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Lea la Biblia en un año : 234º día

1 Samuel 14

Plan intrépido de Jonatán

14 Cierto día, Jonatán le dijo a su escudero: «Ven, vamos a donde está la avanzada de los filisteos». Pero Jonatán no le dijo a su padre lo que pensaba hacer.

Mientras tanto, Saúl y sus seiscientos hombres acamparon en las afueras de Guibeá alrededor del árbol de granadas[a] de Migrón. Entre los hombres de Saúl estaba Ahías, el sacerdote, que vestía el efod, el chaleco sacerdotal. Ahías era hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote del Señor que había servido en Silo.

Nadie se dio cuenta de que Jonatán había dejado el campamento israelita. Para llegar al puesto de avanzada de los filisteos, Jonatán tuvo que descender de entre dos peñascos llamados Boses y Sene. Un peñasco estaba al norte, frente a Micmas; el otro estaba al sur, delante de Geba.

—Crucemos hasta la avanzada de esos paganos—le dijo Jonatán a su escudero—. Tal vez el Señor nos ayude, porque nada puede detener al Señor. ¡Él puede ganar la batalla ya sea que tenga muchos guerreros o solo unos cuantos!

—Haz lo que mejor te parezca—respondió el escudero—. Estoy contigo, decidas lo que decidas.

—Muy bien—le dijo Jonatán—. Cruzaremos y dejaremos que nos vean. Si nos dicen: “Quédense donde están o los mataremos”, entonces nos detendremos y no subiremos hacia ellos. 10 Pero si nos dicen: “Suban y peleen”, entonces subiremos. Esa será la señal del Señor de que nos ayudará a derrotarlos.

11 Cuando los filisteos vieron que se acercaban, gritaron: «¡Miren, los hebreos salen de sus escondites!». 12 Entonces los hombres de la avanzada le gritaron a Jonatán: «¡Suban aquí y les daremos una lección!».

«Vamos, sube detrás de mí—le dijo Jonatán a su escudero—, ¡porque el Señor nos ayudará a derrotarlos!».

13 Así que escalaron usando pies y manos. Entonces los filisteos caían ante Jonatán, y su escudero mataba a los que venían por detrás. 14 Mataron a unos veinte hombres en total, y sus cuerpos quedaron dispersos en un espacio de cuarta hectárea.[b]

15 De repente, el ejército de los filisteos se llenó de pánico, tanto los que estaban en el campamento como los que estaban en el campo, hasta las avanzadas y los destacamentos de asalto. Y en ese preciso momento hubo un terremoto, y todos quedaron aterrorizados.

Israel derrota a los filisteos

16 Entonces los centinelas de Saúl en Guibeá de Benjamín vieron algo muy extraño: el inmenso ejército filisteo comenzó a dispersarse en todas direcciones.[c] 17 «Pasen lista y averigüen quién falta», ordenó Saúl. Y cuando hicieron el recuento, descubrieron que Jonatán y su escudero no estaban.

18 Entonces Saúl le gritó a Ahías: «¡Trae el efod aquí!». Pues en ese tiempo Ahías llevaba puesto el efod delante de los israelitas.[d] 19 Pero mientras Saúl hablaba con el sacerdote, la confusión en el campamento de los filisteos era cada vez más fuerte. Entonces Saúl le dijo al sacerdote: «No importa, ¡vamos ya!»[e].

20 Enseguida Saúl y sus hombres corrieron a la batalla y encontraron que los filisteos estaban matándose unos a otros. Había una terrible confusión en todas partes. 21 Aun los hebreos, que anteriormente se habían unido al ejército filisteo, se rebelaron y se unieron a Saúl, a Jonatán y al resto de los israelitas. 22 De igual manera, los hombres de Israel que estaban escondidos en la zona montañosa de Efraín, cuando vieron que los filisteos huían, se unieron a la persecución. 23 Así que en ese día el Señor salvó a Israel, y la recia batalla se extendió aún más allá de Bet-avén.

Juramento necio de Saúl

24 Ahora bien, ese día los hombres de Israel quedaron agotados porque Saúl los había puesto bajo juramento diciendo: «Que caiga una maldición sobre cualquiera que coma antes del anochecer, antes de que me vengue por completo de mis enemigos». De manera que nadie comió nada en todo el día, 25 aun cuando en el suelo del bosque todos habían encontrado panales de miel. 26 Así que no se atrevieron a tocar la miel por miedo al juramento que habían hecho.

27 Pero Jonatán no había escuchado la orden de su padre, y metió la punta de su vara en un panal y comió la miel. Después de haberla comido, cobró nuevas fuerzas.[f] 28 Pero uno de los hombres lo vio y le dijo:

—Tu padre obligó al ejército que hiciera un juramento estricto que cualquiera que comiera algún alimento hoy sería maldito. Por eso todos están cansados y desfallecidos.

29 —¡Mi padre nos ha creado dificultades a todos!—exclamó Jonatán—. Una orden como esa solo puede causarnos daño. ¡Miren cómo he cobrado nuevas fuerzas después de haber comido un poco de miel! 30 Si a los hombres se les hubiera permitido comer libremente del alimento que encontraran entre nuestros enemigos, ¡imagínese a cuántos filisteos más habríamos podido matar!

31 Así que los israelitas persiguieron y mataron a los filisteos todo el día desde Micmas hasta Ajalón, pero los soldados iban debilitándose. 32 Esa noche se apresuraron a echar mano del botín y mataron ovejas, cabras, ganado y becerros, pero los comieron sin escurrirles la sangre. 33 Entonces alguien le informó a Saúl:

—Mira, los hombres están pecando contra el Señor al comer carne que todavía tiene sangre.

—¡Eso está muy mal!—dijo Saúl—. Busquen una piedra grande y háganla rodar hasta aquí. 34 Luego vayan entre las tropas y díganles: “Tráiganme el ganado, las ovejas y las cabras. Mátenlos aquí y escúrranles la sangre antes de comérselos. No pequen contra el Señor al comer carne que aún tiene sangre”.

Así que esa noche las tropas llevaron sus animales y los mataron allí. 35 Luego Saúl construyó un altar al Señor; fue el primer altar que él le construyó al Señor.

36 Después Saúl dijo:

—Persigamos a los filisteos toda la noche y saqueemos sus bienes hasta el amanecer. Destruyamos hasta el último hombre.

Sus hombres respondieron:

—Haremos lo que mejor te parezca.

Pero el sacerdote dijo:

—Primero consultemos a Dios.

37 Entonces Saúl le preguntó a Dios:

—¿Debemos perseguir a los filisteos? ¿Nos ayudarás a derrotarlos?

Pero Dios no respondió ese día.

38 Entonces Saúl les dijo a los líderes:

—¡Algo anda mal! Que vengan aquí todos los comandantes de mi ejército. Debemos descubrir qué pecado se ha cometido hoy. 39 Juro por el nombre del Señor, quien rescató a Israel, que el pecador morirá, ¡aun si fuera mi propio hijo Jonatán!

Pero nadie se atrevía a decirle cuál era el problema.

40 Entonces Saúl dijo:

—Jonatán y yo nos pondremos aquí, y todos ustedes se pondrán allá.

Y el pueblo respondió a Saúl:

—Lo que mejor te parezca.

41 Entonces Saúl oró:

—Oh Señor, Dios de Israel, por favor, muéstranos quién es culpable y quién es inocente.[g]

Entonces hicieron un sorteo sagrado, y Jonatán y Saúl fueron señalados como los culpables, y los demás declarados inocentes.

42 Después dijo Saúl:

—Ahora hagan otro sorteo para señalar si es Jonatán o soy yo.

Entonces, Jonatán fue indicado como el culpable.

43 —Dime lo que has hecho—le preguntó Saúl a Jonatán.

—Probé un poco de miel—admitió Jonatán—. Fue solo un poco en la punta de mi vara. ¿Merece eso la muerte?

44 —Sí, Jonatán—dijo Saúl—, ¡debes morir! Que Dios me castigue e incluso me mate si no mueres por esto.

45 Pero la gente intervino y le dijo a Saúl:

—Jonatán ganó esta gran victoria para Israel. ¿Debe morir? ¡De ningún modo! Tan cierto como que el Señor vive, que ni un solo cabello de su cabeza será tocado, porque hoy Dios lo ayudó a hacer esta gran proeza.

De modo que la gente salvó a Jonatán de la muerte.

46 Entonces Saúl llamó a su ejército y no persiguieron más a los filisteos, y los filisteos volvieron a sus casas.

Victorias militares de Saúl

47 Cuando Saúl aseguró su posición de rey sobre Israel, peleó contra sus enemigos en todas las direcciones: contra Moab, Amón, Edom, los reyes de Soba y los filisteos. Y dondequiera que iba, obtenía la victoria.[h] 48 Realizó grandes proezas y conquistó a los amalecitas y así salvó a Israel de todos aquellos que lo habían saqueado.

49 Los hijos de Saúl eran Jonatán, Is-boset[i] y Malquisúa. También tuvo dos hijas, Merab, la mayor, y Mical. 50 La esposa de Saúl era Ahinoam, la hija de Ahimaas. El comandante del ejército de Saúl era Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Cis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.

52 Los israelitas pelearon constantemente con los filisteos durante toda la vida de Saúl. Así que cada vez que Saúl veía a un joven fuerte y valiente, lo reclutaba en su ejército.

Romanos 12

Sacrificio vivo para Dios

12 Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo.[a] No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.

Basado en el privilegio y la autoridad[b] que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado.[c] Así como nuestro cuerpo tiene muchas partes y cada parte tiene una función específica, el cuerpo de Cristo también. Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros.

Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto.

No finjan amar a los demás; ámenlos de verdad. Aborrezcan lo malo. Aférrense a lo bueno. 10 Ámense unos a otros con un afecto genuino[d] y deléitense al honrarse mutuamente. 11 No sean nunca perezosos, más bien trabajen con esmero y sirvan al Señor con entusiasmo.[e] 12 Alégrense por la esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando. 13 Estén listos para ayudar a los hijos de Dios cuando pasen necesidad. Estén siempre dispuestos a brindar hospitalidad.

14 Bendigan a quienes los persiguen. No los maldigan, sino pídanle a Dios en oración que los bendiga. 15 Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. 16 Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!

17 Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.

19 Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras:

«Yo tomaré venganza;
    yo les pagaré lo que se merecen»[f],
    dice el Señor.

20 En cambio,

«Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer.
    Si tienen sed, dales de beber.
Al hacer eso, amontonarás
    carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza»[g].

21 No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien.

Jeremías 51

51 Esto dice el Señor:
«Incitaré a un destructor contra Babilonia
    y contra la gente de Babilonia.[a]
Vendrán extranjeros y la aventarán;
    la soplarán como si fuera paja.
Vendrán de todos lados
    para levantarse contra ella en su día de tribulación.
No dejen que los arqueros se pongan sus armaduras
    ni que tensen sus arcos.
¡No perdonen la vida ni siquiera a sus mejores soldados!
    Que su ejército sea completamente destruido.[b]
Caerán muertos en la tierra de los babilonios,[c]
    acuchillados en sus calles.
Pues el Señor de los Ejércitos Celestiales
    no ha abandonado a Israel ni a Judá.
Todavía es su Dios,
    aunque su tierra se llenó de pecado
    contra el Santo de Israel».

¡Huyan de Babilonia! ¡Sálvense a sí mismos!
    ¡No queden atrapados en su castigo!
Es el tiempo de la venganza del Señor;
    él le dará su merecido.
Babilonia ha sido como copa de oro en las manos del Señor,
    copa que hizo emborrachar a todo el mundo.
Las naciones bebieron del vino de Babilonia
    y se enloquecieron.
Pero repentinamente, cayó también Babilonia.
    Lloren por ella.
Denle medicina;
    quizá todavía pueda sanarse.
La habríamos ayudado si hubiéramos podido,
    pero ya nada se puede hacer por ella.
Déjenla ir; abandónenla.
    Regresen ahora a su propio país.
Pues su castigo llega hasta los cielos;
    es tan grande que no se puede medir.
10 El Señor nos ha hecho justicia.
    Vengan, anunciemos en Jerusalén[d]
    todo lo que hizo el Señor nuestro Dios.

11 ¡Afilen las flechas!
    ¡Alcen los escudos![e]
Pues el Señor ha incitado a los reyes de Media
    a que marchen contra Babilonia y la destruyan.
Esta es su venganza contra los que
    profanaron su templo.
12 ¡Levanten la bandera de guerra contra Babilonia!
    Refuercen la guardia y pongan centinelas.
Preparen la emboscada
    porque el Señor llevará a cabo todos sus planes contra Babilonia.
13 Tú eres una ciudad junto a un gran río,
    un gran centro comercial,
pero tu fin ha llegado.
    Se cortó el hilo de tu vida.
14 El Señor de los Ejércitos Celestiales hizo este voto
    y lo juró por su propio nombre:
«Tus ciudades se llenarán de enemigos,
    como campos plagados de langostas,
    y cantarán victoria sobre ti».

Himno de alabanza al Señor

15 El Señor hizo la tierra con su poder
    y la preserva con su sabiduría.
Con su propia inteligencia
    desplegó los cielos.
16 Cuando habla en los truenos,
    los cielos rugen con lluvia.
Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra.
    Envía el relámpago junto con la lluvia
    y suelta el viento de sus depósitos.

17 ¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento!
    Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen,
porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude.
    Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder.
18 Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas!
    En el día del juicio todos serán destruidos.
19 ¡Pero el Dios de Israel[f] no es ningún ídolo!
    Él es el Creador de todo lo que existe,
incluido su pueblo, su posesión más preciada.
    ¡El Señor de los Ejércitos Celestiales es su nombre!

Gran castigo de Babilonia

20 «Tú[g] eres mi hacha de guerra y mi espada
    —dice el Señor—.
Contigo destrozaré naciones
    y destruiré muchos reinos.
21 Contigo destrozaré ejércitos,
    destruiré al caballo y al jinete,
    al carro de guerra y al conductor.
22 Contigo destrozaré a hombres y a mujeres,
    a ancianos y a niños,
    a muchachos y a jovencitas.
23 Contigo destrozaré a pastores y rebaños,
    a campesinos y bueyes,
    a capitanes y a oficiales.

24 »Le daré a Babilonia y a sus habitantes[h]
    el pago que se merecen
por todo el mal que le hizo
    a mi pueblo en Jerusalén», dice el Señor.

25 «¡Mira, oh poderosa montaña, destructora de la tierra!
    Yo soy tu enemigo—dice el Señor—.
Levantaré mi puño contra ti,
    para derribarte desde las cumbres.
Cuando termine contigo,
    no serás más que un montón de escombros quemados.
26 Para siempre quedarás desolada;
    aun tus piedras no volverán a usarse para construir.
Te aniquilarán por completo»,
    dice el Señor.

27 Levanten una bandera de señales a las naciones.
    ¡Hagan sonar el grito de guerra!
Movilicen a todas contra Babilonia.
    ¡Prepárenlas para luchar contra ella!
Convoquen a los ejércitos de Ararat, Mini y Askenaz.
    ¡Nombren a un comandante
    y traigan una multitud de caballos como una nube de langostas!
28 Levanten contra ella a los ejércitos de las naciones
    dirigidos por los reyes de Media
    y por todos sus capitanes y oficiales.

29 La tierra tiembla y se retuerce de dolor,
    porque todos los planes del Señor contra Babilonia no han cambiado.
Babilonia quedará desolada, sin un solo habitante.
30     Sus guerreros más poderosos ya no luchan más.
Permanecen en sus cuarteles, sin valentía;
    se volvieron como mujeres.
Los invasores quemaron las casas
    y derribaron las puertas de la ciudad.
31 Las noticias se transmiten de un mensajero al otro,
    al paso que los mensajeros se apuran a avisarle al rey
    que la ciudad ha sido tomada.
32 Se han cortado todas las rutas de fuga.
    Los pantanos están en llamas
    y el ejército se llenó de pánico.

33 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    Dios de Israel:
«Babilonia es como el trigo en el campo de trillar
    a punto de ser pisoteado.
Dentro de poco,
    comenzará la cosecha».

34 «Nabucodonosor,[i] rey de Babilonia, nos devoró, nos aplastó
    y nos dejó sin fuerzas.
Nos tragó como un gran monstruo
    y llenó su barriga con nuestras riquezas.
    Nos echó de nuestro propio país.
35 Hagan que Babilonia sufra como nos hizo sufrir a nosotros
    —dice la gente de Sion—.
Hagan que el pueblo de Babilonia[j] pague por derramar nuestra sangre»,
    dice Jerusalén.

Venganza del Señor sobre Babilonia

36 Esto dice el Señor a Jerusalén:

«Yo seré tu abogado para defender tu causa
    y te vengaré.
Secaré su río,
    tal como sus fuentes de agua,
37 y Babilonia se convertirá en un montón de ruinas,
    frecuentada por chacales.
Será objeto de horror y menosprecio,
    un lugar donde no vive nadie.
38 Sus habitantes rugirán juntos como leones fuertes;
    gruñirán como cachorros de león.
39 Y mientras estén sonrojados por el vino,
    les prepararé otra clase de banquete.
Los haré beber hasta que se duerman
    y nunca se despertarán
    —dice el Señor—.
40 Los llevaré
    como a corderos al matadero,
    como a carneros y chivos para el sacrificio.

41 »¡Cómo ha caído Babilonia,[k]
    la gran Babilonia, aclamada en toda la tierra!
Ahora se ha convertido en objeto de horror
    entre las naciones.
42 El mar ha subido sobre Babilonia;
    está cubierta por las violentas olas.
43 Sus ciudades ahora quedan en ruinas;
    es una árida tierra baldía
    donde no vive nadie, ni nadie pasa por allí.
44 Entonces yo castigaré a Bel, el dios de Babilonia,
    y haré que vomite todo lo que se comió.
Nunca más las naciones vendrán a rendirle culto.
    ¡La muralla de Babilonia ha caído!

Mensaje a los desterrados

45 »Sal, pueblo mío, huye de Babilonia.
    ¡Sálvense! Huyan del terrible enojo del Señor.
46 Pero no tengan pánico ni temor
    cuando oigan los primeros rumores de que se acercan los soldados.
    Pues los rumores seguirán llegando año tras año.
Estallará la violencia en la tierra
    en tanto los líderes se peleen unos contra otros.
47 Pues ciertamente se acerca la hora
    cuando castigaré a esta gran ciudad y a todos sus ídolos.
Toda su tierra será avergonzada,
    y sus muertos caerán en las calles.
48 Entonces los cielos y la tierra se alegrarán,
    porque del norte los ejércitos destructores
    vendrán contra Babilonia—dice el Señor—.
49 Así como Babilonia mató a la gente de Israel
    y a la gente de otros pueblos por todo el mundo,
    así mismo debe morir su gente.
50 ¡Váyanse, todos ustedes que escaparon de la espada!
    ¡No se detengan para mirar, huyan mientras puedan!
Recuerden al Señor, aunque estén en una tierra lejana,
    y piensen en su hogar en Jerusalén».

51 «Estamos avergonzados—dicen los del pueblo—.
    Estamos ofendidos y en desgracia
porque extranjeros profanaron
    el templo del Señor».

52 «Sí—dice el Señor—, pero se acerca la hora
    en que destruiré los ídolos de Babilonia.
Los quejidos de la gente herida
    se oirán por toda la tierra.
53 Aunque Babilonia llegue tan alto como los cielos
    y haga sus fortificaciones increíblemente resistentes,
aun así yo enviaré enemigos para que la saqueen.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

Destrucción completa de Babilonia

54 »¡Escuchen! Oigan el llanto de Babilonia,
    el sonido de la gran destrucción que surge de la tierra de los babilonios.
55 Pues el Señor destruye a Babilonia;
    silenciará su vozarrón.
Oleadas de enemigos golpean contra ella;
    resuenan en la ciudad los ruidos de batalla.
56 Vienen contra Babilonia ejércitos destructores.
    Apresan a sus hombres valientes
    y sus armas se quiebran en sus manos.
Pues el Señor es Dios que da justo castigo;
    él siempre le da a cada cual su merecido.
57 Haré que sus autoridades y hombres sabios se emborrachen,
    junto con sus capitanes, oficiales y guerreros.
¡Caerán dormidos
    y nunca más se despertarán!»,
dice el Rey, cuyo nombre es
    el Señor de los Ejércitos Celestiales.

58 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Las gruesas murallas de Babilonia serán arrasadas
    y sus inmensas puertas serán quemadas.
¡Los constructores de muchos países han trabajado en vano
    porque su obra será destruida por fuego!».

Mensaje de Jeremías enviado a Babilonia

59 El profeta Jeremías le dio el siguiente mensaje a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Maaseías, un oficial del Estado Mayor, cuando Seraías fue a Babilonia junto con el rey Sedequías de Judá. Esto sucedió durante el cuarto año del reinado de Sedequías.[l] 60 Jeremías registró en un rollo todos los terribles desastres que pronto vendrían sobre Babilonia: todas las palabras escritas aquí. 61 Le dijo a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, lee en voz alta todo lo que está en este rollo. 62 Luego di: “Señor, tú has dicho que destruirás a Babilonia de manera que no quedarán personas ni animales. Ella permanecerá vacía y abandonada para siempre”. 63 Cuando hayas terminado de leer el rollo, átalo a una piedra y arrójalo al río Éufrates. 64 Luego di: “De la misma manera Babilonia y su pueblo se hundirán para no levantarse jamás a causa de los desastres que traeré sobre ella”».

Aquí terminan los mensajes de Jeremías.