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Lea la Biblia en un año : 266º día

Enséñate a ti mismo

2 Samuel 19

Joab reprende al rey

19 [a]Pronto le llegó a Joab la noticia de que el rey estaba llorando y haciendo duelo por Absalón. A medida que el pueblo se enteraba del profundo dolor del rey por su hijo, la alegría por la victoria se tornaba en profunda tristeza. Ese día todos regresaron sigilosamente a la ciudad, como si estuvieran avergonzados y hubieran desertado de la batalla. El rey se cubrió el rostro con las manos y seguía llorando: «¡Oh, Absalón, hijo mío! ¡Oh, Absalón, hijo mío, hijo mío!».

Entonces Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Hoy salvamos su vida y la de sus hijos e hijas, sus esposas y concubinas. Sin embargo, al actuar de esa forma hace que nos sintamos avergonzados de nosotros mismos. Parece que usted ama a los que lo odian y odia a los que lo aman. Hoy nos ha dejado muy en claro que sus comandantes y sus tropas no significan nada para usted. Pareciera que si Absalón hubiera vivido y todos nosotros estuviéramos muertos, estaría contento. Ahora salga y felicite a sus tropas, porque si no lo hace, le juro por el Señor que ni uno solo de ellos permanecerá aquí esta noche. Entonces quedará peor que antes».

Así que el rey salió y tomó su lugar a las puertas de la ciudad y, a medida que se corría la voz por la ciudad de que él estaba allí, todos iban a él.

Mientras tanto, los israelitas que habían apoyado a Absalón huyeron a sus casas. Y por todas las tribus de Israel había mucha discusión y disputa. La gente decía: «El rey nos rescató de nuestros enemigos y nos salvó de los filisteos, pero Absalón lo echó del país. 10 Ahora Absalón, a quien ungimos para que nos gobernara, está muerto. ¿Por qué no pedirle a David que regrese y sea nuestro rey otra vez?».

11 Entonces el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar para que les dijeran a los ancianos de Judá: «¿Por qué son ustedes los últimos en dar la bienvenida al rey en su regreso al palacio? Pues he oído que todo Israel está listo. 12 ¡Ustedes son mis parientes, mi propia tribu, mi misma sangre! ¿Por qué son los últimos en dar la bienvenida al rey?». 13 Además, David les pidió que le dijeran a Amasa: «Como eres de mi misma sangre, al igual que Joab, que Dios me castigue y aun me mate si no te nombro comandante de mi ejército en su lugar».

14 Así que Amasa[b] convenció a todos los hombres de Judá, y ellos respondieron unánimemente. Y le mandaron a decir al rey: «Regrese a nosotros, y traiga de vuelta a todos los que lo acompañan».

David regresa a Jerusalén

15 Así que el rey emprendió su regreso a Jerusalén. Cuando llegó al río Jordán, la gente de Judá fue hasta Gilgal para encontrarse con él y escoltarlo hasta el otro lado del río. 16 Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de Benjamín, se apresuró a cruzar junto con los hombres de Judá para darle la bienvenida al rey David. 17 Otros mil hombres de la tribu de Benjamín estaban con él, entre ellos Siba, el sirviente principal de la casa de Saúl, los quince hijos de Siba y sus veinte sirvientes. Bajaron corriendo hasta llegar al Jordán para recibir al rey. 18 Cruzaron los vados del Jordán para llevar a todos los de la casa del rey al otro lado del río, ayudándolo en todo lo que pudieron.

Misericordia de David con Simei

Cuando el rey estaba a punto de cruzar el río, Simei cayó de rodillas ante él.

19 —Mi señor el rey, por favor, perdóneme—le rogó—. Olvide la terrible cosa que su siervo hizo cuando usted dejó Jerusalén. Que el rey lo borre de su mente. 20 Estoy consciente de cuánto he pecado. Es por eso que he venido aquí este día, siendo el primero en todo Israel[c] en recibir a mi señor el rey.

21 Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo:

—¡Simei debe morir, porque maldijo al rey ungido por el Señor!

22 —¿Quién les pidió su opinión a ustedes, hijos de Sarvia?—exclamó David—. ¿Por qué hoy se han convertido en mis adversarios[d]? ¡Este no es un día de ejecución, pues hoy he vuelto a ser el rey de Israel!

23 Entonces, volviéndose a Simei, David juró:

—Se te perdonará la vida.

Bondad de David hacia Mefiboset

24 Ahora bien, Mefiboset,[e] el nieto de Saúl, descendió de Jerusalén para encontrarse con el rey. No había cuidado sus pies, cortado su barba ni lavado su ropa desde el día en que el rey dejó Jerusalén.

25 —¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset?—le preguntó el rey.

26 Mefiboset contestó:

—Mi señor el rey, mi siervo Siba me engañó. Le dije: “Ensilla mi burro[f] para que pueda ir con el rey”. Pues como usted sabe, soy lisiado. 27 Siba me calumnió cuando dijo que me negué a venir. Pero sé que mi señor el rey es como un ángel de Dios, así que haga como mejor le parezca. 28 Todos mis parientes y yo solo podíamos esperar la muerte de su parte, mi señor, ¡pero en cambio me honró al permitirme comer a su propia mesa! ¿Qué más puedo pedir?

29 —Ya dijiste suficiente—respondió David—. He decidido que tú y Siba se dividan tu tierra en partes iguales.

30 —Désela toda a él—dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya vuelto a salvo, mi señor el rey!

Bondad de David con Barzilai

31 Barzilai de Galaad había descendido de Rogelim para escoltar al rey a cruzar el Jordán. 32 Era muy anciano—tenía ochenta años de edad—y muy rico. Él fue quien proveyó el alimento para el rey durante el tiempo que pasó en Mahanaim.

33 —Cruza el río conmigo y quédate a vivir en Jerusalén—le dijo el rey a Barzilai—. Y allí me haré cargo de ti.

34 —No—le respondió—, soy demasiado viejo para ir con el rey a Jerusalén. 35 Ahora tengo ochenta años de edad, y ya no puedo disfrutar de nada. La comida y el vino ya no tienen sabor, tampoco puedo oír las voces de los cantantes. Sería nada más una carga para mi señor el rey. 36 ¡Tan solo cruzar el río Jordán con el rey es todo el honor que necesito! 37 Después déjeme regresar para que muera en mi ciudad, donde están enterrados mi padre y mi madre. Pero aquí está su siervo, mi hijo Quimam; permítale que él vaya con mi señor el rey y que reciba lo que usted quiera darle.

38 —Muy bien—acordó el rey—. Quimam irá conmigo, y lo ayudaré en cualquier forma que tú quieras; haré por ti cualquier cosa que desees.

39 Luego toda la gente cruzó el Jordán junto con el rey. Después que David lo hubo bendecido y besado, Barzilai regresó a su propia casa. 40 El rey cruzó el Jordán hacia Gilgal, y llevó a Quimam con él. Todas las tropas de Judá y la mitad de las de Israel escoltaron al rey en su camino.

Discusión sobre el rey

41 Pero todos los hombres de Israel se quejaron con el rey:

—Los hombres de Judá se adueñaron del rey y no nos dieron el honor de ayudarlo a usted ni a los de su casa ni a sus hombres a cruzar el Jordán.

42 Los hombres de Judá respondieron:

—El rey es un pariente cercano. ¿Por qué tienen que enojarse por eso? ¡No hemos tocado la comida del rey ni hemos recibido algún favor especial!

43 —Pero hay diez tribus en Israel—respondieron los otros—. De modo que tenemos diez veces más derecho sobre el rey que ustedes. ¿Qué derecho tienen de tratarnos con tanto desprecio? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros en hablar de traerlo de regreso para que fuera de nuevo nuestro rey?

La discusión continuó entre unos y otros, y los hombres de Judá hablaron con más dureza que los de Israel.

2 Corintios 12

La visión de Pablo y la espina en su carne

12 Mi jactancia no servirá de nada, sin embargo, debo seguir adelante. A mi pesar contaré acerca de visiones y revelaciones que provienen del Señor. Hace catorce años fui[a] llevado hasta el tercer cielo. Si fue en mi cuerpo o fuera de mi cuerpo no lo sé; solo Dios lo sabe. Es cierto, solo Dios sabe si estaba yo en mi cuerpo o fuera del cuerpo; pero sí sé que fui llevado al paraíso y oí[b] cosas tan increíbles que no pueden expresarse con palabras, cosas que a ningún humano se le permite contar.

De esa experiencia vale la pena jactarse, pero no voy a hacerlo. Solamente me jactaré de mis debilidades. Si quisiera jactarme, no sería ningún necio al hacerlo porque estaría diciendo la verdad; pero no lo haré, porque no quiero que nadie me atribuya méritos más allá de lo que pueda verse en mi vida u oírse en mi mensaje, aun cuando he recibido de Dios revelaciones tan maravillosas. Así que, para impedir que me volviera orgulloso, se me dio una espina en mi carne, un mensajero de Satanás para atormentarme e impedir que me volviera orgulloso.

En tres ocasiones distintas, le supliqué al Señor que me la quitara. Cada vez él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí. 10 Es por esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Preocupación de Pablo por los corintios

11 Ustedes hicieron que me comportara como un necio. Deberían estar escribiendo elogios acerca de mí, porque no soy de ninguna manera inferior a esos «superapóstoles», aun cuando no soy nada en absoluto. 12 Cuando estuve con ustedes les di pruebas de que soy un apóstol. Pues con paciencia hice muchas señales, maravillas y milagros entre ustedes. 13 Lo único que no hice, y que sí hago en las demás iglesias, fue convertirme en una carga financiera para ustedes. Por favor, ¡perdónenme por esta falta!

14 Ahora voy a visitarlos por tercera vez y no les seré una carga. No busco lo que tienen, los busco a ustedes mismos. Después de todo, los hijos no mantienen a los padres. Al contrario, son los padres quienes mantienen a sus hijos. 15 Con gusto me desgastaré por ustedes y también gastaré todo lo que tengo, aunque parece que cuanto más los amo, menos me aman ustedes a mí.

16 Algunos de ustedes admiten que no les fui una carga, pero otros todavía piensan que fui muy astuto y que me aproveché de ustedes con engaños. 17 ¿Pero cómo? ¿Acaso alguno de los hombres que les envié se aprovechó de ustedes? 18 Cuando le pedí a Tito que los visitara y envié con él al otro hermano, ¿acaso Tito se aprovechó de ustedes? ¡No!, porque ambos tenemos el mismo espíritu y caminamos sobre las pisadas del otro y hacemos las cosas de la misma manera.

19 Tal vez piensen que decimos estas cosas solo para defendernos. No, les decimos esto como siervos de Cristo y con Dios como testigo. Todo lo que hacemos, queridos amigos, es para fortalecerlos. 20 Pues temo que, cuando vaya, no me gustará lo que encuentre, y que a ustedes no les gustará mi reacción. Temo que encontraré peleas, celos, enojo, egoísmo, calumnias, chismes, arrogancia y conducta desordenada. 21 Así es, tengo miedo de que, cuando vaya de nuevo, Dios me humille ante ustedes. Y quedaré entristecido porque varios de ustedes no han abandonado sus viejos pecados. No se han arrepentido de su impureza, de su inmoralidad sexual ni del intenso deseo por los placeres sensuales.

Ezequiel 26

Mensaje para Tiro

26 El 3 de febrero, durante el año doce de cautividad del rey Joaquín,[a] recibí este mensaje del Señor«Hijo de hombre, Tiro se alegró por la caída de Jerusalén diciendo: “¡Ajá! La que era la puerta de entrada a las prósperas rutas comerciales del oriente ha sido destruida y ¡ahora es mi turno! ¡Dado que ella quedó desolada, yo me enriqueceré!”.

»Por lo tanto, esto dice el Señor Soberano: oh Tiro, yo soy tu enemigo y haré que muchas naciones se levanten contra ti como las olas del mar que rompen contra tu costa. Ellas destruirán las murallas de Tiro y derribarán sus torres. ¡Yo rasparé su suelo hasta dejarlo como roca desnuda! No será más que una roca en el mar, un lugar donde los pescadores tiendan sus redes, pues yo he hablado, dice el Señor Soberano. Tiro se convertirá en presa de muchas naciones, y sus aldeas de tierra adentro serán destruidas a espada. Entonces sabrán que yo soy el Señor.

»Esto dice el Señor Soberano: del norte haré que se levante el rey Nabucodonosor[b] de Babilonia contra Tiro. Él es rey de reyes y viene con sus caballos, sus carros de guerra, sus conductores y un gran ejército. Primero destruirá las aldeas de tierra adentro. Luego te atacará construyendo un muro de asalto y una rampa y levantando un techo de escudos. Golpeará tus murallas con arietes y demolerá tus torres a golpe de martillo. 10 Las patas de sus caballos ahogarán de polvo la ciudad y el estruendo de las ruedas de los carros de guerra y sus conductores hará temblar tus murallas cuando entren por tus puertas derrumbadas. 11 Los caballos de sus jinetes pisotearán todas las calles de la ciudad. Masacrarán a tu gente y derribarán las fuertes columnas.

12 »Saquearán tus riquezas y mercancías, y demolerán tus murallas. Destruirán tus preciosas casas y arrojarán al mar las piedras, los maderos y hasta el polvo de la ciudad. 13 Pondré fin a la música de tus cánticos. Nunca más se oirá entre tu pueblo el sonido de las arpas. 14 Transformaré tu isla en una roca desnuda, un lugar donde los pescadores tiendan sus redes. Jamás serás reconstruida, porque yo, el Señor, he hablado. ¡Sí, el Señor Soberano ha hablado!

Efectos de la destrucción de Tiro

15 »Esto dice el Señor Soberano a Tiro: toda la costa temblará ante el ruido de tu caída, mientras se oyen los gritos de los heridos que retumban en la prolongada masacre. 16 Los gobernantes de las ciudades portuarias dejarán sus tronos y se quitarán las vestiduras reales y su hermosa ropa. Se sentarán en el suelo, temblando de terror a causa de tu destrucción. 17 Después se lamentarán por ti entonando este canto fúnebre:

»¡Oh famosa ciudad isleña,
    que antes gobernaba el mar,
    cómo has sido destruida!
Tu gente, con su poderío naval,
    antes sembraba terror por todo el mundo.
18 Ahora las tierras costeras tiemblan de miedo por tu caída.
    Decaen las islas a medida que desapareces.

19 »Esto dice el Señor Soberano: convertiré a Tiro en ruinas despobladas, como muchas otras. La sepultaré bajo las terribles oleadas del ataque enemigo. Los grandes mares te tragarán. 20 Te enviaré a la fosa para que te reúnas con los que descendieron allí hace mucho tiempo. Tu ciudad quedará en ruinas, sepultada bajo tierra, como los que están en la fosa, quienes entraron al mundo de los muertos. Aquí, en el mundo de los vivos, no tendrás ningún lugar de honor. 21 Te daré un fin terrible y dejarás de existir. Te buscarán, pero nunca más te encontrarán. ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!».