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La sabiduría del hombre ilumina su faz y hace que la dureza de su rostro cambie (Eclesiastés 8:1).
EL HOMBRE DE DIOS. Su amor por Dios es tan intenso y verdadero que jamás haría nada para dañarlo o avergonzarlo. Él teme a Dios y eso lo convierte en fiel a Él, a su esposa y a todos a su alrededor. Destaca de entre los demás hombres por su fidelidad, su carácter, su sabiduría y comprensión. No se encuentra en cualquier lugar – la verdad es que es muy difícil de encontrar. Este hombre especial no es un supermodelo o un superhéroe. Su apariencia es lo que menos importa una vez que lo conoces. Habla con la sabiduría de quien ya vivió mucho. Su conversación es agradable y edificante. No tiene miedo, no porque se crea mejor que los otros, sino porque sabe que siempre puede contar con el Espíritu Santo. Nada llega de forma fácil para él, pero acepta cada desafío y, por la fe, los vence todos. Es una inspiración para los otros y, a través de su vida, Dios es glorificado. Es un verdadero príncipe y, cuando te casas con él, tendrás su amor y su fidelidad para toda la vida.
Te enseña, pero también sabe oírte, siente placer en tu compañía y, por eso, siempre te incluye en los momentos de diversión. Sólo con el hecho de que tú estés a su lado, le conforta y alegra. No exige mucho, solamente que tú te entregues completamente, así como él se entrega a ti. Es trabajador y no descansa hasta que consigue aquello que quiere. No es perezoso ni vago, su meta es conquistar aquello que honra a Dios. Es serio respecto a las cosas importantes de la vida y no acepta llevar las derrotas a casa. Es seguro de sí mismo y tiene todo lo que necesita, menos aquélla que lo hará completo: una esposa. Sí, éste es el sueño de toda mujer, sin embargo, él busca una esposa.
Algunas mujeres piensan que esta descripción es fantasiosa y demasiado buena para ser verdad… Eso pasa porque nunca tuvieron la suerte de conocer a un hombre de Dios.
Este hombre no tiene el reconocimiento del mundo. Los hombres que envidian su integridad intentan humillarlo. Mujeres que no perciben sus cualidades lo desprecian como si fuese un extraterrestre, pues nunca lo encuentran en los bares y pubs de la vida y no consiguen seducirlo con sus palabras e insinuaciones. No es atraído por cualquier mujer como la mayoría de los hombres – y éste es sólo un detalle más que lo hace tan diferente de la mayoría. No está buscando una novia, un lío o una aventura… ¡Él está buscando una esposa!
¿Quién como el sabio? ¿Y quién otro sabe la explicación de un asunto? La sabiduría del hombre ilumina su faz y hace que la dureza de su rostro cambie (Eclesiastés 8:1).
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