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Después de estas cosas miré, y se abrió el templo del tabernáculo del testimonio en el cielo, y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Entonces uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por los siglos de los siglos. Y el templo se llenó con el humo de la gloria de Dios y de su poder; y nadie podía entrar al templo hasta que se terminaran las siete plagas de los siete ángeles. (Apocalipsis 15:5-8).
Las siete plagas, que serán derramadas sobre la Tierra por siete copas que contienen el furor de Dios, forman la última parcela de los juicios de Dios. Sucederán al final de la segunda mitad de los siete años de la Gran Tribulación.
Juan ahora mira y ve el Tabernáculo del Testimonio abierto en el Cielo. En el tabernáculo original, este lugar era donde quedaba el Arca del Pacto que contenía el Testimonio, o sea, la Ley de Dios para Su pueblo. Los siete ángeles salieron de allí adentro como las debidas autoridades que salen de un tribunal con un mandato del juez para ejecutar sus juicios. La humanidad recibió la Ley de Dios, Su Santa Palabra, de diversas formas- por los profetas, por las Escrituras, por el propio Hijo de Dios e incluso por los ángeles- pero decidió ignorarla o desobedecerla. Por eso, ahora recibirá su merecido juicio.
El templo llenó con el humo de la gloria de Dios y de Su poder, y nadie podía entrar allí hasta que las siete plagas estuvieran concluidas. Eso significa que ya nadie podía interceder por la humanidad. Todos los recursos de la misericordia de Dios fueron agotados y las naciones están más allá de cualquier salvación. La paciencia de Dios se agotó y Su furor, finalmente, será derramado. Y entonces serán cumplidas las muchas profecías sobre las retribuciones esparcidas por toda la Biblia:
De manera que nosotros mismos hablamos con orgullo de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en medio de todas las persecuciones y aflicciones que soportáis. Esta es una señal evidente del justo juicio de Dios, para que seáis considerados dignos del reino de Dios, por el cual en verdad estáis sufriendo. Porque después de todo, es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (2 Tesalonicenses 1:4-9).
Algunos incrédulos cuestionan y acusan a los cristianos por creer en un Dios “vengativo”. Pero ese “ajuste de cuentas” está en total acuerdo con la mente y el deseo de Dios de que la justicia triunfe y la maldad sea aniquilada. Un final diferente no tendría ningún sentido. ¿Cómo podría el Señor, en toda Su justicia, eximir al culpable, o recompensar a los incrédulos juntamente con los que creyeron y dieron sus vidas por su fe? Es el carácter de Dios el que está en cuestión aquí. El Justo Juez no pide disculpas por lidiar rigurosamente con la maldad, tampoco Sus siervos tienen que disculparse por Él. Su justicia exige que Él lidie con toda la injusticia, para que solamente los justos puedan formar parte del nuevo Reino de los Cielos, sobre el cual sabremos más al final del Apocalipsis.
El capítulo 16 comienza a describir el derramamiento de las siete copas en rápida sucesión. Ahora, el final está más cerca que nunca…
Continuará…
Libro: La Tierra va a Prenderse Fuego
Autor: Obispo Renato Cardoso
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