Eso sucede porque determinadas empresas monitorean nuestras búsquedas virtuales y usan esas informaciones para alcanzar sus objetivos comerciales.

Exactamente así trabaja el diablo. Cuando él observa a una persona, quiere ver cómo y con qué ella suele gastar su tiempo, cuáles son sus intereses personales, cuáles son sus ambiciones y cuáles sus deseos, en todos los aspectos de la vida.

Así, digamos que, con todas esas informaciones captadas, satanás crea un “perfil secreto” que será usado por él para, después, hacerles propuestas tentadoras a los siervos de Dios.

Por eso, la Biblia alerta en cuanto al peligro de poner la mente en las cosas de la carne. Aunque sea un mínimo desvío, esa inclinación al pecado ya es capaz de generar muerte.

Como está escrito en Romanos 8:5-6:

“Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz.”

Entendemos que, cuando el Texto Sagrado habla de carne, no se refiere al tejido muscular que cubre los huesos, sino a la naturaleza humana, que tiene gustos y deseos contrarios a los de Dios.

El hijo de Dios tiene a la Persona del Espíritu Santo habitando dentro de sí, con propósitos y gustos totalmente opuestos a los de la carne. Por ese motivo, surge un conflicto irreconciliable que solo tendrá fin cuando partamos de este mundo.

Eso ocurre porque quien posee el Espíritu Santo dentro de sí posee la naturaleza espiritual que, de ningún modo, hace pacto con esas voluntades carnales.

En contrapartida, no vemos a un incrédulo trabar tal batalla, porque todo lo que su carne lo incita a apreciar, a probar, a saborear y a hacer, él lo acata.

Siendo así, cuando un pastor se inclina, de modo deliberado, hacia su carne, cediendo lo mínimo que sea ante ella, ciertamente satisfará los deseos corruptos de esa naturaleza. A partir de entonces, no servirán sus buenas intenciones o cualquier esfuerzo de él con respecto a la Obra de Dios, pues quien cede a su naturaleza terrenal no logrará agradar al Todopoderoso.

Andar en la carne es apartar, de forma consciente, al Señor Jesús de su vida, conforme Pablo dice en Romanos 8:7-8:

“Ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni

siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no puede agradar a Dios.”

Y se engaña quien usa la vieja excusa para pecar – la de que la carne es débil – porque, cuando buscamos a Dios en oración, somos perfectamente capacitados por Su Espíritu para andar según la justicia y la santidad que las Escrituras enseñan.

El problema es que muchos no huyen del pecado como el apóstol Pablo le orientó a Timoteo que hiciera (2 Timoteo 2:22); al contrario, coquetean con el pecado, hasta el día en el que son envueltos y apresados en sus grilletes.

Todo comienza solo con un susurro del diablo, por medio de un pensamiento que no fue rechazado por la persona. Así, tarde o temprano, ella tendrá el deseo latiendo dentro de sí y estará totalmente inclinada a practicar lo que fue sembrado en su interior.

Mensaje sustraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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