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LA PALABRA QUE PRODUCE VIDA
En la tentación al Señor Jesús encontramos la mayor lección para vencer en la vida.
Los tres primeros Evangelios apuntan al hecho de que fue el propio Espíritu Santo quien guió al Señor Jesús al desierto, con el propósito de ser tentado por el diablo. Nacen en nuestros corazones preguntas: ¿Por qué motivo Dios quería que su Hijo fuese tentado por el diablo, antes de iniciar su ministerio en la tierra? ¿Cuál fue la razón de que esto haya sucedido en el desierto? ¿Si su intento era sólo probarlo, acaso Dios no sabía quién era su Hijo?
En realidad, Dios nunca hace algo sin un gran propósito. Muchas veces somos llevados por el propio Dios al desierto y, perplejos, conjeturamos sobre los objetivos. Sin embargo, allá en el desierto, lejos de todos y de todo, aparentemente sólo y abandonado, y sin que Sus ojos pudiesen ver alguna ayuda exterior, había dentro del Señor Jesús una voz muy fuerte que no cesaba de decir: ¡Yo estoy contigo! Esta voz siempre se hace presente en las horas de mayor angustia y aflicción en las que pasamos en el desierto de este mundo. A veces, por supuesto, no le hacemos caso, no nos aferramos a ella y creemos que al final de cuentas encontraremos una salida.
Después de tantos días y noches, era imposible que el Señor Jesús no tuviese hambre, ya que su naturaleza humana estaba en el límite de soportar la falta de alimento. Aprovechándose de la necesidad física, el diablo le lanzó su primera flecha envenenada: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:3). El diablo sabía perfectamente que Jesús era el Hijo de Dios, aún antes de que su naturaleza humana estuviese con hambre.
Su naturaleza divina era real, sin embargo, no tenía el derecho de usarla, porque necesitaba vivir dentro de los límites humanos. No podía utilizar sus atributos divinos para traspasar las barreras de las dificultades, si así fuera, no sería Jesús, el Hijo, nacido de Dios, Cordero de Dios que estaba entre nosotros, sino el propio Dios y, su sacrificio sería invalidado, pues no sufriría en la carne, en el alma y en el espíritu, con la muerte en el Calvario, pues Dios no muere. El diablo sabía de todo esto, pero aún así, tentó al Señor Jesús llamándolo a un desafío.
Dios permitió toda esta humillación contra Su Hijo simplemente para darnos una lección, por mayor que sea la prueba o la tentación, la salida vendrá por un único camino, una única puerta que es, la Palabra de Dios. El Señor Jesús nos dio el ejemplo de cómo podemos resistir y vencer cualquier tentación traída por el diablo, o problema a enfrentar, sea físico, económico, sentimental o espiritual.
El diablo tentó a Jesús por primera vez con una palabra sugestiva, que a primera vista podría ser una buena solución. Jesús estaba hambriento. Su primer gran problema era el hambre; el segundo, la sugestión diabólica. Sin embargo, Él no cayó en tentación, no se dejó llevar por las circunstancias terribles de aquel momento.
Dejando las emociones de lado, el Señor Jesús siguió lo que la Palabra de Dios determina para todos los que creen en ella de todo corazón, y confesando, afirmó: “… Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Ante aquella situación adversa, Él no resistió con su poder ni con su autoridad suprema, ¡sino con la Palabra!
Ahí está la salida de todo y cualquier problema que suframos. No basta sólo conocer la Palabra de Dios, es necesario aplicarla siempre en el momento de la necesidad y cueste lo que cueste; pasarán los cielos y la tierra, pero la Palabra que procede de la boca de Dios se cumplirá bajo cualquier circunstancia.
Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)
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