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Crece la incertidumbre por el futuro de DACA

El Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, en sus siglas en inglés), retrasa la deportación de inmigrantes indocumentados que fueron traídos a los Estados Unidos en su niñez.

DACA

El 15 de junio de 2012 el entonces presidente Obama dio inicio a un programa conocido como DACA (Deffered Action for Childhood Arrivals) que a grandes rasgos buscaba generar condiciones mínimas de estancia en Estados Unidos para aquellos inmigrantes que fueron traídos a este país siendo niños (menos de 16 años), de manera indocumentada, la mayor parte de las veces por sus padres. De paso, Obama “lavaba su imagen” por haber incumplido sus promesas de campaña de una reforma migratoria y haberse convertido en la práctica en el mayor “deportador” de la historia.

Este programa, considerado en su momento y con razón como un gran triunfo por los activistas en pro de la regularización de los inmigrantes indocumentados, recogía una iniciativa de ley llamada Dream Act, que dormía en el congreso desde 2001 sin haber mostrado avances significativos y por supuesto sin haber sido aprobada. De ahí que este grupo de jóvenes se conozca como “Dreamers”.

Las razones para dar regularización a quienes fueron traídos siendo niños abundan, no fue su decisión sino la de sus padres. Aceptando el término “ilegal” no se les puede culpar de una “ilegalidad” cometida por sus padres.

Estos inmigrantes crecieron y se educaron en Estados Unidos, sus amigos y futuro están aquí, se trata de personas en las que ya se hizo una inversión social considerable en salud y educación. Ellos han respondido con creces y el mercado laboral los necesita y está listo para incorporarlos. Ni siquiera cabe duda alguna acerca de su integración social porque ya es un hecho consumado.

No sin miedo, estos jóvenes se fueron inscribiendo en el programa hasta llegar a casi ochocientos mil. La abrumadora mayoría nacidos en México (81% de los DACA). La ilusión de tener un futuro en el único país que conocen, donde se educaron, pudo más que el temor de hacerse visibles y en consecuencia de hacer visibles a sus padres.

Diez años después no hay cabida para el optimismo y si bien es cierto el programa permitió trabajar a los jóvenes DACA, en realidad no les ofrece una perspectiva de futuro más allá de dos años, cuando debe renovarse, sin estabilidad alguna. No es una reforma aprobada por el congreso sino una orden ejecutiva del presidente Obama y en esa lógica podría desaparecer.

A los ochocientos mil jóvenes que inicialmente se inscribieron en el programa no se ha podido añadir uno solo, únicamente permiten que quienes ya están renueven periódicamente, pero no nuevas aplicaciones.

No se vislumbra ningún avance con DACA. El presidente Biden, a pesar de que en su primer día de gobierno instruyó a preservar y fortalecer el programa, hoy no tiene el apoyo político para intentar algo así como una ampliación de DACA, y mucho menos en una reforma migratoria más amplia y justa.

 

Fuente consultada: The L.A. Times

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