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Poco a poco, encontró algo que nunca había tenido: la ayuda de Dios
Leonor Hidalgo creció en un ambiente de violencia y confusión. Cuando apenas era una niña, vivió uno de los momentos más traumáticos de su vida: su madre, en un arrebato de furia, casi mata a su padre. Esa experiencia marcó su corazón, dejándole heridas profundas y muchas preguntas sin respuesta. Con el tiempo, al llegar a la adolescencia, sintió que no podía seguir en ese hogar y decidió marcharse. Buscaba paz, pero lo que encontró fue más dolor.
Ya siendo joven, conoció a un hombre con quien se casó, esperando formar una familia feliz. Sin embargo, en medio del embarazo, él la abandonó. No quiso saber más de ella ni de la hija que venía en camino. Leonor cayó en una profunda tristeza. Creía que su vida no tenía propósito, y el resentimiento que llevaba dentro creció tanto, que terminó proyectándolo sobre su propia hija. Llegó incluso a odiarla, sin entender por qué. Fue en ese momento de oscuridad que su padre la invitó a asistir a la Iglesia Universal.
Al principio, dudó, pero decidió ir. Allí, poco a poco, encontró algo que nunca había tenido: la ayuda de Dios. Comenzó a sanar, a perdonar, y a sentir paz y armonía en su corazón. En un giro inesperado, su esposo la llamó, le pidió perdón, y le propuso comenzar de nuevo. Con fe renovada, se casaron en la iglesia, esta vez bajo la bendición de Dios. Hoy son una pareja feliz y fiel.
Leonor afirma con convicción que su mayor conquista fue recibir el Espíritu Santo. Gracias a Él, ama profundamente a su hija, con quien ahora mantiene una relación hermosa. Su vida fue transformada, y todo comenzó cuando permitió que Dios entrara en su corazón.
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