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El miedo (Parte 1)

El miedo (Parte 1)

La Biblia afirma que el miedo produce tormento (1 Juan 4:18) y es justamente por este camino que el diablo ha provocado verdaderas catástrofes en el seno de la Iglesia del Señor Jesús. Job confesó:

“… porque me ha venido aquello que me espantaba, me ha acontecido lo que yo temía”.

(Job 3:25).

Así como la fe es un arma poderosísima para construir, también el miedo lo es para destruir; así como la fe es un síntoma del éxito, el miedo lo es del fracaso.

El miedo es una fuerte manifestación de fe negativa. Si la persona tiene miedo es porque está segura de que sus temores se volverán realidad. Esto es fe, aunque en un sentido contrario a la fe cristiana. De la misma forma como Dios, a través de Su Espíritu, alimenta la fe cristiana en el seguidor de Su Hijo, también el diablo a través de sus espíritus inmundos y engañadores, alimenta la fe negativa o el miedo en los corazones de aquellos que han rechazado la genuina fe cristiana.

El diablo usó al apóstol Pedro para hablar con el Señor Jesús e intentar disuadirlo de sus objetivos. De la misma forma viene hablando bien alto con nosotros para que “nos precipitemos y tomemos decisiones equivocadas”; y no sólo esto, sino que quiere atemorizarnos y así debilitarnos. ¿Cuántas veces tenemos este temor, por las circunstancias, por las palabras inspiradas y proferidas por las personas que más consideramos?

En este aspecto, es necesario tener mucho cuidado, porque el diablo no va a usar personas en quien no creamos, sino que buscará usar aquellas más próximas a nosotros, a quien tanto amamos y confiamos. Por eso, es preciso estar alerta a toda hora, para no permitir que el miedo o la desconfianza nazca dentro de nuestros corazones, produciendo el tormento y la muerte.

¡El cristiano no puede y no debe temer a nada y mucho menos a la muerte porque ésta ya fue vencida! Aquel que la venció la transformó en una puerta de entrada para su gloria. Para nosotros, que creemos en Él, la muerte es también la puerta de entrada para la gloria eterna con Él.

Todo síntoma de miedo proviene de satanás, y la actitud que se debe tomar inmediatamente es de tener coraje y resistir en el nombre del Señor Jesús. El apóstol Santiago nos aconseja: “… resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).

Esta resistencia no debe ser sólo cuando el demonio se manifieste, sino mucho más cuando los pensamientos contrarios a la fe aparecen. Cuando el miedo sobreviene hay que enfrentarlo con palabras y seguridad en las promesas de Aquel que es mayor y habita dentro de nuestros corazones.

El miedo no solamente promueve la duda, sino que también la sustenta. Detrás del miedo hay un espíritu inmundo, que actúa en la mente de la persona, alimentando ese sentimiento. ¡Imagine un demonio hablando en el oído de alguien, las 24 horas del día, siempre una palabra de desánimo, de terror y muerte! Si la persona no está con su fe afirmada en el señor Jesús, será inevitable su caída.

Por este medio los espíritus inmundos conducen a las personas al suicidio. Acostumbran a actuar en la mente de las personas débiles con palabras como: “No sirves de nada; dale fin a tu vida porque así vas a descansar para siempre…”; “nadie se preocupa contigo, nadie te ama”; “termina de una vez con tu vida…”; “Si le das fin a tu vida, todos tus problemas se van a terminar…” y otras. Esa presión noche y día, durante un largo tiempo, es insoportable y provoca el fatídico deseo de terminar con la vida.

Cuando la persona tiene el Espíritu Santo, es guiada por Dios y no siente miedo; pero cuando alguien es poseído por un espíritu maligno, vive oprimido por el miedo. Cuando esto ocurre, la persona se descontrola completamente, se vuelve insegura y así será fatalmente destruida.

Cada uno de nosotros tiene que vencer sus propios temores; nadie puede vencer el temor del otro. Ésta es una lucha absolutamente personal e intransferible. Lo que se puede hacer por el otro es darle coraje con palabras de fe y ánimo. La persona oprimida debe resistir a esta fuerza negativa interior con su propia fe en el Señor Jesús.

No sirve de nada querer distraerse pensando que los pensamientos diabólicos van a terminar. Ellos pueden disminuir, pero jamás desaparecerán mientras la propia persona no tome actitudes que vengan a resistirlos.

No se puede resolver un problema simplemente ignorándolo, es necesario enfrentarlo. Eso sólo es posible a partir de un desarrollo de la fe cristiana, ya que ella es el único remedio contra cualquier tipo de problema espiritual, principalmente el miedo.

El miedo tiene miedo de la fe; el pánico tiene pánico de la fe. Todo lo que tiene su origen en el infierno no soporta el poder de la fe, porque ella es una parte de la fuerza de Dios dentro de aquellos que la practican.

El diablo ha persuadido a las personas a imaginar cosas negativas para que crean en lo que no existe. En lugar de pensar positivamente, que es la definición de la fe en Dios, alimentan la fe negativa, es decir, la certeza de cosas malas que se esperan y la convicción de hechos catastróficos que no se ven. Así el miedo nace, crece y produce frutos de muerte.

Recuerdo el caso de un chico, físicamente sano, pero mentalmente oprimido por el miedo. No conseguía salir de su casa y vivía todo el tiempo prisionero dentro de su habitación. Tenía miedo de salir a la calle, porque los espíritus inmundos penetraban en su mente, infundiéndole pánico por el mundo externo.

Por mejores que fueran los remedios, los calmantes o las palabras de estímulo y fe, no actuaban ya que había una fuerza muy grande actuando dentro de su intelecto. Solamente la oración de la fe, en el nombre del Señor Jesús, podía liberarlo de aquellos espíritus. Sin embargo, aquella oración no fue suficiente, fue necesario estar inmerso en la palabra de fe y poder para que pudiese quedar totalmente libre.

Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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