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La mujer luchadora (parte I)

No importa lo ocupada que esté, siempre tiene tiempo para Dios, para sí misma, para la familia y para el trabajo

La mujer luchadora (parte I)

LA MUJER LUCHADORA ¿Cómo podré encargarme de tantas cosas a la vez?  Ésta es la pregunta que muchas mujeres tienen en mente. De alguna forma, estamos adiestradas para pensar que siempre tenemos mucho que hacer y que los hombres jamás serían capaces de soportar la presión que nosotras, las mujeres, soportamos en casa y en el trabajo. No es que Dios nos haya creado para ser esclavas, sino que fuimos hechas con el fin de compensar lo que les falta a los hombres, siendo más detallistas, siendo previsoras, organizando nuestro tiempo y embelleciendo todo lo que está a nuestro alrededor. Aun así, si no somos capaces de cumplir con nuestro papel, nos sentimos inútiles y frustradas. Por eso es tan importante que tengamos un control total de nuestra vida en todos los aspectos.

Una de las características más apreciadas en una mujer luchadora es la eficiencia con la que enfrenta asuntos importantes. Es interesante ver cómo es capaz de cuidar de la casa y del trabajo al mismo tiempo y, aun así, terminar el día con una óptima apariencia.  No son muchas las mujeres que consiguen lidiar con un estilo de vida agitado. ¡O ellas trabajan, trabajan, trabajan y terminan el día con una óptima apariencia!  No son muchas las mujeres que consiguen lidiar con un estilo de vida agitado. ¡O ellas trabajan, trabajan, trabajan y terminan el día con un aspecto horrible, o se mantienen bonitas sin conseguir terminar sus tareas! Y ése es un gran error, porque ¿cómo podrá Dios prosperar las obras de sus manos si no hay obras? Tiene que haber equilibrio. Además, el equilibrio es esencial en todas las áreas de nuestra vida:  espiritual, económica, sentimental, emocional, familiar, etc. Yo ya perdí la cuenta de cuántas mujeres vinieron hasta mí con problemas ocasionados justamente por la falta de equilibrio.  Todo se convierte en un caos y la persona acaba perdiendo el control de la propia vida. Pero, la mujer de Dios, tiene siempre el control. No importa lo ocupada que esté, siempre tiene tiempo para Dios, para sí misma, para la familia y para el trabajo.

Cuando Dios creó el mundo, no lo hizo de la noche a la mañana o empleó más tiempo del necesario para ejecutar el trabajo. Él hizo todo en su debido tiempo y, además, descansó.  Fíjate que el Propio Dios designó un tiempo para Su descanso – ¿qué nos dice esto al respecto? Todo lo que Él creó era bueno y perfecto. Nada quedó incompleto o mal hecho por haber sido realizado con prisas. En la condición de Sus hijas, debemos hacer lo mismo en nuestra vida. Todo lo que hagamos debe ser bueno y perfecto.  Nada debe ser hecho con prisas, de manera que, al mirar hacia atrás, lleguemos a la triste conclusión de que lo podríamos haber hecho mucho mejor. Eso incluye nuestra relación con Dios, nuestra salud, nuestro matrimonio, la educación de los hijos, el cuidado de la casa y de nuestro trabajo.

Continuará… 
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