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La justicia, la misericordia y la fe

Dios no nos da la opción de que elijamos a cuál Mandamiento queremos obedecer.

La justicia, la misericordia y la fe

Dios no nos da la opción de que elijamos a cuál Mandamiento queremos obedecer. Él no dice: “haz eso” o “haz aquello”, sino “obedece a eso y a aquello de todo tu corazón y con todas tus fuerzas”.

Pero ¿no es de ese modo, eligiendo a qué van a obedecer, que muchas personas actúan dentro de las iglesias? Ellas hacen todo lo que su guía espiritual manda, o sea, dan diezmos, ofrendan, evangelizan y concurren fielmente a las reuniones, sin embargo, en su vida particular, cometen injusticia, roban, mienten y se traicionan las unas a las otras. Al actuar de esa forma, descuidan los Principios más importantes de la Palabra de Dios, que son la justicia, la misericordia y la fe.

La justicia representa al Señor Eterno. Sin embargo, a muchos que se dicen “cristianos” no les interesa. No temen a Dios y les gusta juzgar a las personas, hiriéndolas y “matándolas” con palabras acusatorias y difamatorias. De esa forma, se distancian del Espíritu Santo.

Así como los fariseos estaban listos para apedrear a la mujer sorprendida en fragante adulterio, nuestra generación está repleta de “cristianos apedreadores”, los cuales están siempre listos para criticar, juzgar y condenar a los demás, como si ellos mismos fuesen perfectos.

La misericordia representa a Jesús, que dio Su vida para salvar a todos aquellos que en Él creen. Consecuentemente, es necesario que seamos misericordiosos para que podamos ayudar y alcanzar a las personas que viven en las tinieblas.

Tener misericordia es practicar el bien y manifestar amor y perdón, aunque el otro no lo merezca. Y, eso, sin esperar ninguna retribución humana.

El Señor Jesús dijo que los misericordiosos son personas bienaventuradas, porque alcanzarán de parte de Dios el mismo favor que le dispensaron a su prójimo. Claro que en proporción mucho mayor, ¡porque viene del Altísimo!

Por su parte la fe representa al Espíritu Santo. Ella es dada a todos, pero es un fruto que se manifiesta, en especial, en los que se someten a Dios.

La persona que no vive la fe sobrenatural no puede comunicarle a nadie la Vida y el Poder que solamente el Espíritu Santo tiene y concede a los hijos de Dios. De esa manera, aquellos que están a su alrededor no son estimulados a manifestar su propia fe, lo que resulta en dolores y caos en su vida. Ese era el caso de los religiosos de la época de Jesús. Ellos no manifestaban con relación a las personas aquello que la Palabra ordenaba – justicia y misericordia – y no Le concedían a Dios aquello que Él exigía: la fe. Aquella fe aparente que decían tener era fingida y superficial, por eso no obedecían a los Mandamientos Sagrados.

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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