Noticias | - 11:48 am
Exodo 15
15 Entonces Moisés y el pueblo de Israel entonaron el siguiente cántico al Señor:
«Cantaré al Señor,
porque ha triunfado gloriosamente;
arrojó al mar al caballo y al jinete.
2 El Señor es mi fuerza y mi canción;
él me ha dado la victoria.
Él es mi Dios, y lo alabaré;
es el Dios de mi padre, ¡y lo exaltaré!
3 El Señor es un guerrero;
¡Yahveh[a] es su nombre!
4 Arrojó al mar
a los carros y al ejército del faraón.
Los mejores oficiales del faraón
se ahogaron en el mar Rojo.[b]
5 Las aguas profundas brotaron con fuerza y los cubrieron;
como piedras se hundieron hasta el fondo.
6 »Tu mano derecha, oh Señor,
es gloriosa en poder.
Tu mano derecha, oh Señor,
aplasta al enemigo.
7 Con la grandeza de tu majestad,
derribas a los que se levantan contra ti.
Desatas tu ardiente furia
y los consume como a paja.
8 Al soplido de tu aliento,
¡las aguas se apilaron!
El impetuoso oleaje se quedó firme como un muro;
en el corazón del mar las aguas se endurecieron.
9 »El enemigo se jactaba diciendo:
“Los perseguiré
y los alcanzaré.
Los despojaré
y los consumiré.
Sacaré mi espada;
mi mano poderosa los destruirá”.
10 Pero tú soplaste con tu aliento,
y el mar los cubrió.
Se hundieron como plomo
en las poderosas aguas.
11 »Oh Señor, entre los dioses, ¿quién es como tú:
glorioso en santidad,
imponente en esplendor,
autor de grandes maravillas?
12 Levantaste tu mano derecha,
y la tierra se tragó a nuestros enemigos.
13 »Con tu amor inagotable
guías al pueblo que redimiste.
Con tu poder los guías
a tu hogar sagrado.
14 Lo oyen los pueblos y tiemblan;
la angustia se apodera de los que viven en Filistea.
15 Los líderes de Edom están aterrados;
los nobles de Moab tiemblan.
Todos los que viven en Canaán se desvanecen;
16 terror y espanto caen sobre ellos.
El poder de tu brazo
los deja sin vida, como una piedra,
hasta que tu pueblo haya pasado, oh Señor,
hasta que haya pasado el pueblo que compraste.
17 Tú lo traerás y lo plantarás en tu propio monte,
el lugar, oh Señor, reservado para tu morada,
el santuario, oh Señor, que tus manos establecieron.
18 ¡El Señor reinará por siempre y para siempre!».
19 Cuando los carros de guerra, sus conductores y los caballos del faraón entraron al mar, el Señor hizo que las aguas cayeran con fuerza sobre ellos. ¡Pero el pueblo de Israel había cruzado por en medio del mar, pisando tierra seca!
20 Entonces la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas. 21 Y Miriam entonaba este cántico:
«Canten al Señor,
porque ha triunfado gloriosamente;
arrojó al mar al caballo y al jinete».
22 Entonces Moisés guio al pueblo de Israel lejos del mar Rojo, y se internaron en el desierto de Shur. Viajaron por este desierto durante tres días sin encontrar agua. 23 Cuando llegaron al oasis de Mara, no pudieron beber el agua porque era demasiado amarga. Por eso llamaron al lugar Mara (que significa «amarga»).
24 Entonces la gente se quejó y se puso en contra de Moisés. «¿Qué vamos a beber?», reclamaron. 25 Así que Moisés clamó al Señor por ayuda, y él le mostró un trozo de madera. Moisés echó la madera al agua, y el agua se volvió potable.
Fue allí, en Mara, donde el Señor estableció el siguiente decreto como una norma para probar la fidelidad del pueblo. 26 Les dijo: «Si ustedes escuchan atentamente la voz del Señor su Dios y hacen lo que es correcto ante sus ojos, obedeciendo sus mandatos y cumpliendo todos sus decretos, entonces no les enviaré ninguna de las enfermedades que envié a los egipcios; porque yo soy el Señor, quien los sana».
27 Después de salir de Mara, los israelitas viajaron hasta el oasis de Elim, donde encontraron doce manantiales y setenta palmeras. Y acamparon allí, junto a las aguas.
Lucas 19
19 Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad. 2 Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos de la región y se había hecho muy rico. 3 Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud. 4 Así que se adelantó corriendo y se subió a una higuera sicómoro que estaba junto al camino, porque Jesús iba a pasar por allí.
5 Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo!—le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».
6 Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa; 7 pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: «Fue a hospedarse en la casa de un pecador de mala fama».
8 Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo:
—Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.
9 Jesús respondió:
—La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham. 10 Pues el Hijo del Hombre[a] vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.
11 La multitud escuchaba todo lo que Jesús decía, y como ya se acercaba a Jerusalén, les contó una historia para corregir la idea de que el reino de Dios comenzaría de inmediato. 12 Les dijo: «Un hombre de la nobleza fue llamado a un país lejano para ser coronado rey y luego regresar. 13 Antes de partir, reunió a diez de sus siervos y dividió entre ellos cinco kilos de plata,[b] diciéndoles: “Inviertan esto por mí mientras estoy de viaje”; 14 pero sus súbditos lo odiaban y enviaron una delegación tras él a decir: “No queremos que él sea nuestro rey”.
15 »Después de que lo coronaran rey, volvió y llamó a los siervos a quienes les había dado el dinero. Quería saber qué ganancias habían tenido. 16 El primer siervo informó: “Amo, invertí su dinero, ¡y multipliqué diez veces el monto inicial!”.
17 »“¡Bien hecho!—exclamó el rey—. Eres un buen siervo. Has sido fiel con lo poco que te confié, así que como recompensa serás gobernador de diez ciudades”.
18 »El siguiente siervo informó: “Amo, invertí su dinero y multipliqué cinco veces el monto original”.
19 »“¡Bien hecho!—exclamó el rey—. Serás gobernador de cinco ciudades”.
20 »Pero el tercer siervo trajo solo la suma original y dijo: “Amo, escondí su dinero para protegerlo. 21 Tenía miedo, porque usted es un hombre muy difícil de tratar, que toma lo que no es suyo y cosecha lo que no sembró”.
22 »“¡Siervo perverso!—dijo el rey a gritos—. Tus propias palabras te condenan. Si sabías que era un hombre duro que tomo lo que no es mío y cosecho lo que no sembré, 23 ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”.
24 »Luego, dirigiéndose a los otros que estaban cerca, el rey ordenó: “Quiten el dinero de este siervo y dénselo al que tiene cinco kilos”.
25 »“Pero amo—le dijeron—, él ya tiene cinco kilos”.
26 »“Sí—respondió el rey—, y a los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen. 27 En cuanto a esos enemigos míos que no querían que yo fuera su rey, tráiganlos y ejecútenlos aquí mismo en mi presencia”».
28 Después de contar esa historia, Jesús siguió rumbo a Jerusalén, caminando delante de sus discípulos. 29 Al llegar a las ciudades de Betfagé y Betania, en el monte de los Olivos, mandó a dos discípulos que se adelantaran. 30 «Vayan a la aldea que está allí—les dijo—. Al entrar, verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquí. 31 Si alguien les pregunta: “¿Por qué desatan al burrito?”, simplemente digan: “El Señor lo necesita”».
32 Así que ellos fueron y encontraron el burrito tal como lo había dicho Jesús. 33 Y, efectivamente, mientras lo desataban, los dueños les preguntaron:
—¿Por qué desatan ese burrito?
34 Y los discípulos simplemente contestaron:
—El Señor lo necesita.
35 Entonces le llevaron el burrito a Jesús y pusieron sus prendas encima para que él lo montara.
36 A medida que Jesús avanzaba, la multitud tendía sus prendas sobre el camino delante de él. 37 Cuando llegó a donde comienza la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores empezaron a gritar y a cantar mientras alababan a Dios por todos los milagros maravillosos que habían visto.
38 «¡Bendiciones al Rey que viene en el nombre del Señor!
¡Paz en el cielo y gloria en el cielo más alto!»[c].
39 Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud decían:
—¡Maestro, reprende a tus seguidores por decir cosas como esas!
40 Jesús les respondió:
—Si ellos se callaran, las piedras a lo largo del camino se pondrían a aclamar.
41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo: 42 «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos. 43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados. 44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no reconociste cuando Dios te visitó[d]».
45 Luego Jesús entró en el templo y comenzó a echar a los que vendían animales para los sacrificios. 46 Les dijo: «Las Escrituras declaran: “Mi templo será una casa de oración”, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones»[e].
47 Después de eso, enseñó todos los días en el templo, pero los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa, junto con los otros líderes del pueblo, comenzaron a planificar cómo matarlo; 48 pero no se les ocurría nada, porque el pueblo prestaba mucha atención a cada palabra que él decía.
Job 34
34 Entonces Eliú dijo:
2 «Escúchenme, ustedes hombres sabios;
presten atención, ustedes que tienen conocimiento.
3 Job dijo: “El oído pone a prueba las palabras que oye,
igual que la boca distingue los sabores”.
4 Así que, juzguemos por nosotros mismos lo que es correcto;
aprendamos juntos lo que es bueno.
5 Pues Job también dijo: “Yo soy inocente,
pero Dios ha quitado mis derechos.
6 Soy inocente, pero me llaman mentiroso;
mi sufrimiento es incurable, aunque yo no haya pecado”.
7 »Díganme, ¿hubo una vez un hombre como Job,
con sed de conversaciones irreverentes?
8 Él escoge como compañeros a hombres malvados;
pasa su tiempo con hombres perversos.
9 Ha llegado a decir: “¿Por qué malgastar el tiempo
intentando agradar a Dios?”.
10 »Escúchenme, ustedes que tienen entendimiento.
¡Todo el mundo sabe que Dios no peca!
El Todopoderoso no puede hacer nada malo.
11 Él paga a las personas según lo que hayan hecho;
las trata como se merecen.
12 En verdad, Dios no hará el mal;
el Todopoderoso no torcerá la justicia.
13 ¿Algún otro puso la tierra al cuidado de Dios?
¿Quién colocó al mundo en su sitio?
14 Si Dios retirara su espíritu
y quitara su aliento,
15 todos los seres vivientes dejarían de existir
y la humanidad volvería al polvo.
16 »Ahora escúchame, si eres sabio;
presta atención a lo que digo.
17 ¿Podría Dios gobernar si odiara la justicia?
¿Condenarás al juez todopoderoso?
18 Pues él dice a los reyes: “Ustedes son malvados”,
y a los nobles: “Ustedes son injustos”.
19 A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona
y no presta más atención al rico que al pobre;
él creó a todos.
20 En un instante mueren;
fallecen en la mitad de la noche;
los poderosos se van sin la intervención de mano humana.
21 »Pues Dios observa cómo vive la gente;
ve todo lo que ellos hacen.
22 No hay oscuridad tan densa
que pueda esconder a los malos de sus ojos.
23 No decidimos nosotros el momento
de presentarnos ante Dios para ser juzgados.
24 Él lleva a los poderosos a la ruina sin consultar a nadie,
y pone a otros en su lugar.
25 Él sabe lo que hacen,
y por la noche los vence y los destruye.
26 Los derriba porque son malvados;
lo hace abiertamente para que todos lo vean.
27 Pues se apartaron y dejaron de seguirlo;
no respetan ninguno de sus caminos.
28 Hacen que los pobres clamen, y esto atrae la atención de Dios;
él oye los clamores de los necesitados.
29 Sin embargo, si él opta por quedarse callado,
¿quién puede criticarlo?
Cuando esconde su rostro, nadie puede encontrarlo,
ya sea un individuo o una nación.
30 Él no deja que los incrédulos gobiernen,
para que no sean una trampa para la gente.
31 »¿Por qué la gente no le dice a Dios: “He pecado
pero no volveré a pecar”?
32 O bien: “No sé qué mal hice, dímelo;
si he actuado mal, me detendré de inmediato”.
33 »¿Debe Dios adaptar su justicia a tus exigencias
a pesar de que lo hayas rechazado?
La elección es tuya, no mía.
Adelante, haznos partícipes de tu sabiduría.
34 Después de todo, las personas inteligentes me dirán
y la gente sabia me oirá decir:
35 “Job habla por ignorancia;
sus palabras carecen de percepción”.
36 Job, te mereces la pena máxima
por tu manera malvada de responder.
37 Pues a tu pecado has añadido rebelión;
no muestras ningún respeto
y dices muchas palabras de enojo contra Dios».