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El pastor y sus tentaciones

¡Ya vi a cientos de jóvenes pastores que comenzaron muy bien en su ministerio, pero que terminaron muy mal!

El pastor y sus tentaciones

El pastor y sus tentaciones

¡Ya vi a cientos de jóvenes pastores que comenzaron muy bien en su ministerio, pero que terminaron muy mal! Al principio, solo deseaban ser fieles al Señor y ayudar a las personas. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, se fueron apartando de Dios y de su objetivo de vida: ganar almas para el Altísimo.

Teniendo en cuenta esa realidad, quiero hablar, de pastor a pastor, con usted, mi compañero de ministerio, para prevenirlo, pues nadie está inmune a inclinarse a la naturaleza corrupta, propia del ser humano: no importa hace cuánto tiempo se haya convertido o hace cuántos años predique el Evangelio, ¡no agrade a su carne! ¡No la recompense con placeres que enseguida pasarán!

No hay zona más peligrosa para nosotros que aquella en la que encontramos tranquilidad y bienestar. Es en esos períodos, sin luchas, en los cuales las mayores trampas aparecen a nuestros pies. En la comodidad espiritual, los deseos carnales laten fuerte, y los sentimientos gritan para sofocar a la fe; y es en esos momentos que muchos hombres de Dios sucumben a ellos.

Son muchos los pastores que caen en la fe; los motivos de esa caída, sin embargo, no son realmente tantos. Los pecados que más han derribado a los hombres de Dios son el adulterio, la vanidad, la codicia y el orgullo. Veamos cómo.

Mensaje sustraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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