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“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20:12)
JOVEN Y BENDECIDA. Ir al colegio no fue una tarea fácil ni para mí ni para mi hermana. No hablábamos la lengua nativa y los demás niños nos despreciaban debido a nuestro origen. Sólo podíamos esperar llegar a casa y estar en compañía la una de la otra, además de tener a nuestra querida madre para cuidarnos. Ella hacía que todo pareciese más fácil… Cuando nos acordamos de aquellos días hasta sentimos nostalgia.
Desde que éramos muy pequeñas nos enseñaba que habíamos nacido para glorificar a Nuestro Señor y, por eso, seríamos diferentes a todos los demás. Y, de hecho, crecimos pensando así. Mientras que todos en el colegio odiaban y despreciaban a sus padres, nosotras amábamos y honrábamos a los nuestros.
Ese tipo de comportamiento es el esperado en los jóvenes que no tienen fe en Dios, pero nunca en los jóvenes cristianos. Sin embargo, existen aquellos que están siempre ocupados con muchas actividades y demuestran tener gran respeto hacia los pastores y obreros, pero no honran a su padre y a su madre. Dios fue muy claro cuando dijo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20:12). De acuerdo con ese pasaje, que es uno de los diez mandamientos, podemos concluir que, si tú no honras a tus padres, ¿cómo podrás honrar a Dios que es tu Padre espiritual?
Hoy en día, hay muchos jóvenes sufriendo con todo tipo de problemas. No entienden por qué están tan deprimidos y tienen tanta rabia del mundo y de todos los que están en él; muchos mueren aún jóvenes y llenos de vida. ¿Por qué? Vamos a leer nuevamente el versículo de arriba y analizarlo en sentido contrario: “Deshonra a tu padre y a tu madre, para que sean cortos tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, no te dará”. ¿Lo has entendido? Las cadenas de oración y todos los propósitos que hagas para Dios serán en vano si no practicas Sus mandamientos.
Muchas madres han venido hasta nosotras para pedirnos consejos sobre cómo tratar con sus hijas adolescentes, que son muy activas en la iglesia, pero inactivas en casa. Se preocupan tanto con sus hijos y hacen tantos sacrificios por ellos, pero lo que reciben a cambio es una mala cara, críticas, desprecio y una mirada de vergüenza al final del día. Las madres que van a la iglesia para orar por sus familias merecen toda la honra y el respeto de sus hijos. Ellos no estarían donde están hoy si no fuese por sus madres, las cuales, muchas veces, perdieron para que sus hijos pudiesen ganar, sufrieron para que sus hijos no sufriesen, lloraron para que sus hijos sonrieran… Los jóvenes que verdaderamente honran a sus padres serán siempre bendecidos.
No importa si tus padres van o no a la iglesia, si son malos o buenos, si son dignos o no – son tus padres y esto es suficiente para que sean respetados. En el colegio muchas niñas se burlaban de nosotras por querer tanto a nuestros padres. Hoy, esas mismas niñas son mujeres infelices que, probablemente, son odiadas por sus propios hijos. ¿Y nosotras? Bien, ¡nosotras crecimos para ser mujeres felices de verdad!
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Autor: Cristiane CardosoSi le interesa lea también: El día en que nací
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