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De hecho, el cristiano auténtico procura aceptar la Palabra de Dios como es y de la manera que se expresa.
Este don no debe ser confundido con la fe necesaria para la justificación, conforme Romanos 5:1, sino que es una manifestación de alto grado de confianza en Dios, capaz de hacer posible lo imposible, por la actuación directa del Espíritu Santo en el cristiano absorbedor de la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo ha derramado esa dádiva especialmente en aquellos que son “humildes de espíritu”, suficientes para aceptar su Palabra de corazón y actuar sobre la misma, o sea, aquellos que se han revelado contra cualquier tipo de religión que simplemente acepta la Biblia sin el deseo de profundizar más en ella.
De hecho, el cristiano auténtico procura aceptar la Palabra de Dios como es y de la manera que se expresa. Desea practicarla cueste lo que cueste, pues entiende que, una vez escrita, está determinada su acción, pero espera sólo que alguien, lleno de este don, venga a concretarla.
Cuando el Señor Jesús se refirió a la higuera (Marcos 11:14), estaba usando de este don. Pedro también delante del cojo (Hechos 3:6) usó este don. Pablo también fue usado por el Espíritu Santo para hacer que, un hombre lisiado y paralítico desde su nacimiento quedará curado (Hechos 14:8-10).
El don de la fe no es solamente para ser usado en curaciones y milagros en general, sino también para que el cristiano pueda soportar las aflicciones de este mundo, así como Cristo las soportó. Es el caso de Antipas (Apocalipsis 2:13), que, según historiadores, fue introducido en un buey de bronce y colocado encima de una hoguera. Antipas sufrió una muerte terrible por amor al Señor Jesucristo. El emperador Domiciano había obligado a todos los pueblos de la época a adorar su persona, como si de Dios se tratara. Aquellos que resistían su orden eran muertos de manera cruel. Antipas fue una de sus víctimas.
A través de los siglos, muchos hombres de Dios cambiaron el curso del mundo debido a sus dones de fe:
“… que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección, mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y además de esto, prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:33-38).
Como podemos notar, el don de fe es caracterizado por la acción del hombre lleno del Espíritu Santo.
Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)
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