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Noemí

Noemí

Había hambre en Israel y un hombre llamado Elimelec, saliendo de Belén, se trasladó a la tierra de los moabitas, junto con su mujer Noemí y sus dos hijos.

Después de algún tiempo, Elimelec murió y sus hijos se casaron con mujeres moabitas. Una se llamaba Orfa, y la otra Ruth. Pasados casi diez años en aquella tierra extranjera, los hijos de Noemí también fallecieron, quedándose ella y las dos nueras solas.

Noemí aconsejó a Orfa y a Ruth que volviesen a la casa de sus padres, porque ella volvería a su tierra. Aunque Orfa se resistió al principio, acabó aceptando el consejo de la suegra y volvió a la casa de sus padres. Ruth, sin embargo, se apegó a su suegra y no quería separarse de ella, pero, Noemí le dijo: “He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella” (Rut 1:15). Cuanto más insistía Noemí para que se marchara Rut, más se apegaba a ella, hasta el punto de decirle: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque adonde quiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieses, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el Señor, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1: 16,17).

Ciertamente Noemí tenía algo muy especial para que su nuera se apegase a ella con tanta determinación. La verdad es que Rut debió haber visto en Noemí el ejemplo de una mujer de Dios.

No había motivo alguno, por lo menos aparentemente, para apegarse a su suegra de la forma como lo hizo, pues Noemí no poseía otros hijos, ni dinero; no tenía bienes, ni un futuro prometedor, además de que ya tenía una edad avanzada; en fin, nada podía ofrecer a su nuera. La única riqueza que Rut deseaba heredar, con la más absoluta certeza, ¡estaba dentro del corazón de Noemí!

La mayoría de las suegras y nueras no se llevan bien. Normalmente, la suegra no acepta ser cambiada por la nuera o la nuera no permite que la suegra se le interponga en su casa. Pero Noemí era una suegra diferente. ¡Ella era de Dios!

Rut, que era moabita, y, por tanto, una mujer idólatra y endemoniada, ¡pasó a ser tan pura y tan santa como su suegra! ¿Por qué?

Porque Noemí reflejaba la imagen de Dios para ella. Y eso cautivó tanto, que ella dejó a su pueblo, la casa de sus padres, sus dioses y todas las cosas atrás con la finalidad de vivir el resto de sus días junto a su suegra.

Ahí está el camino para conquistar el corazón de los maridos, mujeres, hijos, padres, suegras, en fin, todos los familiares y parientes incrédulos para el Señor Jesús. El ejemplo de vida santa y fervorosa de Noemí, logró conquistar a su nuera para el Dios de sus padres.

Continuará…

Libro: El Perfil de la Mujer de Dios

Autor: Obispo Edir Macedo

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