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Cuando la deshonra viene del púlpito

Ofenden a Dios con sus elecciones incorrectas, pero después, quieren ver Su poder en acción.

Cuando la deshonra viene del púlpito

“Ahora pues, ¿no pediréis el favor de Dios, para que Se apiade de nosotros? Con tal ofrenda de vuestra parte, ¿os recibirá Él con benignidad? – dice el SEÑOR de los Ejércitos.” (Malaquías 1:9)

Incluso parece broma hacer todo mal de forma consciente y, después, llegar delante de Dios para pedirle favores, pero era exactamente eso lo que el pueblo y la clase sacerdotal hacían. Colocaban sobre el Altar animales moribundos, dilacerados e incluso en estado de putrefacción y, con esas ofrendas en manos, Le oraban al Todopoderoso, suplicándole por Su bondad. ¡Qué escena terrible!

Esa también ha sido la rutina dentro de las iglesias hoy. Los tiempos cambiaron, pero, vemos a una generación muy semejante a la de Israel, en el pasado.

Muchas son las personas carentes de valores y principios espirituales que, aunque se derramen sobre el Altar del Señor con lágrimas y sollozo, Lo deshonran al ofrecerle lo que sobra en su vida.

Van a la iglesia todos los fines de semana, pero viven un ciclo repetitivo de pecar y pedir perdón, sin arrepentimiento genuino y, por lo tanto, sin transformación verdadera. Ofenden a Dios con sus elecciones incorrectas, pero después, quieren ver Su poder en acción.

El resultado de eso es la apostasía, la declinación de la fe y la caída de muchas iglesias.

En la mayoría de los casos, el problema comienza en el púlpito, pues el pastor no predica contra el pecado y no habla del estándar Divino para el hombre. Son líderes que están preocupados por su popularidad y reputación en este mundo; y, en pro de eso, son capaces de usar incluso el Nombre del Señor Jesús.

Otros tienen miedo de desagradar a los miembros de su iglesia y de perderlos. De esa manera, los cultos se han tornado cada vez más emocionales y sin sentido. ¡Y un trabajo que no promueve el arrepentimiento y la renuncia a los deseos carnales y que no estimula a la persona al nuevo nacimiento y al bautismo con el Espíritu Santo está completamente condenado al fracaso!

Sepa, querido pastor, obispo u obrero, que Dios no tiene baja autoestima ni es carente, para estar dispuesto a recibir cualquier adoración u ofrenda. Quiero decir que Su alto estándar continúa siendo el mismo: lo que Él deseó en el pasado lo desea de nosotros también hoy.

No podemos olvidar que el Todopoderoso no necesita nuestro culto ni nuestro servicio, pero, cuando nos pide eso, está concediéndonos el privilegio de vivir experiencias de fe, para crecer en comunión con Él.

¡Quien entiende esa revelación Le agrada de hecho y se torna un verdadero siervo de Dios!

Lo que sigue es una de las declaraciones más fuertes en la Biblia:

“¡Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas (del Templo) para que no encendierais Mi altar en vano! No Me complazco en vosotros – dice el SEÑOR de los Ejércitos – ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.” (Malaquías 1:10)

Para los falsos siervos, el Todopoderoso deseó que las puertas del Templo fuesen cerradas y que el fuego del Altar no fuese encendido, pues sería en vano. En otras palabras, Él quiso decir: “¡Si no estás dispuesto a honrarme, no mientas! Para Mí, es todo o nada. ¡No existe término medio!”

Note que lo que condenó a aquellas personas no fue homicidio, prostitución o incumplimiento de los rituales judíos, sino iniquidades escondidas en el interior y protegidas por el manto de la religiosidad. Entonces, no finja ser lo que usted no es, y, mucho menos, sirva al Señor de mala voluntad o con quejas, porque eso puede transformarse en juicio contra usted en la eternidad.

Si ni yo ni usted soportamos que alguien haga algo para nosotros quejándose, ¿por qué Dios tendría que estar satisfecho con quien hace Su Obra murmurando?

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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