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Hay marcas en todos los rincones de nuestro corazón. Heridas que se convertirán en cicatrices con el tiempo. Nadie lo entiende…
EL PUENTE
Existe un clamor en lo más íntimo de cada mujer. Una historia triste que contar, una frustración que superar y un pasado que debería ser enterrado.
Hay marcas en todos los rincones de nuestro corazón. Heridas que se convertirán en cicatrices con el tiempo. Nadie lo entiende…
¿Cómo podrían entenderlo? Esas marcas son personales y profundas. Una persona nunca podrá comprender lo que pasa en el corazón de uno. El corazón es un lugar desconocido. Siempre que se escucha una canción triste o un determinado comentario, es difícil contener las lágrimas que vienen de lo más íntimo. Algunas mujeres intentan luchar contra esos tristes y dolorosos recuerdos, sin embargo, es difícil ignorar tamañas cicatrices que prácticamente nos dejan deformadas. Otras mujeres viven día a día en un estado depresivo constante, como si la vida fuese un peso que deben cargar hasta el fin de sus días.
Por mucho que odiamos admitirlo, toda mujer de Dios pasa por sufrimientos en la vida. Decepciones, heridas, ingratitud, humillaciones, desprecios, escarnios y soledad son solamente algunas de las situaciones por las que pasamos durante nuestra vida para que nos volvamos más fuertes y maduras. Como si fuese un largo puente dañado que tuviésemos que atravesar para adquirir un estado espiritual mejor. Durante la travesía de este puente nos arañamos, nos dañamos y, a veces podemos hasta rompernos una pierna.
En el momento en que alcanzamos el otro lado, nos volvemos mujeres completamente diferentes. Tenemos cicatrices por todas partes, pero también tenemos una fuerza interior que solamente nuestras propias experiencias pueden proporcionarnos. Sin embargo, no todas llegan al otro lado del puente al mismo tiempo. Algunas lo atraviesan más rápido que otras, pues cada vez que se caen o se dañan durante la caminata aprenden a hacerlo mejor para la próxima vez que lo intenten, siendo más cautelosas. Otras van cayéndose y dañándose, pero siguen sin aprender de sus errores, de manera que van retrasadas.
Cuanto más fuerte sea la mujer, más lejos estará en el puente. Se cae, como todas, pero se recupera rápidamente y continúa su caminata. Cuanto más inteligente sea, más rápidamente llegará al otro extremo, pues no pierde el tiempo mirando cómo las otras personas están atravesando sus propios puentes. Cuando finalmente atravesamos un puente, aparece otro que es todavía más difícil. Así es la vida: o somos vencedoras o somos perdedoras. A algunas personas les gusta quedarse entre los puentes para hacerse daño otra vez, pero, no llegarán a ningún lugar.
Cuantas más cicatrices tengamos, más fuertes y exitosas seremos. Si evitamos las cicatrices nunca tendremos aquello que deseamos, pues todo lo que es bueno tiene su precio – cuanto más grande, más sacrificio tendrá que realizar para alcanzarlo.