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Gracias a que abrieron sus corazones al Espíritu Santo pudieron solidificar su relación
De niño Francisco Sánchez había tenido que presenciar como sus padres derribaban su relación con la fuerza de los gritos que surgían de sus discusiones. Su papá era una persona que tenía problemas con el alcohol, lo que tornaba en una violento a la hora de ser confrontado por su madre.
Francisco Sánchez creció y su vida había alcanzado la madurez adulta, se casó con quien fuera su pareja, pero contrario a lo que él esperaba, al igual que su padre, se dejó seducir por la bebida y se entregó a ella convirtiéndose en el reflejo de su progenitor. Esta conducta replicaría en su matrimonio, atrayendo los problemas a su hogar.
Intentó en reiteradas ocasiones probando en diferentes religiones, pero como entraba, igual salía, sin poder encontrar esas respuestas que necesitaba para restaurar su vida. Asegura que dentro de él existía un profundo deseo por cambiar, pero sus intentos eran en vano. No lograba controlar su conducta violenta.
Un día se animó a aceptar la invitación por parte de su suegro, quien ya lo había invitado en reiteradas ocasiones, al regresar a su hogar, parecía no ser reconocido incluso por su propia esposa, quien veía en él una luz nunca antes vista. La convicción de Francisco Sánchez fue tan fuerte, que a la semana siguiente asistió de nuevo, esta vez con su esposa, para juntos restaurar su hogar y dejar toda la oscuridad en el pasado.
Gracias a que abrieron sus corazones al Espíritu Santo pudieron solidificar su relación con el amor que recibían y acabar con las discusiones, sentimiento que floreció gracias a que caminan agarrados de la mano por el sendero de Dios.
Testimonio Francisco Sánchez.
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