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Lea la Biblia en un año : 156º día

Lea la Biblia en un año : 156º día

Deuteronomio 9

Victoria por la gracia de Dios

»¡Escucha, Israel! Hoy estás a punto de cruzar el río Jordán para tomar posesión de la tierra que pertenece a naciones más grandes y más poderosas que tú. ¡Viven en ciudades con murallas que llegan hasta el cielo! Los habitantes son altos y fuertes, son descendientes de los famosos gigantes anaceos. Has escuchado que se dice: “¿Quién puede hacer frente a los anaceos?”. Pero reconoce hoy que el Señor tu Dios es el que cruzará delante de ti como un fuego devorador para destruirlos. Él los subyugará para que los conquistes rápidamente y los expulses enseguida, tal como el Señor te prometió.

»Después de que el Señor tu Dios haya hecho eso por ti, no digas en tu corazón: “¡El Señor nos ha dado esta tierra porque somos muy buena gente!”. No, no es así. Es por la perversión de las otras naciones que él las quita de tu camino. No es porque seas tan bueno o porque tengas tanta integridad que estás a punto de poseer la tierra de ellas. El Señor tu Dios expulsará a esas naciones de tu paso a causa de la perversidad de ellas y para cumplir el juramento que les hizo a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Debes reconocer que el Señor tu Dios no te da esa buena tierra porque tú seas bueno. No, porque no lo eres; eres un pueblo terco.

El becerro de oro

»Recuerda y no olvides jamás cómo hiciste enojar al Señor tu Dios en el desierto. Desde el día que saliste de Egipto hasta ahora, vienes rebelándote constantemente contra él. Hasta en el monte Sinaí[a] le provocaste tanto enojo que estaba dispuesto a destruirte. Eso sucedió cuando yo estaba en el monte recibiendo las tablas de piedra grabadas con las palabras del pacto que el Señor había hecho contigo. Estuve allí cuarenta días y cuarenta noches, y durante todo ese tiempo no probé alimento ni bebí agua. 10 El Señor me dio las dos tablas en las que Dios había escrito con su propio dedo todas las palabras que te había hablado desde en medio del fuego cuando estabas reunido al pie del monte.

11 »Pasados los cuarenta días y las cuarenta noches, el Señor me entregó las dos tablas de piedra grabadas con las palabras del pacto. 12 Luego el Señor me dijo: “¡Levántate! Baja enseguida, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. ¡Qué pronto se apartaron de la forma en que les ordené que vivieran! ¡Fundieron oro y se hicieron un ídolo!”.

13 »El Señor también me dijo: “He visto lo terco y lo rebelde que es este pueblo. 14 Quítate del medio, para que lo destruya y borre su nombre de la faz de la tierra. Luego haré una nación poderosa con tus descendientes, una nación más fuerte y numerosa que esta gente”.

15 »Así que, mientras el monte seguía ardiendo en llamas, di la vuelta y comencé a bajar; en las manos llevaba las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto. 16 Abajo, ante mis ojos, pude ver que ustedes habían pecado contra el Señor su Dios. Habían fundido oro y se habían hecho un becerro. ¡Qué pronto se apartaron del camino que el Señor les había ordenado seguir! 17 Entonces tomé las tablas de piedra y las tiré al suelo, y se partieron en pedazos a la vista de todos.

18 »Luego me postré hasta el suelo delante del Señor y estuve allí otros cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, debido al pecado tan grande que ustedes habían cometido al hacer lo que el Señor odiaba, con lo cual provocaron su enojo. 19 Tuve miedo de que ese enojo tan intenso del Señor, que lo volvió en contra de ustedes, lo llevara a destruirlos; pero una vez más, él me escuchó. 20 El Señor estaba tan enojado con Aarón que también quería destruirlo a él; pero oré por Aarón, y el Señor le perdonó la vida. 21 Así que tomé el pecado de ustedes—o sea, el becerro que habían hecho—, lo derretí en el fuego y luego lo molí hasta que quedó hecho polvo, y después lo arrojé en el arroyo que baja del monte.

22 »Ustedes también hicieron enojar al Señor en Taberá,[b] en Masá[c] y en Kibrot-hataava.[d] 23 Además, en Cades-barnea, el Señor les ordenó que salieran, diciendo: “Suban y tomen la tierra que les he dado”. Pero ustedes se rebelaron contra la orden del Señor su Dios y se negaron a confiar en él y a obedecerlo. 24 Así es, vienen rebelándose contra el Señor desde que los conozco.

25 »Por esa razón, me postré hasta el suelo delante del Señor y estuve allí durante cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor dijo que iba a destruirlos. 26 Oré al Señor y dije: “Oh Señor Soberano, no los destruyas; son tu propio pueblo. Son tu posesión más preciada, los que redimiste de Egipto con tu gran poder y tu mano fuerte. 27 Te ruego que no les tomes en cuenta su terquedad ni su terrible pecado, y que recuerdes, en cambio, a tus siervos Abraham, Isaac y Jacob. 28 Si tú destruyes a este pueblo, los egipcios van a decir: ‘Los israelitas murieron porque el Señor no pudo llevarlos a la tierra que había prometido darles’. O también podrían decir: ‘Los destruyó porque los odiaba; los llevó al desierto a propósito para aniquilarlos’. 29 Pero los israelitas son tu pueblo y tu posesión más preciada, los que sacaste de Egipto con tu gran fuerza y tu brazo poderoso”.

Salmos 92 y 93

Salmo. Cántico para entonar el día de descanso.

92 Es bueno dar gracias al Señor,
    cantar alabanzas al Altísimo.
Es bueno proclamar por la mañana tu amor inagotable
    y por la noche tu fidelidad,
al son de un instrumento de diez cuerdas, un arpa
    y la melodía de la lira.

Todo lo que has hecho por mí, Señor, ¡me emociona!
    Canto de alegría por todo lo que has hecho.
¡Oh Señor, qué grandes son tus obras!
    Y qué profundos son tus pensamientos.
Solo un simplón no sabría
    y solamente un necio no entendería que
aunque los malvados broten como maleza
    y los malhechores florezcan,
    serán destruidos para siempre.

Tú, oh Señor, para siempre serás exaltado.
Tus enemigos, Señor, sin duda perecerán;
    todos los malhechores quedarán esparcidos.
10 Pero tú me has hecho fuerte como un buey salvaje;
    me has ungido con el mejor aceite.
11 Mis ojos vieron la caída de mis enemigos;
    mis oídos escucharon la derrota de mis perversos oponentes.
12 Pero los justos florecerán como palmeras
    y se harán fuertes como los cedros del Líbano;
13 trasplantados a la casa del Señor,
    florecen en los atrios de nuestro Dios.
14 Incluso en la vejez aún producirán fruto;
    seguirán verdes y llenos de vitalidad.
15 Declararán: «¡El Señor es justo!
    ¡Es mi roca!
    ¡No existe maldad en él!».
93 ¡El Señor es rey! Se viste de majestad.
    Ciertamente el Señor se viste de majestad y está armado con fuerza.
El mundo permanece firme
    y no puede ser sacudido.

Tu trono, oh Señor, permanece desde tiempos inmemoriales;
    tú mismo existes desde el pasado eterno.
Las aguas crecieron, oh Señor.
    Los diluvios han rugido como truenos;
    las inundaciones elevaron sus impetuosas olas.
Pero más poderoso que el estruendo de los mares enfurecidos,
    más potente que las rompientes olas en la orilla,
    el Señor, quien está en lo alto, es más poderoso que estos.
Tus leyes soberanas no pueden ser modificadas;
    tu reino, oh Señor, es santo por siempre y para siempre.

Isaías 37

37 Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al templo del SeñorEnseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad, insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor[a] asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”».

Una vez que los funcionarios del rey Ezequías le dieron a Isaías el mensaje del rey, el profeta respondió: «Díganle a su amo: “Esto dice el Señor: ‘No te alteres por ese discurso blasfemo que han pronunciado contra mí los mensajeros del rey de Asiria. ¡Escucha! Yo mismo actuaré en su contra,[b] y el rey recibirá un mensaje de que lo necesitan en su país. Así que volverá a su tierra, donde haré que lo maten a filo de espada’”».

Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor asirio partió de Jerusalén para consultar al rey de Asiria, quien había salido de Laquis y estaba atacando a Libna.

Poco después, el rey Senaquerib recibió la noticia de que el rey Tirhaca de Etiopía[c] iba al frente de un ejército para luchar contra él. Antes de salir al encuentro de sus agresores, envió mensajeros de regreso a Ezequías, en Jerusalén, con el siguiente mensaje:

10 «Este mensaje está dirigido al rey Ezequías de Judá. No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. 11 Tú sabes perfectamente bien lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido. ¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? 12 ¿Acaso los dioses de otras naciones las han rescatado, naciones como Gozán, Harán, Resef y el pueblo de Edén que vivía en Telasar? ¡Mis antecesores los destruyeron a todos! 13 ¿Qué sucedió con el rey de Hamat y el rey de Arfad? ¿Qué les pasó a los reyes de Sefarvaim, de Hena y de Iva?».

14 Después de recibir la carta de mano de los mensajeros y de leerla, Ezequías subió al templo del Señor y desplegó la carta ante el Señor15 En presencia del Señor, el rey hizo la siguiente oración: 16 «¡Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Solo tú creaste los cielos y la tierra. 17 ¡Inclínate, oh Señor, y escucha! ¡Abre tus ojos, oh Señor, y mira! Escucha las palabras desafiantes de Senaquerib contra el Dios viviente.

18 »Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido a todas esas naciones. 19 Han arrojado al fuego los dioses de esas naciones y los han quemado. ¡Por supuesto que los asirios pudieron destruirlos, pues no eran dioses en absoluto! Eran solo ídolos de madera y de piedra, formados por manos humanas. 20 Ahora, oh Señor nuestro Dios, rescátanos de su poder; así todos los reinos de la tierra sabrán que solo tú, oh Señor, eres Dios[d]».

Isaías predice la liberación de Judá

21 Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Ya que oraste respecto al rey Senaquerib de Asiria, 22 el Señor ha pronunciado estas palabras en su contra:

»”La hija virgen de Sion
    te desprecia y se ríe de ti.
La hija de Jerusalén
    menea la cabeza con desdén mientras tú huyes.

23 »”¿A quién has estado desafiando y ridiculizando?
    ¿Contra quién levantaste la voz?
¿A quién miraste con ojos tan arrogantes?
    ¡Fue al Santo de Israel!
24 Por medio de tus mensajeros, has desafiado al Señor.
    Dijiste: ‘Con mis numerosos carros de guerra
conquisté las montañas más altas,
    sí, las cimas más remotas del Líbano.
Corté sus cedros más altos
    y sus mejores cipreses.
Alcancé sus rincones más lejanos
    y exploré sus bosques más espesos.
25 Cavé pozos en muchas tierras extranjeras[e]
    y me refresqué con sus aguas.
¡Con la planta de mi pie
    detuve todos los ríos de Egipto!’.

26 »”Pero ¿acaso no has oído?
    Yo lo decidí hace mucho tiempo.
Hace mucho que lo planifiqué,
    y ahora lo llevo a cabo.
Yo determiné que tú aplastaras ciudades fortificadas
    y las redujeras a un montón de escombros.
27 Por eso sus habitantes tienen tan poco poder
    y están tan asustados y confundidos.
Son tan débiles como la hierba,
    tan fáciles de pisotear como tiernos brotes verdes.
Son como hierba que sale en el techo de una casa,
    que se quema[f] antes de poder crecer alta y lozana.

28 »”Pero a ti te conozco bien:
    sé dónde te encuentras,
y cuándo entras y sales.
    Conozco la forma en que desataste tu furia contra mí.
29 Por esa furia en mi contra
    y por tu arrogancia, que yo mismo oí,
te pondré mi gancho en la nariz
    y mi freno en la boca.
Te haré regresar
    por el mismo camino por donde viniste”».

30 Luego Isaías le dijo a Ezequías: «Esta es la prueba de que es cierto lo que digo:

»Este año ustedes solo comerán lo que crezca por sí mismo,
    y el año próximo comerán lo que de eso brote.
Sin embargo, el tercer año, plantarán cultivos y los cosecharán;
    cuidarán de sus viñedos y comerán de su fruto.
31 Y ustedes, los que quedan en Judá,
    los que han escapado de los estragos del ataque,
echarán raíces en su propio suelo,
    crecerán y prosperarán.
32 Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi pueblo,
    un grupo de sobrevivientes, desde el monte Sion.
¡El ferviente compromiso del Señor de los Ejércitos Celestiales
    hará que esto suceda!

33 »Y esto dice el Señor acerca del rey de Asiria:

»“Sus ejércitos no entrarán en Jerusalén;
    ni siquiera lanzarán una sola flecha contra ella.
No marcharán fuera de sus puertas con sus escudos
    ni levantarán terraplenes contra sus murallas.
34 El rey regresará a su propia tierra
    por el mismo camino por donde vino.
No entrará en esta ciudad
    —dice el Señor—.
35 Por mi propia honra y por amor a mi siervo David,
    defenderé esta ciudad y la protegeré”».

36 Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a 185.000 soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron[g] se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes. 37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó campamento y regresó a su propia tierra. Volvió a Nínive, la capital del reino, y allí se quedó.

38 Cierto día, mientras rendía culto en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada. Luego escaparon a la tierra de Ararat, y otro de sus hijos, Esar-hadón, lo sucedió en el trono de Asiria.