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Todos aquellos que son Hijos de la Promesa, no buscan más las bendiciones, sino que se convierten en conquistadores de las Promesas de Dios y por lo consiguiente ellos tienen el poder de bendecir a otros
“Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”. (Romanos 9:8). Los hijos de la carne, son aquellos hijos biológicos de padre y madre. Y aquellos que Dios considera sus hijos son aquellos que han nacido de Él, esto es, que han recibido el Espíritu Santo. Cuando uno nace de Dios, la mentalidad y el corazón son transformados y como consecuencia se comienza a vivir por la fe. Eso lleva a vivir permanentemente en la dependencia de Dios.
Quien se torna en un hijo (a) de Dios, se convierte en hijo (a) de la Promesa. Y es por lo consiguiente que no se aceptará no ver las Promesas de Él cumpliéndose en su vida. Por ejemplo, quien es hijo (a) de la Promesa, es templo del Espíritu Santo, pero sigue siendo un ser humano, por lo que está propenso a contraer una enfermedad. Pero, quien es hijo de la Promesa de ninguna manera aceptará esa situación en su vida. Porque, es nacido de Dios y por lo tanto tiene el conocimiento que en la Palabra de Dios hay una promesa escrita que Él llevó nuestras enfermedades (Isaías 53:4). Lo que caracteriza a los hijos de la Promesa es que ellos persiguen la Promesa, esto es, no aceptan no ver la Palabra de Dios cumpliéndose en su vida y eso los lleva a luchar hasta lograr la respuesta.
La Biblia habla de un hombre llamado Jacob, el cual luchó con Dios hasta ser bendecido. (Génesis 32,33). La razón era porque Dios le había prometido a Jacob que regresará a su tierra y que ahí también lo prosperaría y haría su descendencia como la arena del mar (Génesis 32:12). En obediencia a esa Promesa, Jacob estaba yendo al encuentro de su hermano Esaú. Pero, Esaú lo estaba buscando para matarlo, ¿cómo revertir esa situación? Jacob tenía incluso las condiciones para vencer a su hermano, pero él quería depender de Dios y confiar en la Promesa que Él le había hecho, fue así que él usó todos los recursos que tenía para evitar tener un enfrentamiento con su hermano. Fue en ese momento que Jacob comenzó a luchar con Dios, cobrando la Promesa de lo que Él le había prometido.
La biblia describe que Jacob no descansó e insistió por la promesa verla cumplida en su vida. Después de la lucha que Jacob tuvo con Dios, Él lo bendijo y la situación se transformó. Jacob tuvo un buen encuentro con su hermano y no sólo eso, la Promesa se cumplió en la vida de él. A partir de ese momento él también tuvo el poder para bendecir.
En la actualidad no es diferente porque todos aquellos que son Hijos de la Promesa, no buscan más las bendiciones, sino que se convierten en conquistadores de las Promesas de Dios. Es por lo consiguiente que ellos tienen el poder de bendecir a otros. Los hijos de la Promesa saben que tienen que tener una comunión con Dios a través de los siguientes aspectos: la oración, el ayuno y la meditación en la biblia. Pero, también saben que ellos sólo podrán ver esas Promesas en su vida si existe sacrificio y la manifestación de la fe. Y para llegar a la conquista de esas promesas habrá desafíos, luchas, pruebas… Pero, como hijo de la Promesa se sabe que Dios dará las condiciones para tomar posesión de las Promesas de Dios.
Si usted se considera un Hijo de la Promesa, no puede aceptar no tomar posesión de las promesas que Dios tiene para Sus Hijos, luche con Él, insista, sométase a Su Voluntad y no desista hasta ver la Promesa de Él cumpliéndose en su vida. Dios les bendiga.