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La paz

La caída del hombre en el jardín del Edén destruyó la paz que tenía con Dios...

La paz

La caída del hombre en el jardín del Edén destruyó la paz que tenía con Dios, consigo mismo, y con otros hombres, con los demás seres e, incluso, con la propia naturaleza. A través de la cruz de Cristo, Dios estableció nuevamente la paz, conforme está escrito:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”Romanos 5:1

Por lo tanto, la paz envuelve mucho más que una mera tranquilidad íntima, que prevalece a pesar de las tempestades externas. Es una calidad espiritual, producto de la reconciliación, a través del perdón de pecados y la conversión del alma.

En cierta ocasión, el Señor Jesús dijo:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da…” (Juan 14:27).

Esta paz es una dádiva celestial y, en realidad, es un contacto de Dios con el alma por medio del Espíritu Santo. De la misma forma como Él nos enseña al respecto de Cristo, del mismo modo nos da la calma y la certeza de la tranquilidad, en los momentos de tribulación. Por eso el Espíritu Santo es llamado el Consolador. En los momentos de aflicción, nos mantiene en calma y tranquilos, porque nos llena de confianza en Cristo Jesús y, consecuentemente, de su paz inefable.

La paz es exactamente lo contrario al odio, a las desavenencias, las contiendas, los conflictos, la envidia, en fin, de todos los frutos de la carne. Como un niño se calma en los brazos de su madre, así el cristiano se sosiega en Cristo Jesús. ¡Esto es paz!

Desafortunado es quien no busca la paz de Dios. Él nos dio a su propio Hijo como rescate, para librarnos de nuestro verdadero enemigo. La paz es una cosa preciosa, y feliz el hombre que la alcanza. Toda criatura busca la paz en todo lo que este mundo ofrece. Pero lo triste es que todos quedan más ansiosos y con“fundidos. Lo que siempre ha faltado en este mundo es la paz, la armonía y la buena voluntad entre los hombres, contrariamente a lo que Dios dispuso.

En nuestros días vivimos más que nunca esta triste realidad. Existen organizaciones internacionales que dicen tener programas de comprensión y cooperación entre los pueblos. Aunque llevan buenas intenciones, los resultados son muy pobres. ¿Cuál es el motivo? Por ejemplo, si leemos la Palabra de Dios en el Evangelio de Lucas, capítulo 2, aprendemos que solamente cuando el hombre se somete a Dios y le da toda la gloria, puede alcanzar la paz.

Cuando Cristo nació, los ángeles cantaron expresando la voluntad divina:

“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).

Mientras vivamos lejos de tal integración y sumisión a la voluntad suprema de Dios viviremos en discrepancia por dentro y por fuera. Quien vive en esa discrepancia con Dios de ninguna manera puede producir armonía. La paz comienza dentro del individuo para después poder influenciar el ambiente.

Nadie puede dar otra cosa que aquello que posee (Lucas 6:43-45). La paz es una cosa interior, una situación del alma, que consiste en una relación de armonía consigo mismo y con Dios. Quien esté en paz con su Creador, también lo está consigo mismo y con sus semejantes.

Si no hay paz en el mundo, si los pueblos y las naciones no se comprenden es, simplemente, un reflejo de nuestra situación “delante de Dios. Si la Iglesia de Cristo está dividida internamente, es simplemente un reflejo de nuestra relación con Dios. Todos nos equivocamos cuando nos obstinamos y exaltamos al querer controlar todo, queriendo hacer nuestra voluntad. Muchos son los que claman por el nombre del Señor, pero confían en sus propias manos y lo que ellas pueden hacer. Otros buscan en la filosofía, la ciencia y otras ramas del saber humano para su equilibrio interior.

La paz es uno de los gloriosos frutos del Espíritu Santo de Dios en nosotros. ¡Sin Dios no hay verdadera paz! ¡Sin la presencia del Príncipe de Paz, de quien el profeta Isaías habló, no hay unión en amor! Jesús dijo a sus discípulos, antes de dejarlos: “La paz os dejo, mi paz os doy…”, confiados en esta herencia podemos probar el resto del versículo:

“… No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)

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