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La más grave acusación contra los hipócritas

¿Qué puede ser peor que esto?

La más grave acusación contra los hipócritas

¿Qué puede ser peor que esto?

“Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros, tal como está escrito.”

– Romanos 2:24

Sabemos que el motivo de la elección de Israel por Dios como nación elegida tenía como objetivos promover Su gloria y evangelizar a los demás pueblos.

Por medio de un vivir santo, los judíos debían hacer que toda la tierra conociera al Altísimo y Lo honrara como Señor y Creador. Pero, en vez de hacer al Nombre de Dios conocido y bien hablado entre los gentiles, los judíos Lo menoscabaron. A causa de eso, los pueblos paganos blasfemaban contra el Señor, atribuyéndole deshonra, debido a la desobediencia de aquellos que habían sido tan favorecidos espiritualmente.

Eso nos enseña que, cuando Dios nos regala determinadas bendiciones, no desea que esas dádivas tengan un fin en nosotros mismos. ¡Al contrario! Por medio de nuestra vida, el Altísimo desea bendecir a otras personas. En otras palabras, Él quiere que seamos instrumentos de Su Salvación. Dios invierte en nosotros para que seamos propagadores de Su Reino en este mundo, y nos corresponde a nosotros cumplir este propósito.

Sin embargo, el mal testimonio que un hipócrita da provoca en el incrédulo lo opuesto del designio Divino. Así, aquel que no sabe nada sobre la Palabra o sobre el Autor de esta, pasa a tener un pensamiento desvirtuado sobre Dios y sobre Su Obra, a causa de aquellos que actúan con injusticia, cuando deberían ser justos en todo.

Quizás usted ya oyó la siguiente frase: “Si es para ser ‘creyente’ como lo es fulano, prefiero ser un incrédulo”.

O, tal vez, ya haya oído relatos de empresarios que ya no desean contratar a empleados “cristianos” porque vivieron una pésima experiencia con alguien que decía ser de Dios, pero que no lo era. Este es el típico falso cristiano que, en vez de ser luz en un ambiente de tinieblas, termina llevando a su lugar de trabajo aún más tinieblas, por medio de su conducta perezosa, deshonesta o chismosa.

A causa de personas así, muchos incrédulos mueven la cabeza como señal de reprobación, juzgando que todos los cristianos son iguales. Por ejemplo, un mal pastor que traiciona a su esposa esparce la idea en la sociedad de que todos los demás pastores también son adúlteros.

Es debido a comportamientos como esos que muchos impíos han justificado su incredulidad. Claro que eso no servirá de excusa para ellos el Día del Juicio Final, pues, así como existen los pésimos cristianos, existen aquellos que son fieles, los cuales poseen testimonios que reflejan fidelidad y temor a Dios.

Por lo tanto, si un testimonio impecable de fe y fidelidad a Dios contribuye para la evangelización, un mal testimonio termina siendo el mayor impedimento para la Salvación de los perdidos. 

 

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)Ubique la Universal más cercana a usted: Direcciones

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