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Lea la Biblia en un año : 239º día

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1 Samuel 19

Saúl intenta matar a David

19 Saúl les dijo a sus siervos y a su hijo Jonatán que asesinaran a David; pero Jonatán, debido a su profundo cariño por David, le contó acerca de los planes de su padre. «Mañana por la mañana—lo previno—, deberás encontrar un lugar donde esconderte en el campo. Yo le pediré a mi padre que vaya allí conmigo y le hablaré de ti. Luego te informaré todo lo que pueda averiguar».

A la mañana siguiente, Jonatán habló con su padre acerca de David, diciéndole muchas cosas buenas de él.

—El rey no debe pecar contra su siervo David—le dijo Jonatán—. Él nunca ha hecho nada para dañarte. Siempre te ha ayudado en todo lo que ha podido. ¿Te has olvidado de aquella vez cuando arriesgó su vida para matar al gigante filisteo y de cómo el Señor le dio, como resultado, una gran victoria a Israel? Ciertamente estabas muy contento en aquel entonces. ¿Por qué habrías de matar a un hombre inocente como David? ¡No hay ningún motivo en absoluto!

Así que Saúl escuchó a Jonatán y juró:

—Tan cierto como que el Señor vive, David no será muerto.

Después Jonatán llamó a David y le contó lo que había sucedido. Luego lo llevó ante Saúl, y David sirvió en la corte igual que antes.

Entonces la guerra se desató nuevamente, y David dirigió a sus tropas contra los filisteos. Los atacó con tanta furia que todos huyeron.

Pero cierto día, cuando Saúl estaba sentado en su casa con una lanza en la mano, de repente el espíritu atormentador[a] de parte del Señor vino sobre él como antes. Mientras David tocaba el arpa, 10 Saúl le arrojó su lanza, pero David la esquivó y, dejando la lanza clavada en la pared, huyó y escapó en medio de la noche.

Mical salva la vida de David

11 Entonces Saúl mandó tropas para que vigilaran la casa de David. Se les dio la orden de que mataran a David cuando saliera a la mañana siguiente, pero Mical, la esposa de David, le advirtió: «Si no te escapas esta noche, te matarán por la mañana». 12 Así que ella lo ayudó a salir por una ventana, y él huyó y escapó. 13 Luego ella tomó un ídolo[b] y lo puso en la cama de su esposo, lo cubrió con mantas y puso un cojín de pelo de cabra sobre la cabeza.

14 Cuando las tropas llegaron para arrestar a David, ella les dijo que estaba enfermo y que no podía levantarse de la cama.

15 Pero Saúl envió a las tropas de nuevo para prender a David y les ordenó: «¡Tráiganmelo con cama y todo para que lo mate!». 16 Pero cuando llegaron para llevarse a David, descubrieron que lo que estaba en la cama era solo un ídolo con un cojín de pelo de cabra en la cabeza.

17 —¿Por qué me traicionaste así y dejaste escapar a mi enemigo?—le reprochó Saúl a Mical.

—Tuve que hacerlo—contestó ella—. Me amenazó con matarme si no lo ayudaba.

18 Así que David escapó y fue a Ramá para ver a Samuel, y le contó todo lo que Saúl le había hecho. Entonces Samuel llevó a David a vivir con él en Naiot. 19 Cuando Saúl se enteró de que David estaba en Naiot de Ramá, 20 envió tropas para capturarlo. Pero cuando llegaron y vieron que Samuel dirigía a un grupo de profetas que estaban profetizando, el Espíritu de Dios vino sobre los hombres de Saúl y ellos también comenzaron a profetizar. 21 Cuando Saúl se enteró de lo que había pasado, envió a otras tropas, ¡pero ellos también profetizaron! Lo mismo sucedió por tercera vez. 22 Finalmente, Saúl mismo fue a Ramá y llegó al gran pozo en Secú.

—¿Dónde están Samuel y David?—preguntó.

—Están en Naiot de Ramá—le informó alguien.

23 Pero camino a Naiot de Ramá, el Espíritu de Dios vino incluso sobre Saúl, ¡y él también comenzó a profetizar por todo el camino hasta Naiot! 24 Se quitó la ropa a tirones y quedó desnudo acostado sobre el suelo todo el día y toda la noche, profetizando en presencia de Samuel. La gente que lo vio exclamó: «¿Qué? ¿Hasta Saúl es profeta?».

1 Corintios 1

Saludos de Pablo

Yo, Pablo, elegido por la voluntad de Dios para ser un apóstol de Cristo Jesús, escribo esta carta junto con nuestro hermano Sóstenes.

Va dirigida a la iglesia de Dios en Corinto,[a] a ustedes que han sido llamados por Dios para ser su pueblo santo. Él los hizo santos por medio de Cristo Jesús,[b] tal como lo hizo con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.

Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz.

Pablo da gracias a Dios

Siempre doy gracias a mi Dios por ustedes y por los dones inmerecidos que les dio ahora que pertenecen a Cristo Jesús. Por medio de él, Dios ha enriquecido la iglesia de ustedes en todo sentido, con toda la elocuencia y todo el conocimiento que tienen. Eso confirma que es verdad lo que les dije acerca de Cristo. Ahora tienen todos los dones espirituales que necesitan mientras esperan con anhelo el regreso de nuestro Señor Jesucristo. Él los mantendrá firmes hasta el final, para que estén libres de toda culpa el día que nuestro Señor Jesucristo vuelva. Dios lo hará porque él es fiel para hacer lo que dice y los ha invitado a que tengan comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

Divisiones en la iglesia

10 Amados hermanos, les ruego por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo que vivan en armonía los unos con los otros. Que no haya divisiones en la iglesia. Por el contrario, sean todos de un mismo parecer, unidos en pensamiento y propósito. 11 Pues algunos de la casa de Cloé me contaron de las peleas entre ustedes, mis amados hermanos. 12 Algunos de ustedes dicen: «Yo soy seguidor de Pablo». Otros dicen: «Yo sigo a Apolos» o «Yo sigo a Pedro[c]», o «Yo sigo únicamente a Cristo».

13 ¿Acaso Cristo está dividido en facciones? ¿Fui yo, Pablo, crucificado por ustedes? ¿Fue alguno de ustedes bautizado en el nombre de Pablo? ¡Por supuesto que no! 14 Agradezco a Dios que no bauticé a ninguno de ustedes excepto a Crispo y a Gayo, 15 porque ahora nadie puede decir que fue bautizado en mi nombre. 16 (Ah, sí, también bauticé a los de la casa de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más). 17 Pues Cristo no me envió a bautizar sino a predicar la Buena Noticia, y no con palabras ingeniosas, por temor a que la cruz de Cristo perdiera su poder.

La sabiduría de Dios

18 ¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. 19 Como dicen las Escrituras:

«Destruiré la sabiduría de los sabios
    y desecharé la inteligencia de los inteligentes»[d].

20 Así que, ¿dónde deja eso a los filósofos, a los estudiosos y a los especialistas en debates de este mundo? Dios ha hecho que la sabiduría de este mundo parezca una ridiculez. 21 Ya que Dios, en su sabiduría, se aseguró de que el mundo nunca lo conociera por medio de la sabiduría humana, usó nuestra predicación «ridícula» para salvar a los que creen. 22 Es ridícula para los judíos, que piden señales del cielo. Y es ridícula para los griegos, que buscan la sabiduría humana. 23 Entonces cuando predicamos que Cristo fue crucificado, los judíos se ofenden y los gentiles[e] dicen que son puras tonterías.

24 Sin embargo, para los que Dios llamó a la salvación, tanto judíos como gentiles,[f] Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 25 Ese plan «ridículo» de Dios es más sabio que el más sabio de los planes humanos, y la debilidad de Dios es más fuerte que la mayor fuerza humana.

26 Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos[g] cuando Dios los llamó. 27 En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos. 28 Dios escogió lo despreciado por el mundo[h]—lo que se considera como nada—y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. 29 Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios.

30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado. 31 Por lo tanto, como dicen las Escrituras: «Si alguien quiere jactarse, que se jacte solamente del Señor».

Lamentaciones 4

El enojo de Dios queda satisfecho

¡Cómo perdió su brillo el oro!
    Hasta el oro más preciado se volvió opaco.
¡Las piedras preciosas sagradas
    yacen esparcidas en las calles!

Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén,[a]
    que valen su peso en oro puro,
ahora son tratados como vasijas de barro
    hechas por un alfarero común y corriente.

Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,
    pero mi pueblo Israel no lo hace;
ignoran los llantos de sus hijos,
    como los avestruces del desierto.

La lengua reseca de sus pequeños
    se pega al paladar a causa de la sed.
Los niños lloran por pan,
    pero nadie tiene para darles.

Los que antes comían los manjares más ricos
    ahora mendigan en las calles por cualquier cosa que puedan obtener.
Los que antes vestían ropa de la más alta calidad
    ahora hurgan en los basureros buscando qué comer.

La culpa[b] de mi pueblo
    es mayor que la de Sodoma,
donde, en un instante, cayó el desastre total
    y nadie ofreció ayuda.

Nuestros príncipes antes rebosaban de salud,
    más brillantes que la nieve, más blancos que la leche.
Sus rostros eran tan rosados como rubíes,
    su aspecto como joyas preciosas.[c]

Pero ahora sus caras son más negras que el carbón;
    nadie los reconoce en las calles.
La piel se les pega a los huesos;
    está tan seca y dura como la madera.

Los que murieron a espada terminaron mejor
    que los que mueren de hambre.
Hambrientos, se consumen
    por la falta de comida de los campos.

10 Mujeres de buen corazón
    han cocinado a sus propios hijos;
los comieron
    para sobrevivir el sitio.

11 Pero ahora, quedó satisfecho el enojo del Señor;
    su ira feroz ha sido derramada.
Prendió un fuego en Jerusalén[d]
    que quemó la ciudad hasta sus cimientos.

12 Ningún rey sobre toda la tierra,
    nadie en todo el mundo,
hubiera podido creer que un enemigo
    lograra entrar por las puertas de Jerusalén.

13 No obstante, ocurrió a causa de los pecados de sus profetas
    y de los pecados de sus sacerdotes,
que profanaron la ciudad
    al derramar sangre inocente.

14 Vagaban a ciegas
    por las calles,
tan contaminados por la sangre
    que nadie se atrevía a tocarlos.

15 «¡Apártense!—les gritaba la gente—.
    ¡Ustedes están contaminados! ¡No nos toquen!».
Así que huyeron a tierras distantes
    y deambularon entre naciones extranjeras,
    pero nadie les permitió quedarse.

16 El Señor mismo los dispersó,
    y ya no los ayuda.
La gente no tiene respeto por los sacerdotes
    y ya no honra a los líderes.

17 En vano esperamos que nuestros aliados
    vinieran a salvarnos,
pero buscábamos socorro en naciones
    que no podían ayudarnos.

18 Era imposible andar por las calles
    sin poner en peligro la vida.
Se acercaba nuestro fin; nuestros días estaban contados.
    ¡Estábamos condenados!

19 Nuestros enemigos fueron más veloces que las águilas en vuelo.
    Si huíamos a las montañas, nos encontraban;
si nos escondíamos en el desierto,
    allí estaban esperándonos.

20 Nuestro rey—el ungido del Señor, la vida misma de nuestra nación—
    quedó atrapado en sus lazos.
¡Pensábamos que su sombra
    nos protegería contra cualquier nación de la tierra!

21 ¿Te estás alegrando en la tierra de Uz,
    oh pueblo de Edom?
Tú también beberás de la copa del enojo del Señor;
    tú también serás desnudada en tu borrachera.

22 Oh bella Jerusalén,[e] tu castigo tendrá fin;
    pronto regresarás del destierro.
Pero Edom, tu castigo apenas comienza;
    pronto serán puestos al descubierto tus muchos pecados.