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El Espíritu Santo es el mayor regalo del Señor Jesús para sus seguidores.
El Espíritu Santo es el mayor regalo del Señor Jesús para sus seguidores.
Dios podría habernos enviado a un ángel para efectuar en nosotros todo aquello que vimos anteriormente que el Espíritu Santo hace. Pero no lo quiso así. ¡Él se dio a sí mismo! Y si esto aconteció es porque existe una suprema razón, de ahí el hecho de desear a todos los seguidores del Señor Jesús el bautismo con el Espíritu Santo.
Yo acostumbro a afirmar que las personas bautizadas en el Espíritu son más privilegiadas que los propios discípulos durante el ministerio del Señor Jesús, porque cuando el Señor se apartaba a orar o a descansar ellos se quedaban temerosos (Marcos 4:38). No es así hoy con nosotros, pues, una vez sellados con el Espíritu Santo jamás estaremos solos, conforme esta escrito:
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros lo conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.” (Juan 14:16-17).
Además, el bautismo con el Espíritu Santo nos hace diferentes en todos los aspectos, ya que pasamos a participar de la naturaleza del propio Jesús. Este bautismo nos hace ver las cosas como Jesús las veía, pensar como Jesús pensaba, hablar como Jesús lo hacía, o sea, actuar de la misma manera que Jesús actuaba. Es este bautismo el que nos capacita para la gran Obra de Dios.
Como está escrito: “… pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos …” (Hechos 1:8). En conclusión, creemos que nadie debe involucrarse en la Obra de Dios sin haber recibido antes este poder prometido por el Señor Jesús. Es muy peligroso que un neófito (aquel que es nuevo en la fe, recién convertido) intente hacer alguna cosa sin el sello del Espíritu Santo, puesto que nuestra lucha no es contra carne o sangre, sino contra las fuerzas espirituales del mal (Efesios 6:12).
Por lo tanto, si hemos de enfrentarnos a fuerzas espirituales necesitaremos de una armadura espiritual divina para poder obtener la victoria, y ninguna fuerza es mayor que el poder de Dios, que es el bautismo con el Espíritu Santo. Además, el propio Hijo de Dios necesitó del bautismo del Espíritu Santo para poder iniciar su ministerio. Los apóstoles lo recibieron para poder continuar el ministerio del Señor, al igual que el apóstol Pablo lo recibió después de la imposición de manos de Ananías (Hechos 9:17). ¡Por lo tanto, con mucha más razón, nosotros debemos recibir este sello de Dios para nuestra vida!
Es vital para la fe de todo cristiano el conocimiento del Espíritu Santo. Él no es una influencia, ni una energía, ni un espíritu cualquiera más “evolucionado”, “iluminado”, etc. El Espíritu Santo posee en sí mismo los elementos de la existencia personal. Posee propiedades, cualidades, y grandes virtudes que le confieren una personalidad. Es una persona, al igual que lo son Jesucristo y el Padre. Sus obras y trabajos son los más variados, pero el más importante es que tiene la misión de llevarnos hasta Jesucristo.
El Espíritu Santo tiene un gran deseo de guiarnos y de llenarnos con Su plenitud para que podamos ser una unidad. Todo lo que el Señor Jesús hizo fue hecho debido a la unción que recibió del Espíritu Santo, el cual desea habitar en nosotros.
La mayor dádiva de Jesucristo y sus seguidores fue la poderosa unción del Espíritu Santo. El lo recibió al ser bautizado por Juan el Bautista, los apóstoles, las mujeres que seguían a Jesús y cada uno de los 120 que estaban presentes en el Cenáculo recibieron el Espíritu Santo. Cada una de las 3.000 personas que oían a Pedro predicar en el día de Pentecostés recibió la promesa de la unción del Espíritu. Todas esas personas fueron bautizadas en el Espíritu Santo y lo necesitaron de Él. Si ellos lo necesitaron, entonces usted y yo también necesitamos de esa bendición.
Cada uno que ha sido bautizado con el Espíritu Santo cuenta su propia experiencia y cada una es distinta de la de los demás.
Una persona, para tener la plenitud del Espíritu Santo, necesita, ante todo, estar vacía de sí misma, libre de tradiciones y dogmas religiosos, libre de todo aquello que impida una excelente relación con Dios. Debe haber un deseo profundo en la vida de cada cristiano de ser revestido del Espíritu Santo.
Aquel que busca el Espíritu Santo debe tener un objetivo establecido. Debe conocer el plan de Dios para el cumplimiento de esa promesa. El Espíritu Santo fue enviado para sustituir al Señor Jesucristo. Si alguien quiere ese bautismo y no está dispuesto a seguirlo, está perdiendo el tiempo y su esfuerzo será inútil.
Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)
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