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Y uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, vino y habló conmigo, diciendo: Ven; te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas; con ella los reyes de la tierra cometieron actos inmorales, y los moradores de la tierra fueron embriagados con el vino de su inmoralidad. Y me llevó en el Espíritu a un desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata, llena de nombres blasfemos, y que tenía siete cabezas y diez cuernos.
La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas, y tenía en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de las inmundicias de su inmoralidad, y sobre su frente había un nombre escrito, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús. Y al verla, me asombré grandemente. — Apocalipsis 17:1-6
Del capítulo 17 hasta el comienzo del 19, Apocalipsis nos da una descripción gráfica y detallada de la “gran ramera”, Babilonia, claramente identificada como Roma, como veremos más adelante — y también de la bestia sobre la cual montaba, que representa a todos los reinos que domina. La caída de la madre de las prostituciones y abominaciones de la Tierra también es descripta, concluyendo con un himno de victoria y alabanza por su destrucción. Esta ciudad nos es presentada como el antro de perversidad de todo el mundo, en contraste con la Nueva Jerusalén, que nos será presentada en los capítulos 21 y 22.
Sabemos que la prostitución es el intercambio consciente de favores sexuales por dinero; sin embargo, a veces, la Biblia usa esta palabra en sentido figurado, para designar a la prostitución espiritual, o sea, al abandono del primer amor, de la fe pura y genuina, y de la fidelidad a Dios. La Iglesia Primitiva nació pura y permaneció así mientras era perseguida por los emperadores romanos. Sin embargo, el diablo cambió de estrategia, pues vio que cuanto más perseguía y mataba a los cristianos, más estos crecían en número y en fe. Él, entonces, simuló la falsa conversión del emperador Constantino, y el cristianismo se convirtió en la religión oficial en todo el territorio dominado por Roma; sin embargo, prácticas de cultos paganos fueron mezcladas con el cristianismo y la Palabra de Dios perdió su valor por tradiciones creadas por los hombres en esta nueva religión romana. A partir de entonces, la Iglesia se sumergió en la era de las tinieblas. Es decir, dejó de seguir al Evangelio anunciado por el Señor Jesús y por Sus apóstoles y se tornó un sistema religioso cruel y profano.
Los cristianos pasaron a formar parte del Imperio Romano y comenzaron a disfrutar de sus ventajas. La lujuria, el poder pasajero y las satisfacciones carnales fueron borrando la pureza de la fe y la dependencia de Dios. Esa alianza le impuso a la Iglesia cristiana una gran comodidad espiritual, y esa fue su ruina. Así, de virgen pura e inmaculada, la Iglesia pasó a la condición de meretriz, e incluso de madre de las meretrices y de las abominaciones de la Tierra. Por haber abandonado al Señor Jesús y haberse unido a los reyes de este mundo a cambio de favores, proporcionó el nacimiento de una gama de religiones, sectas y filosofías religiosas radicalmente opuestas a las Sagradas Escrituras.
La reacción del apóstol Juan, al ver a la mujer que representa a la religión romana y apóstata, se justifica plenamente. Él formaba parte de aquella Iglesia tan perseguida, pero ahora, en su visión, ella está “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús”. Él no podía entender el hecho de que sus hermanos habían pasado de la condición de perseguidos a la condición de perseguidores; de instrumentos del Espíritu Santo a instrumentos de Satanás. Quien conoce un poco de Historia sabe que Babilonia tiene un pasado grabado con letras de sangre. Exterminó cruelmente a muchos seguidores del Señor Jesús a lo largo de los siglos. Los más terribles métodos e instrumentos de tortura fueron creados por ella.
Continuará…
Libro: La Tierra va a Prenderse Fuego
Autor: Obispo Renato Cardoso
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