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Conclusión

Dios - Conclusión

Al terminar de leer este libro, la conclusión es que tengo la confianza de que este mensaje causará un gran impacto en su vida, siervo de Dios.

Es esencial que usted comprenda que el primer llamado del Salvador a nosotros no es para el servicio, sino para la obediencia a Sus Mandamientos; a fin de cuentas, de nada sirve que el discípulo trate al Señor Jesús con varios títulos honrosos, llamándolo Maestro y/o Mesías, si no obedece a Sus enseñanzas (vea Juan 13:13).

De igual modo, los muchos años de trabajo en la Obra de Dios y el activismo en la evangelización y en la implantación de iglesias pierden totalmente el valor si el siervo no ama al Altísimo de tal manera que sea impelido a honrarlo íntimamente.

Nuestro servicio a Dios se torna valioso cuando somos verdaderos y fieles para con Él, cuando nos sometemos a Su Palabra; cuando reconocemos nuestras fallas y cuando perseveramos hasta el fin en seguir Sus instrucciones.

Muchos siervos son orientadores espirituales, o sea, están acostumbrados a la tarea cotidiana de ayudar y aconsejar a las personas a tomar decisiones y a conducirlas a la fe.

Por eso, pienso que, por cierto, lo que usted más desea ver en aquellos que están bajo sus cuidados es que tomen en serio el consejo que reciben. Esto es porque entiende que, por más preciosas que sean las palabras de instrucción y consejo, de nada servirán si no son consideradas y puestas en práctica.

Entonces, quiero que tome para sí este mismo principio. En este momento, véase no como un orientador o como un trabajador más de la Mies Divina, sino como un alma que tiene necesidades espirituales y que necesita tener consciencia de eso. Es lo que muestran las Escrituras:

“Tened sumo cuidado, por vuestra vida, de amar al Señor vuestro Dios.”

– Josué́ 23:11

Cuando Dios dice que tengamos sumo cuidado, es porque Él sabe cuán propenso somos a abandonar la vigilancia y a olvidarnos de nuestra condición de dependientes de lo Alto.

Estar vigilantes es estar atentos sobre nosotros mismos, para que jamás seamos arrastrados por el mal y para que amemos a aquello que Dios ama y repudiemos a aquello que Él repudia.

Por lo tanto, fuimos unidos en la Tierra en un único y sublime propósito: la Salvación de almas; principalmente de la nuestra. Para cumplir esa misión, debemos reunir todos nuestros esfuerzos, pero, sobre todo, mantenernos en la justicia, en la misericordia y en la fe, para que permanezcamos unidos en el Cielo.

Mensaje sustraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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