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“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús le mandó, y prepararon la pascua” (Mateo 26:17-19).
Este relato nos muestra claramente que los discípulos del Señor no tenían idea de la Santa Cena, y que lo que esperaban era participar de la pascua, porque aquel día estaba separado, en el calendario judío para conmemorar la fiesta de los panes ázimos o pascua. La pascua para los judíos significa “fiesta”. Es el día en que se conmemora la liberación del pueblo de Israel del yugo egipcio. Fue instituida antes de acontecer la décima y última plaga impuesta por Dios a la tierra de Egipto. En aquella oportunidad, el Señor ordenó que cada familia tomase un cordero sin defecto, o un cabrito, y lo sacrificase. Su sangre debería ser rociada por los postes y el dintel de la puerta de cada una de las casas, y que deberían comerlo asado, con el acompañamiento de panes ázimos (sin levadura) y hierbas amargas. Cada participante de aquella pascua debería tener los lomos ceñidos, sandalias en los pies y con el bastón en la mano (véase Éxodo 12).
Todo el ritual de la pascua apunta al Salvador Jesucristo. Luego de su participación con sus discípulos, tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos diciendo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”. A continuación, tomó la copa y, dando gracias, la dio a sus discípulos diciendo:
“Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto que, por muchos, es derramada para remisión de pecados” (Mateo 26:26-28).
Sin embargo, debemos notar que el Señor Jesús no hizo ningún paralelo de la pascua con la Santa Cena, porque Él participó primero de la pascua y después de la Cena, lo que nos hace comprender que quiso instituir una nueva liturgia que tuviera el mismo “calor” espiritual de la pascua para todos aquellos que le aceptan como el Salvador.
Como ejemplo tenemos al propio pueblo judío, que tuvo en la pascua la señal de su liberación. Ahora bien, para los pueblos no judíos, que aceptaron al Señor Jesús como Salvador, ¿cuál sería la señal o celebración litúrgica para expresar su liberación del pecado y del infierno? Con este propósito el Señor Jesús instituyó la Santa Cena.
Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)
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