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El miedo (Parte 2)

El miedo (Parte 2)

Muchos cristianos sinceros piensan que un profundo conocimiento de la Palabra de Dios es suficiente para lograr el éxito en estos casos. Pero es importante tener cuidado y no permitir que las personas oprimidas por el miedo queden nada más bien informadas con respecto a la Biblia, ya que esto puede ser utilizado por satanás para confundirlas aún más sobre lo que está escrito y que no siempre es explicado.

El diablo ha usado mucho la Biblia para confundir a aquellos que tienen sed de un profundo conocimiento de la Palabra de Dios, y ha colocado en sus mentes cuestiones absolutamente misteriosas, las cuales nadie puede responder sino el propio Espíritu de Dios. Este tipo de ataque ha ocurrido con mucha frecuencia, principalmente con aquellos que han tenido un deseo insaciable de saber todas las respuestas a todas las preguntas.

La Biblia es comparable al maná que Dios hizo descender sobre su pueblo en el desierto; cada familia tenía el derecho de recoger sólo lo necesario para aquel día. Si acaso quería reservar algo para los siguientes días, entonces se pudría. Así también es la Palabra de Dios, ella es el pan del Cielo, para alimentar diariamente a los Hijos de Dios. No debemos ni podemos reservar para el futuro el pan nuestro de cada día.

Cada asunto de la Escritura Sagrada debe ser leído en espíritu de oración y meditación, el lector no debe querer aplicar exactamente “al pie de la letra”, todo lo que está escrito; antes, debe pedir la orientación al Espíritu Santo para saber el significado de aquello que no entendió, pidiendo la orientación sobre cómo debe actuar en función de sus problemas.

Me acuerdo de un chico que, por estar oprimido por espíritus inmundos, perforó sus ojos porque el Señor Jesús dijo: “Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti: mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego” Mateo 18:9 (él había cometido pecado con los ojos).

Cosas absurdas como éstas han ocurrido en nuestros días, debido a la falta del Espíritu de la Palabra de Dios y a la constante posesión demoníaca. En realidad, el diablo ha usado más la Biblia que los propios cristianos.

El buen pastor se esfuerza en el sentido de ser ministro del amor, de la compasión y de la salvación para todos los pueblos. Él fue llamado para transmitir la vida que se encuentra en la Palabra de Dios, y no para transmitir la letra. Es su obligación pasar a las personas que se están muriendo en este mundo, el Espíritu que viene de Dios, el Espíritu de la Palabra de Dios y no sólo la información. El apóstol Pablo afirma: “… porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Corintios 3:6).

Por supuesto que el diablo, aprovechándose de este error en la iglesia, y con los “sabios” de la Biblia queriendo probar sus conocimientos a los oyentes, viene actuando libremente para distorsionar el mensaje de Dios.

El corazón lleno de preocupaciones es el principal motivo por el cual las personas poseídas por espíritus inmundos tardan en liberarse. Hemos enseñado constantemente al respecto, pero aún así les cuesta verse libres de sus preocupaciones. Cuando consiguen llegar al punto de no estar más ansiosas, los demonios no pueden resistir más la fe que ellas poseen y se van definitivamente.

La preocupación anula totalmente la acción de la fe. Si la persona demuestra ansiedad, es porque no está confiando, la fe no está en evidencia. Éste es el motivo de su flaqueza y debilidad. La ansiedad consigue debilitar al ser humano y, al mismo tiempo fortalece a los espíritus que estén actuando en él. Por eso fue que el Señor Jesús dijo: “No os angustiéis por vuestra vida…” (Mateo 6:25).

El Señor sabía que cuanto más la persona estuviera ansiosa o preocupada, más débil y sujeta a la acción de los demonios estaría.

Muchas madres han sido usadas por los mismos demonios que vienen actuado en sus hijos. Un ejemplo claro de eso fue una señora que se decía cristiana y que vino a pedirnos una oración por su hijo, adicto a las drogas.

Cuando impusimos la mano sobre su cabeza y tomamos con la otra la foto de su hijo, inmediatamente se manifestó en ella el espíritu que causaba la adicción de su hijo. Después de expulsarlo, aquella señora se sintió profundamente aliviada y al mismo tiempo decepcionada, preguntó la razón porque el demonio había “venido” a su cuerpo. La verdad es que, aún profesando la fe cristiana, ella aún no estaba liberada de los espíritus inmundos por causa de sus constantes preocupaciones por su hijo. Aceptaba al Señor Jesús como su Salvador, recibió el Bautismo en las aguas, era fiel en los diezmos y las ofrendas; en otras palabras, hacía todo lo que está en la Biblia; sin embargo, su corazón estaba vacío del Señor y lleno de ansiedad por su hijo adicto.

Infelizmente esto sucede seguido. Las personas se han aferrado al Señor Jesús en función de sus seres queridos. Piensan que, entregándose a la fe cristiana, sus parientes automáticamente serán liberados. Como eso no sucede de la noche a la mañana, alimentan sus preocupaciones por ellos y, al final de cuentas, nadie queda libre de los demonios. Es por eso que hay muchos que profesan la fe cristiana, pero todavía están profundamente oprimidos por el diablo. Ésta también es la razón por la que muchas iglesias cristianas tienen sus fuerzas fragmentadas, ya que sus miembros son personas convencidas y no convertidas al Señor Jesucristo.

Muchas personas viven las aflicciones del pasado o las preocupaciones del futuro en el presente. Si viviesen apenas los buenos momentos, los buenos recuerdos del pasado, estaría todo bien. Sin embargo, recuerdan los peores momentos, volviéndose un verdadero infierno.

Juntan los sufrimientos del pasado con los presentes y también las preocupaciones del mañana, ¿cómo puede alguien vivir así sus días? Cuando no se da la mínima atención a las palabras del Señor Jesús, creyendo que psicólogos o analistas saben más que Él, la liberación se dificulta. El diablo se aprovecha de la ignorancia y de la estupidez de muchas personas que se consideran sabias e inteligentes para usarlas como quiere, con el objetivo no sólo de destruirlas poco a poco, sino que a través de ellas destruye a otros. El Señor Jesús dijo:

“Así que no os angustieis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal”.

(Mateo 6:34).

Es verdad que es casi imposible vivir sin preocupaciones, pues el propio mundo nos conduce a una vida tensa, nerviosa, inquieta y preocupante. Es muy difícil vivir sin una pequeña ansiedad; sin embargo, no es en lo absoluto imposible, cuando se confía en la Palabra de Dios.

Confiar en su Palabra significa confiar en el propio Dios. Él no es incoherente para sugerir que hagamos algo que no podemos hacer, porque el Espíritu de Jesús está en el mundo justamente para guiar a aquellos que se someten a Su Palabra. Con la ayuda del propio Dios, encontramos la capacidad suficiente para liberarnos de las preocupaciones que tanto han servido a los demonios para destruir millones de vidas en este mundo. No cabe la menor duda de que el remedio más eficaz contra la ansiedad es la Palabra de Dios.

La ansiedad es producida y alimentada por la palabra de duda que los demonios soplan en la mente humana. De la misma forma, la palabra de fe, oriunda de las Sagradas Escrituras, llena el corazón de la mayor confianza en Dios y en sí mismo, y da plena convicción de que el mañana será mejor que hoy.

En la iglesia, las personas débiles también tienen su fe estimulada, ya que tienen la necesidad de desarrollar y ejercitar la fe que duerme dentro de ellas. Actitudes tan sencillas como ésas, hacen cambiar completamente el cuadro desesperante que las preocupaciones provocan. Cuanto más ejercitamos nuestra fe, en constante comunión con Dios, menos seremos afligidos por la ansiedad impuesta por este mundo vil y, consecuentemente, nos convertiremos en verdaderos y potenciales instrumentos en las manos del Espíritu Santo para “ayudar a aquellos que se encuentran inmersos en las tinieblas.

Si aún no ha leído la primera parte, ingrese al siguiente link: El miedo (Parte 1)

Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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