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“Bendiciones maldecidas”

Si, por un lado, el ser humano, en general, se acomoda a las situaciones que vive, por otro, Dios reacciona contra aquello que Le desagrada.

“Bendiciones maldecidas”

Si, por un lado, el ser humano, en general, se acomoda a las situaciones que vive, por otro, Dios reacciona contra aquello que Le desagrada.

Las personas pueden incluso transgredir Su Palabra, burlarse de ella o cometer injusticias, pensando que todo quedará así. Pero, cuando menos lo esperen, sufrirán las consecuencias de sus actos. El hecho de que no cosechen enseguida el fruto amargo de sus pecados no significa que no lo cosecharán algún día.

Los pecados suelen traer satisfacción inmediata, pero también limitada. Eso lleva al transgresor a continuar su práctica hasta verse totalmente preso en ella. Así sucedió con aquellos religiosos de la época de Malaquías. De modo lento, comenzaron a desviarse de las Instrucciones Divinas y, con el pasar de los años, se tornaron perdidos.

Ningún desprecio a Dios queda sin consecuencia. Podemos ver eso en la bendición concedida a Su pueblo, la cual sufriría alteración.

“…Enviaré sobre vosotros maldición, y maldeciré vuestras bendiciones; y en verdad, ya las he maldecido, porque no lo habéis decidido de corazón.” (Malaquías 2:2)

Al decir “maldeciré vuestras bendiciones”, el Todopoderoso estaba afirmando que todas las dádivas que Él les había concedido a los sacerdotes serían transformadas en maldición.

La consecuencia de la desobediencia de estos hombres alcanzaría también a la autoridad que ellos habían recibido de Dios, por intermedio de Moisés, para bendecir al pueblo.

Este pronunciamiento, conocido como la “bendición sacerdotal” (Números 6:22-26), determinaba protección, seguridad, paz y el favor de Dios para con Israel. Pero, ya que los sacerdotes estaban lejos de la voluntad del Altísimo, sus declaraciones de victoria serían revertidas en derrotas. En otras palabras, en vez de vida, vendría muerte; en lugar de salud, recibirían enfermedad. Además, sus fuentes de alegría se tornarían fuentes de tristeza, y lo que un día había sido motivo de honra sería transformado en motivo de vergüenza.

Así, entendemos que, al privar a los sacerdotes de bendiciones, el Altísimo deseaba que Sus ventajas fueran disfrutadas con fidelidad y gratitud a Él, de modo que, por intermedio de ellas, las personas Lo honrasen aún más.

Los religiosos estaban disfrutando de los beneficios concedidos por Dios en medio de los pecados que cometían, por eso sus privilegios les fueron quitados; a fin de cuentas, es incoherente que una persona abandone la fe para vivir en las tinieblas y que aun así continúe disfrutando las bendiciones que antes poseía.

Cuando el SEÑOR dijo, “he aquí Yo reprenderé a vuestra descendencia” (Malaquías 2:3), indicó que aquellos siervos infieles habían despreciado y profanado Su Nombre de manera consciente. Por ese motivo, sus simientes serían reprobadas, es decir, no tendrían descendientes para darle continuidad al oficio sagrado. Esa sentencia muestra también que ellos no iban a tener éxito en nada de lo que emprendieran.

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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