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Lea la Biblia en un año : 67º día

Lea la Biblia en un año : 67º día

Exodo 18

Jetro visita a Moisés

18 Jetro, el suegro de Moisés y sacerdote de Madián, se enteró de todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo, los israelitas; y oyó particularmente cómo el Señor los había sacado de Egipto.

Anteriormente, Moisés había enviado a su esposa Séfora y a sus dos hijos de regreso a casa de Jetro, y él los había hospedado. (El primer hijo de Moisés se llamaba Gersón,[a] porque cuando el niño nació, Moisés dijo: «He sido un extranjero en tierra extraña». A su segundo hijo lo llamó Eliezer,[b] porque dijo: «El Dios de mis antepasados me ayudó y me rescató de la espada del faraón»). Así que Jetro, el suegro de Moisés, fue a visitarlo al desierto y llevó consigo a la esposa y a los dos hijos de Moisés. Llegaron cuando Moisés y el pueblo acampaban cerca del monte de Dios. Jetro le había enviado un mensaje a Moisés para avisarle: «Yo, tu suegro, Jetro, vengo a verte, junto con tu esposa y tus dos hijos».

Entonces Moisés salió a recibir a su suegro. Se inclinó ante él y le dio un beso. Luego de preguntarse el uno al otro cómo les iba, entraron en la carpa de Moisés. Moisés le contó a su suegro todo lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios a favor de Israel. También le habló de todas las privaciones que habían sufrido a lo largo del camino y de cómo el Señor había librado a su pueblo de las dificultades. Jetro se alegró mucho al oír de todo el bien que el Señor había hecho por Israel al rescatarlo de las manos de los egipcios.

10 «¡Alabado sea el Señor!—exclamó Jetro—. Pues los rescató de los egipcios y del faraón. ¡Así es, rescató a Israel del poder de Egipto! 11 Ahora sé que el Señor es más grande que todos los demás dioses, porque rescató a su pueblo de la opresión de los egipcios arrogantes».

12 Luego Jetro, el suegro de Moisés, presentó una ofrenda quemada y sacrificios ante Dios. Aarón y todos los ancianos de Israel lo acompañaron a comer lo que fue ofrecido en sacrificio en presencia de Dios.

Consejo sabio de Jetro

13 Al día siguiente, Moisés se sentó para oír los pleitos que los israelitas tenían unos con otros. Y el pueblo esperó a ser atendido delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde.

14 Cuando el suegro de Moisés vio todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó:

—¿Qué logras en realidad sentado aquí? ¿Por qué te esfuerzas en hacer todo el trabajo tú solo, mientras que el pueblo está de pie a tu alrededor desde la mañana hasta la tarde?

15 Moisés contestó:

—Porque el pueblo acude a mí en busca de resoluciones de parte de Dios. 16 Cuando les surge un desacuerdo, ellos acuden a mí, y yo soy quien resuelve los casos entre los que están en conflicto. Mantengo al pueblo informado de los decretos de Dios y les transmito sus instrucciones.

17 —¡No está bien lo que haces!—exclamó el suegro de Moisés—. 18 Así acabarás agotado y también se agotará el pueblo. Esta tarea es una carga demasiado pesada para una sola persona. 19 Ahora escúchame y déjame darte un consejo, y que Dios esté contigo. Tú debes seguir siendo el representante del pueblo ante Dios, presentándole los conflictos. 20 Enséñales los decretos de Dios; transmíteles sus instrucciones; muéstrales cómo comportarse en la vida. 21 Sin embargo, elige, de entre todo el pueblo, a algunos hombres con capacidad y honestidad, temerosos de Dios y que odien el soborno. Nómbralos jefes de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. 22 Ellos tendrán que estar siempre disponibles para resolver los conflictos sencillos que surgen entre el pueblo, pero los casos más graves te los traerán a ti. Deja que los jefes juzguen los asuntos de menor importancia. Ellos te ayudarán a llevar la carga, para que la tarea te resulte más fácil. 23 Si sigues este consejo, y si Dios así te lo ordena, serás capaz de soportar las presiones, y la gente regresará a su casa en paz.

24 Moisés escuchó el consejo de su suegro y siguió sus recomendaciones. 25 Eligió hombres capaces de entre todo Israel y los nombró jefes del pueblo. Los puso a cargo de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. 26 Estos hombres estaban siempre disponibles para resolver los conflictos sencillos de la gente. Los casos más graves los remitían a Moisés, pero ellos mismos se encargaban de los asuntos de menor importancia.

27 Poco tiempo después, Moisés se despidió de su suegro, quien regresó a su propia tierra.

Lucas 22

Judas acuerda traicionar a Jesús

22 Se acercaba el Festival de los Panes sin Levadura, también llamado Pascua. Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa tramaban de qué manera matar a Jesús, pero tenían miedo de la reacción de la gente.

Entonces Satanás entró en Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, quien fue a ver a los principales sacerdotes y a los capitanes de la guardia del templo para hablar con ellos sobre la mejor manera de traicionar a Jesús. Ellos quedaron complacidos y prometieron darle dinero. Judas aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para traicionar a Jesús de modo que ellos pudieran arrestarlo cuando las multitudes no estuvieran rodeándolo.

La última cena

Llegó el Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua. Jesús mandó que Pedro y Juan se adelantaran y les dijo:

—Vayan y preparen la cena de Pascua, para que podamos comerla juntos.

—¿Dónde quieres que la preparemos?—le preguntaron.

10 Él contestó:

—En cuanto entren en Jerusalén, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo. En la casa donde él entre, 11 díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está el cuarto de huéspedes en el que puedo comer la cena de Pascua con mis discípulos?”. 12 Él los llevará a un cuarto grande en el piso de arriba, que ya está listo. Allí deben preparar nuestra cena.

13 Ellos fueron a la ciudad y encontraron todo como Jesús les había dicho y allí prepararon la cena de Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron juntos a la mesa.[a] 15 Jesús dijo: «He tenido muchos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de que comiencen mis sufrimientos. 16 Pues ahora les digo que no volveré a comerla hasta que su significado se cumpla en el reino de Dios».

17 Luego tomó en sus manos una copa de vino y le dio gracias a Dios por ella. Entonces dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Pues no volveré a beber vino hasta que venga el reino de Dios».

19 Tomó un poco de pan y dio gracias a Dios por él. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí».

20 Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes.[b]

21 »Pero aquí en esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo, está el hombre que me traicionará. 22 Pues está establecido que el Hijo del Hombre[c] tiene que morir. ¡Pero qué aflicción le espera a aquel que lo traiciona!». 23 Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería capaz de hacer semejante cosa.

24 Después comenzaron a discutir quién sería el más importante entre ellos. 25 Jesús les dijo: «En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados “amigos del pueblo”. 26 Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente. 27 ¿Quién es más importante: el que se sienta a la mesa o el que la sirve? El que se sienta a la mesa, por supuesto. ¡Pero en este caso no!, pues yo estoy entre ustedes como uno que sirve.

28 »Ustedes han estado conmigo durante mis tiempos de prueba. 29 Así como mi Padre me concedió un reino, yo ahora les concedo el derecho 30 de comer y beber a mi mesa en mi reino, y se sentarán sobre tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.

Jesús predice la negación de Pedro

31 »Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo; 32 pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos».

33 Pedro dijo:

—Señor, estoy dispuesto a ir a prisión contigo y aun a morir contigo.

34 Jesús le respondió:

—Pedro, déjame decirte algo. Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.

35 Entonces Jesús les preguntó:

—Cuando los envié a predicar la Buena Noticia y no tenían dinero ni bolso de viaje ni otro par de sandalias, ¿les faltó algo?

—No—respondieron ellos.

36 —Pero ahora—les dijo—, tomen su dinero y un bolso de viaje; y si no tienen espada, ¡vendan su manto y compren una! 37 Pues ha llegado el tiempo en que se cumpla la siguiente profecía acerca de mí: “Fue contado entre los rebeldes”[d]. Así es, todo lo que los profetas escribieron acerca de mí se cumplirá.

38 —Mira Señor—le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros.

—Es suficiente—les dijo.

Jesús ora en el monte de los Olivos

39 Luego, acompañado por sus discípulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos. 40 Allí les dijo: «Oren para que no cedan a la tentación».

41 Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró: 42 «Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía». 43 Entonces apareció un ángel del cielo y lo fortaleció. 44 Oró con más fervor, y estaba en tal agonía de espíritu que su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre.[e]

45 Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discípulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza. 46 «¿Por qué duermen?—les preguntó—. Levántense y oren para que no cedan ante la tentación».

Traicionan y arrestan a Jesús

47 Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discípulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso. 48 Entonces Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?».

49 Cuando los otros discípulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: «Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!». 50 Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.

51 Pero Jesús dijo: «Basta». Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.

52 Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido a buscarlo. «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? —les preguntó—. 53 ¿Por qué no me arrestaron en el templo? Estuve allí todos los días, pero este es el momento de ustedes, el tiempo en que reina el poder de la oscuridad».

Pedro niega a Jesús

54 Entonces lo arrestaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Y Pedro los siguió de lejos. 55 Los guardias encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, y Pedro se sumó al grupo. 56 Una sirvienta lo vio a la luz de la fogata y comenzó a mirarlo fijamente. Por fin dijo: «Este hombre era uno de los seguidores de Jesús».

57 Pero Pedro lo negó: «¡Mujer, ni siquiera lo conozco!».

58 Después de un rato, alguien más lo vio y dijo:

—Seguramente tú eres uno de ellos.

—¡No, hombre, no lo soy!—contestó.

59 Alrededor de una hora más tarde, otra persona insistió: «Seguro este es uno de ellos porque también es galileo».

60 Pero Pedro dijo: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Inmediatamente, mientras aún hablaba, el gallo cantó.

61 En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». 62 Y Pedro salió del patio, llorando amargamente.

63 Los guardias que estaban a cargo de Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64 Le vendaron los ojos y le decían: «¡Profetízanos! ¿Quién te golpeó esta vez?». 65 Y le lanzaban todo tipo de insultos.

Jesús ante el Concilio

66 Al amanecer, todos los ancianos del pueblo se reunieron, incluidos los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa. Llevaron a Jesús ante el Concilio Supremo[f] 67 y le dijeron:

—Dinos, ¿eres tú el Mesías?

Él les respondió:

—Si lo dijera, no me creerían; 68 y si yo les hiciera una pregunta, ustedes no me la contestarían. 69 Sin embargo, desde ahora, el Hijo del Hombre estará sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios.[g]

70 Todos gritaron:

—¿Entonces afirmas que eres el Hijo de Dios?

Y él contestó:

—Ustedes dicen que lo soy.

71 «¿Para qué necesitamos otros testigos?—dijeron—. Nosotros mismos lo oímos decirlo».

Job 37

37 »Cuando pienso en esto, mi corazón late con fuerza;
    tiembla dentro de mi pecho.
Escucha con atención el estruendo de la voz de Dios
    cuando retumba de su boca.
Resuena por todo el cielo
    y sus relámpagos brillan en todas direcciones.
Después llega el rugido del trueno,
    la tremenda voz de su majestad;
    él no la retiene cuando habla.
La voz de Dios es gloriosa en el trueno.
    Ni siquiera podemos imaginar la grandeza de su poder.

ȃl ordena que caiga la nieve en la tierra
    y le dice a la lluvia que sea torrencial.
Hace que todos dejen de trabajar
    para que contemplen su poder.
Los animales salvajes buscan refugio
    y se quedan dentro de sus guaridas.
El viento tormentoso sale de su cámara,
    y los vientos impetuosos traen el frío.
10 El aliento de Dios envía el hielo
    y congela grandes extensiones de agua.
11 Él carga las nubes de humedad
    y después salen relámpagos brillantes.
12 Las nubes se agitan bajo su mando
    y hacen por toda la tierra lo que él ordena.
13 Él hace que estas cosas sucedan para castigar a las personas
    o para mostrarles su amor inagotable.

14 »Job, presta atención a esto,
    ¡detente y considera los maravillosos milagros de Dios!
15 ¿Sabes cómo Dios controla la tormenta
    y hace que los relámpagos salgan de las nubes?
16 ¿Entiendes cómo él mueve las nubes
    con maravillosa perfección y destreza?
17 Cuando te sofocas de calor dentro de tus ropas
    y el viento del sur pierde su fuerza y todo se calma,
18 él hace que los cielos reflejen el calor como un espejo de bronce.
    ¿Puedes tú hacer eso?

19 »Entonces, enséñanos qué decirle a Dios.
    Somos demasiado ignorantes para presentar nuestros propios argumentos.
20 ¿Se debe avisar a Dios que quiero hablar?
    ¿Puede una persona hablar cuando está confundida[a]?
21 No podemos mirar al sol,
    porque brilla con fuerza en el cielo
    cuando el viento se lleva las nubes.
22 También el esplendor dorado proviene del monte de Dios;[b]
    él está vestido de deslumbrante esplendor.
23 No nos podemos imaginar la potencia del Todopoderoso;
    pero aunque él es justo y recto,
    no nos destruye.
24 Por eso en todas partes la gente le teme;
    todos los sabios le muestran reverencia[c]».