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Lea la Biblia en un año:181º día

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Josué 2

Rahab protege a los espías

Luego Josué envió en secreto a dos espías desde el campamento israelita que estaba en la arboleda de Acacias[a] y les dio la siguiente instrucción: «Exploren bien la tierra que está al otro lado del río Jordán, especialmente alrededor de la ciudad de Jericó». Entonces los dos hombres salieron y llegaron a la casa de una prostituta llamada Rahab y pasaron allí la noche.

Pero alguien le avisó al rey de Jericó: «Unos israelitas vinieron aquí esta noche para espiar la tierra». Entonces el rey de Jericó le envío una orden a Rahab: «Saca fuera a los hombres que llegaron a tu casa, porque han venido a espiar todo el territorio».

Rahab, quien había escondido a los dos hombres, respondió: «Es cierto, los hombres pasaron por aquí, pero yo no sabía de dónde venían. Salieron de la ciudad al anochecer, cuando las puertas estaban por cerrar. No sé hacia dónde fueron. Si se apresuran, probablemente los alcancen». (En realidad, la mujer había llevado a los hombres a la azotea de su casa y los había escondido debajo de unos manojos de lino que había puesto allí). Entonces los hombres del rey buscaron a los espías por todo el camino que lleva a los vados del río Jordán. Y justo después que los hombres del rey se fueron, cerraron la puerta de Jericó.

Esa noche, antes de que los espías se durmieran, Rahab subió a la azotea para hablar con ellos. Les dijo:

—Sé que el Señor les ha dado esta tierra. Todos tenemos miedo de ustedes. Cada habitante de esta tierra vive aterrorizado. 10 Pues hemos oído cómo el Señor les abrió un camino en seco para que atravesaran el mar Rojo[b] cuando salieron de Egipto. Y sabemos lo que les hicieron a Sehón y a Og, los dos reyes amorreos al oriente del río Jordán, cuyos pueblos ustedes destruyeron por completo.[c] 11 ¡No es extraño que nuestro corazón esté lleno de temor! A nadie le queda valor para pelear después de oír semejantes cosas. Pues el Señor su Dios es el Dios supremo arriba, en los cielos, y abajo, en la tierra.

12 »Ahora júrenme por el Señor que serán bondadosos conmigo y con mi familia, ya que les di mi ayuda. Denme una garantía de que, 13 cuando Jericó sea conquistada, salvarán mi vida y también la de mi padre y mi madre, mis hermanos y hermanas y sus familias.

14 —Te ofrecemos nuestra propia vida como garantía por la tuya—le prometieron ellos—. Si no nos delatas, cumpliremos nuestra promesa y seremos bondadosos contigo cuando el Señor nos dé la tierra.

15 Entonces, dado que la casa de Rahab estaba construida en la muralla de la ciudad, ella los hizo bajar por una cuerda desde la ventana.

16 —Huyan a la zona montañosa—les dijo—. Escóndanse allí de los hombres que los están buscando por tres días. Luego, cuando ellos hayan vuelto, ustedes podrán seguir su camino.

17 Antes de partir, los hombres le dijeron:

—Estaremos obligados por el juramento que te hemos hecho solo si sigues las siguientes instrucciones: 18 cuando entremos en esta tierra, tú deberás dejar esta cuerda de color escarlata colgada de la ventana por donde nos hiciste bajar; y todos los miembros de tu familia—tu padre, tu madre, tus hermanos y todos tus parientes—deberán estar aquí, dentro de la casa. 19 Si salen a la calle y los matan, no será nuestra culpa; pero si alguien les pone la mano encima a los que estén dentro de esta casa, nos haremos responsables de su muerte. 20 Sin embargo, si nos delatas, quedaremos totalmente libres de lo que nos ata a este juramento.

21 —Acepto las condiciones—respondió ella.

Entonces Rahab los despidió y dejó la cuerda escarlata colgando de la ventana.

22 Los espías subieron a la zona montañosa y se quedaron allí tres días. Los hombres que los perseguían los buscaron por todas partes a lo largo del camino pero, al final, regresaron sin éxito.

23 Luego, los dos espías descendieron de la zona montañosa, cruzaron el río Jordán y le informaron a Josué todo lo que les había sucedido: 24 «El Señor nos ha dado el territorio—dijeron—, pues toda la gente de esa tierra nos tiene pavor».

Salmos 123, 124 y 125

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

123 Levanto mis ojos a ti,
    oh Dios, entronizado en el cielo.
Seguimos buscando la misericordia del Señor nuestro Dios,
    así como los sirvientes fijan los ojos en su amo
    y la esclava observa a su ama, atenta al más mínimo gesto.
Ten misericordia de nosotros, Señor, ten misericordia,
    porque ya estamos hartos de tanto desprecio.
Ya estamos más que hartos de las burlas de los orgullosos
    y del desprecio de los arrogantes.

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén. Salmo de David.

124 ¿Qué habría ocurrido si el Señor no hubiera estado de nuestro lado?
    Que todo Israel repita:
¿Qué habría ocurrido si el Señor no hubiera estado de nuestro lado
    cuando nos atacaron?
Nos habrían tragado vivos
    en el ardor de su enojo.
Las aguas nos habrían envuelto;
    un torrente nos habría inundado.
Así es, las impetuosas aguas de su furia
    nos habrían ahogado hasta la vida misma.

¡Alaben al Señor,
    quien no permitió que nos despedazaran con sus dientes!
Escapamos como un pájaro de la trampa del cazador;
    ¡la trampa se rompió y somos libres!
Nuestra ayuda viene del Señor,
    quien hizo el cielo y la tierra.

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

125 Los que confían en el Señor están seguros como el monte Sion;
    no serán vencidos, sino que permanecerán para siempre.
Así como las montañas rodean a Jerusalén,
    así rodea el Señor a su pueblo, ahora y siempre.
Los perversos no gobernarán la tierra de los justos,
    porque entonces los justos podrían ser tentados a hacer el mal.
Oh Señor, haz bien a los que son buenos,
    a los que tienen el corazón en armonía contigo.
Pero expulsa a los que recurren a caminos torcidos, oh Señor;
    llévatelos junto con aquellos que hacen el mal.

¡Que Israel tenga paz!

Isaías 62

Isaías ora por Jerusalén

62 Debido a que amo a Sion,
    no me quedaré quieto.
Debido a que mi corazón suspira por Jerusalén,
    no puedo quedarme callado.
No dejaré de orar por ella
    hasta que su justicia resplandezca como el amanecer
    y su salvación arda como una antorcha encendida.
Las naciones verán tu justicia
    y los líderes del mundo quedarán cegados por tu gloria.
Tú recibirás un nombre nuevo
    de la boca del Señor mismo.
El Señor te sostendrá en su mano para que todos te vean,
    como una corona espléndida en la mano de Dios.
Nunca más te llamarán «La ciudad abandonada»[a]
    ni «La tierra desolada»[b].
Tu nuevo nombre será «La ciudad del deleite de Dios»[c]
    y «La esposa de Dios»[d],
porque el Señor se deleita en ti
    y te reclamará como su esposa.
Tus hijos se dedicarán a ti, oh Jerusalén,
    como un joven se dedica a su esposa.
Entonces Dios se regocijará por ti
    como el esposo se regocija por su esposa.

Oh Jerusalén, yo he puesto centinelas en tus murallas;
    ellos orarán continuamente, de día y de noche.
    No descansen, ustedes que dirigen sus oraciones al Señor.
No le den descanso al Señor hasta que termine su obra,
    hasta que haga de Jerusalén el orgullo de toda la tierra.
El Señor le ha jurado a Jerusalén por su propia fuerza:
    «Nunca más te entregaré a tus enemigos;
nunca más vendrán guerreros extranjeros
    para llevarse tu grano y tu vino nuevo.
Ustedes cultivaron el grano, y ustedes lo comerán,
    alabando al Señor.
Dentro de los atrios del templo,
    ustedes mismos beberán el vino que prensaron».

10 ¡Salgan por las puertas!
    ¡Preparen la carretera para el regreso de mi pueblo!
Emparejen el camino, saquen las rocas
    y levanten una bandera para que la vean todas las naciones.
11 El Señor ha enviado el siguiente mensaje a cada país:
    «Díganle al pueblo de Israel:[e]
“Miren, ya viene su Salvador.
    Vean, él trae consigo su recompensa”».
12 Serán llamados «El pueblo santo»
    y «El pueblo redimido por el Señor».
Y Jerusalén será conocida como «El lugar deseable»
    y «La ciudad ya no abandonada».