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¡Esté alerta!

¡Esté alerta!

¡Esté alerta!

Querido pastor, sepa que Dios es el primer interesado en el crecimiento de su ministerio, pero Él no quiere que eso sea el motivo de su ruina. Por eso, el Todopoderoso permite que, a lo largo de su vida, usted pase por pruebas, desprecios y humillaciones. Esa es la manera que Él usa para protegerlo y mantenerlo firme y humilde en Su presencia.

Entonces, reciba bien su “aguijón en la carne” y entienda que tiene un objetivo: mantener fuerte su relación con Dios.

Está escrito que el Señor resiste a las personas orgullosas e incluso Se opone a ellas. Sin embargo, Le complace tanto la persona que posee un corazón humilde que la favorece con Sus mayores dádivas.

“Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.”

– Santiago 4:6

Note que, si la humildad facilita incluso nuestras relaciones humanas, ¡imagínese nuestra comunión con Dios!

De ese modo, es la humildad la que nos hace ver nuestras muchas debilidades y nos impulsa a postrarnos a los pies del Señor Jesús en completa dependencia de Él.

En contrapartida, la persona orgullosa tiene una postura antagónica a esa, pues, como no reconoce sus pecados, no logra arrepentirse de ellos; por eso, jamás podrá́ ser ayudada por el Señor.

Y no se olvide de que la “paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). Por lo tanto, andar bajo el dominio de la carne es despreciar de modo consciente el Señorío de Jesús en nuestra vida y es ponernos a nosotros mismos debajo de la maldición del pecado.

Entonces, mi consejo para usted, pastor, y para todos los demás siervos de Dios, es el siguiente: no se incline hacia su carne, no deje de luchar un solo instante contra su naturaleza pecaminosa y, mucho menos, se vuelva esclavo de sus insatisfacciones y de sus emociones.

Cuando nos convertimos al Señor Jesús, no recibimos un cabestro que nos arrastra para que hagamos Su voluntad. Al contrario, ¡el Salvador nos liberó de modo completo!

Además, Él nos regaló Verdades preciosas y la Salvación, dejándonos completamente libres para obedecerle o no.

Claro que la libertad que tenemos no nos fue dada para satisfacer a nuestra naturaleza humana, sino para que andemos en el Espíritu. Y solamente aquellos que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, con alegría y buena voluntad, Lo servirán con fidelidad y perseverancia hasta el fin.

Para finalizar, resalto que el pastor nunca debe sentirse un superhombre o alguien intangible, sino un ser humano como cualquier otro. Debe estar consciente de que necesita estar alerta y celar por su condición espiritual. Si no hace eso, en algún momento fallará al estar más dispuesto a buscar sus propios intereses que los intereses del Reino de Dios.

El verdadero siervo de Dios trabaja con una mente dispuesta, libre de segundas intenciones e intereses personales. Él es alegre y realizado, porque entiende bien que ninguna ocupación puede tornar al ser humano más feliz y honrado que cuidar a las ovejas del Señor Jesús, independientemente de las circunstancias que enfrente. Él ama a Dios y a su prójimo, por eso cuida el rebaño que el Señor le confió́. Su corazón está en el Altar, y no en el oro que se deposita sobre este.

¡Mantenganse alerta!

Mensaje sustraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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