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El ministerio del pastor depende de él, y no de Dios, pues lo que el Altísimo tenía que hacer ya fue hecho...
(Parte 1)
El ministerio del pastor depende de él, y no de Dios, pues lo que el Altísimo tenía que hacer ya fue hecho: Él dio a Su Hijo para que muriera en la cruz y, después, nos dio Su Propio Espíritu para que habitara dentro de cada uno de nosotros, con el fin de que seamos Sus testimonios y glorifiquemos Su Nombre en la tierra.
Pero ¿acaso usted sabe qué es tener el Espíritu infinito del Dios Altísimo viviendo dentro de su ser? ¿Y que este Espíritu no vino por medida, sino de forma plena, exactamente como disfrutó de Él el Señor Jesús, en este mundo? ¡Eso es algo demasiado grandioso como para que nos limitemos y sirvamos en Su Obra de manera mediocre!
De ese modo, solo hay un motivo por el cual el pastor no desarrolla su ministerio: no es por incapacidad física o intelectual, sino por falta de santificación y consideración para con Dios.
Lo que determina lo que cosechamos, como resultado de nuestro trabajo, depende solamente de nuestra entrega en el Altar. Si es sincera, toda nuestra vida está santificada. En el Altar, no se Le puede mentir a Dios, como muchos le mienten al pueblo, pues allí la ofrenda de cada uno es pesada y, entonces, aprobada o reprobada por Él.
Si un pastor sube al Altar con los ojos en el oro – que puede ser la ofrenda que pretende levantar en aquel culto o el deseo de ser aplaudido –, está designado a sufrir derrota en su ministerio. Ese pastor puede incluso hacer que su trabajo crezca momentáneamente, pero ese éxito no viene del Altar, entonces no va a permanecer con él.
Una de las características más significativas para mí para definir si algo realmente viene del Altar es la paz, la honra y la seguridad que tengo cuando soy favorecido con la bendición. Eso me hace estar aún más comprometido con la voluntad de Dios. Abrazo la fe como una misión, un sacrificio. Por eso, no veo cómo tomarme vacaciones de ese propósito. No veo cómo tomarme un tiempo y olvidarme del Altar y del compromiso que tengo con el Altísimo. Para mí, ¡eso es imposible!
En mi caminata cristiana, que ya dura 54 años, aprendí que la relación entre nosotros y Dios debe estar afirmada en la entrega y en la sinceridad. No soy perfecto, pero lucho para que mi vida esté todos los días 100% en Su Altar. La prioridad de mis pensamientos es servir a Dios 24 horas por día. Así, el día en el que no logro servirlo de una forma efectiva, me siento débil.
Delante de esta gran revelación sobre la importancia del Altar de Dios, no ponga parte de sí en este lugar santo, pues Él solo acepta la ofrenda completa, perfecta.
Continuara…
Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)
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