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La prioridad de Dios: salvar almas (Parte 1)

Ni siquiera las duras persecuciones que vinieron después del ascenso del Señor Jesús al Cielo fueron capaces de contener el avance del Evangelio.

La prioridad de Dios: salvar almas (Parte 1)

(Parte 1)

“Y más y más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, se añadían constantemente al número de ellos.” – Hechos 5:14

Ni siquiera las duras persecuciones que vinieron después del ascenso del Señor Jesús al Cielo fueron capaces de contener el avance del Evangelio. La fe vivida con sinceridad y osadía hizo que un pequeño grupo de personas diera inicio a la invencible Iglesia, de la cual el Hijo de Dios es Señor y Cabeza (vea Efesios 1:22; 5:23; Colosenses 1:18).

Las multitudes siguieron a los discípulos del Señor Jesús, después de Su ascensión (Hechos 5:14), de la misma forma en la que Lo siguieron durante Su ministerio terrenal (Lucas 14:25). Por lo tanto, podemos afirmar con seguridad que el crecimiento de la Obra era y siempre será la voluntad de Dios, por eso Él ordenó: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

La gran mayoría de los habitantes de la tierra, además de no conocer al Altísimo, no tienen cómo notar este estado de perdición e ignorancia espiritual por sí misma. Por este motivo, es necesario que hombres y mujeres les lleven a las personas la Palabra de Dios.

Muchos se han presentado a Dios para cumplir esa determinación del Señor Jesús, pero ¿por qué hay una enorme diferencia entre el resultado que hemos visto hoy y lo que vimos en el pasado, conforme el relato en las Sagradas Escrituras?

De antemano, le garantizo a usted que los escogidos del pasado no eran hombres refinados en la manera de hablar o de vestirse, ni siquiera fueron separados por Dios porque tenían títulos académicos. Tampoco fue debido a la cantidad de trabajo de ellos, pues, con pocas excepciones, vemos hoy a muchos siervos que trabajan mucho. El contraste entre los resultados en el pasado y en el presente se debe al hecho de que, actualmente, muchos están haciendo la Obra sin conocer al Dueño de la Obra.

Continuara…

 

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

 

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