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Vacía y enferma, pero Dios cambió su historia por completo
A consecuencia de la ausencia de sus padres, Dulce Silva vivió una vida marcada por la decepción, la tristeza y una profunda depresión. Desde temprana edad, enfrentó la soledad y la falta de afecto, lo que la llevó a sentirse vacía e incomprendida. Cada intento por mejorar su vida terminaba en frustración; cuando parecía que las cosas finalmente tomarían un rumbo positivo, algo sucedía que la hundía aún más. Esa constante inestabilidad emocional la desgastaba profundamente.
Con el tiempo, Dulce fue diagnosticada con una enfermedad que no solo afectó su salud física, sino que también agravó su estado emocional. Comenzó a experimentar fuertes conflictos internos: sentimientos de culpa, miedo, inseguridad y una angustia constante que no la dejaba en paz. No encontraba sentido a su vida ni fuerzas para seguir adelante.
Fue en medio de ese oscuro escenario que Dulce conoció la Iglesia Universal. Aunque al principio llegó por curiosidad, pronto comenzó a participar de los servicios de fe. En cada reunión, escuchaba mensajes que hablaban de esperanza, de transformación y, sobre todo, del poder del Espíritu Santo. Por primera vez en mucho tiempo, comenzó a sentir que había una salida para su sufrimiento.
Con perseverancia, Dulce se entregó por completo a buscar una verdadera relación con Dios. Se despojó de su pasado, perdonó, luchó contra sus pensamientos negativos y comenzó a practicar una fe sincera y constante. Fue entonces que, en un momento especial, recibió el Espíritu Santo. Esa experiencia transformó completamente su vida.
Hoy, Dulce es una mujer renovada. La tristeza fue reemplazada por una paz que no depende de las circunstancias. La soledad ya no existe, porque dentro de ella habita la presencia de Dios. Su historia es una prueba viva de que, con fe, todo puede ser restaurado.
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