Noticias | - 11:04 am
Y él me respondió: Puedes hablar
LA TENSIÓN DE LA SALA
Como conté anteriormente, cuando encontré a Cristiane apenas la tercera vez, después de dos encuentros muy breves y siempre muy vigilados, ella me dijo: “Tienes que hablar con mi padre”. Y cortó la conversación conmigo a partir de entonces. Esa era la primera vez que una muchacha me decía eso. Por primera vez vi una verdadera barrera entre una potencial novia y yo.
Eso me elevó a la altura del desafío. Al contrario de desanimarme, la actitud de Cristiane hizo que me preguntara: “¿Qué chica es esa?”. Yo comencé a quererla aún más.
Cinco días después yo estaba allí en la iglesia donde su padre trabajaba, un viernes, alrededor de las diez de la noche, pidiéndole que me diera algunos minutos. Yo había trabajado todo el día hasta las nueve. Me bañé, me puse mi mejor camisa y corbata y salí del otro lado de la ciudad, alguien me acercó hasta allí, para encontrarme con él. Me sentí como si estuviera tirándome en paracaídas, pero sin paracaídas… Durante todo el camino fui ensayando lo que iba a decirle e imaginándome la escena en mi mente. Él recibiéndome en su oficina, me pediría que me sentara y yo expondría mis grandes y mejores intenciones. Él me preguntaría sobre mi pasado y yo le contaría que había sido el mejor alumno de mi clase, lo lindo que era para mi madre e incluso que yo mismo había elegido esa corbata y esa camisa. Él me escucharía atentamente, balancearía la cabeza como aprobación y al final me diría: “Será un placer permitir que mi hija esté de novia contigo”.
Este pobre inocente que les escribe ni sabía lo que estaba por venir.
Anuncié mi llegada y después de media hora fui llamado hasta la sala donde él estaba. A partir de entonces, la escena se convirtió en una mezcla de “El Padrino” con “Viernes 13”.
Entré a la sala y había unas diez personas, hombres y mujeres, alrededor de una mesa ovalada y el padre de Cristiane en la punta del otro lado. Claramente estaban en una reunión y yo estaba interrumpiendo. Todos los ojos estaban puestos en mí y un silencio ensordecedor. Le dije:
— Me gustaría hablar con usted. Es sobre su hija.
Y él me respondió:
— Puedes hablar.
.
.
.