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¿Qué es, de hecho, ganar almas? (Parte 2)

Ah, ¡cómo necesitamos aprender de nuestro Señor lo que realmente significa ganar almas!

El oro y el Altar

(Parte 2)

El Hijo de Dios también recibió a Nicodemo, tarde a la noche, en un horario nada convencional. Incluso sabiendo acerca de su ignorancia espiritual, el Salvador le dio a aquel maestro de la Ley una de las más valiosas instrucciones sobre el nuevo nacimiento. A pesar de ser una sola la persona a ser enseñada, el Señor Jesús le dedicó toda Su atención (Juan 3:1-21).

 Jesús Se hospedó en la casa de Zaqueo, un hombre que era despreciado por todos porque era el jefe de los cobradores de impuestos (vea Lucas 19:1-10). Allá, Él salvó no solo a Zaqueo, sino también a toda su casa, y sintetizó Su misión de la siguiente manera: “…porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

 Por lo tanto, evangelizar no es hacer proselitismo, como los maestros de Israel hacían, ni dar folletos o solo llevar a alguien a la iglesia, sino ver que aquel que está perdido, infeliz y afligido se encuentra en esa situación porque salió de su lugar de protección – las Manos de su Creador – y, a partir de entonces, intentar ayudarlo a volver a Dios. De esa manera, tal persona alcanzará la mejor posición en este mundo: la de hija del Altísimo, y así tendrá de vuelta los privilegios que un día el diablo le robó.

Ah, ¡cómo necesitamos aprender de nuestro Señor lo que realmente significa ganar almas!

No podemos pensar que Dios mide al ser humano por nuestros estándares y mira con nuestros ojos. Definimos lo que es bonito o feo, pobre o rico, culto o inculto, simpático o antipático, educado o maleducado por aquello que vemos exteriormente. Pero Dios ve a todos los hombres como ALMA.

Además, el Todopoderoso no analiza a algo o a alguien según nuestros conceptos; por eso, Él no rotula a alguien como bueno o malo, porque muchos de aquellos que juzgamos que son buenos y correctos están más perdidos, a Sus ojos, que muchos impíos.

De esa forma, mientras los ojos del siervo estén fijos en cosas terrenales (el oro), no tendrá sensibilidad para ver los dolores más profundos del alma de su semejante. Tampoco tendrá capacidad para discernir entre la prioridad celestial (la Salvación de las almas) y las prioridades terrenales (sus anhelos personales). La visión de quien está mal espiritualmente está embotada, por eso sus percepciones son siempre contrarias a la realidad Divina.

Si aún no ha leído la primera parte, ingrese en el siguiente link: ¿Qué es, de hecho, ganar almas? Parte 1

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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