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Algo muy especial en aquella mujer que le hacía marcar la diferencia entre todas las demás sunamitas de su época: era una mujer agraciada.
EL SUEÑO DE LA SUNAMITA
En los tiempos del profeta Eliseo, había una mujer sunamita que estaba casada con un hombre muy rico que temía a Dios y, ambos le servían con sus vidas y sus ofrendas. Sin embargo, había algo muy especial en aquella mujer que le hacía marcar la diferencia entre todas las demás sunamitas de su época: era una mujer agraciada. Pero lo que más llamó la atención de Dios era su amabilidad hacia todos y no solamente para con los que ella amaba.
Viendo que el profeta Eliseo, un hombre de Dios, siempre pasaba por su ciudad, acostumbraba a ofrecer siempre algo para comer. Pero un día, pensó que podía hacer algo más por él, más allá de lo que solía hacer: Ella y su marido decidieron construir un cuarto para que Eliseo pudiese descansar siempre que pasase por la ciudad.
El profeta se quedó sorprendido con la amable actitud de la sunamita ya que no estaba recibiendo nada a cambio. Aun siendo así, él se sintió obligado a bendecirla de alguna manera. Entonces, le preguntó a la mujer qué le gustaría recibir de Dios; sin embargo, aquella mujer no estaba haciendo todo aquello para ser bendecida o para recibir alguna cosa a cambio; su actitud era el fruto de un deseo sincero de ser amable. Sabía que lo que hiciera para el hombre de Dios, lo estaría haciendo para el propio Dios; por eso, no vaciló en gastar su dinero, su tiempo y esfuerzo para servirlo. Sin embargo, el profeta no quedó satisfecho con su respuesta y decidió preguntar a sus siervos. Fue entonces que descubrió que ella no tenía hijos. Ciertamente, tener hijos era el mayor sueño de aquella mujer, pero su marido era ya mayor y ella había perdido la esperanza. Eliseo no lo pensó dos veces y decidió bendecirla con aquello que ni siquiera había pedido nunca a Dios, pero con lo que había soñado durante toda su vida: un hijo.
Lee 2 Reyes 4:8-17.
Vemos aquí el ejemplo de una mujer que conquistó algo por lo que jamás había luchado, simplemente porque tenía un espíritu diferente. Se distinguió de entre las mujeres de su época de tal forma que, Dios quiso mencionar su actitud en la Biblia. Todos los días nosotras, como mujeres, tenemos la oportunidad de destacar y marcar la diferencia, pero ¿por qué sólo unas pocas realmente la hacen?
Las oportunidades aparecen cada vez que una idea viene a nuestra mente. El problema es lo que hacemos con esas ideas – unas no llegan a ponerse en práctica, otras son olvidadas o consideradas como absurdas. ¡Si tan solamente colocaremos nuestras ideas en práctica una a una y las consideraremos como oportunidades para marcar la diferencia y destacar…! El hombre de Dios siempre pasaba por la ciudad de aquella mujer sunamita y un día, ella decidió aprovechar la oportunidad de su vida – aunque no fuese consciente de ello.
Una de las características más bellas de la mujer es su capacidad para ser amable. Todas nacen con esta habilidad, pero no todas están dispuestas a usarla – desgraciadamente. Muchas mujeres piensan que siendo indiferentes a las necesidades de las otras personas se evitan problemas a sí mismas. Otras no se interesan porque están más preocupadas con lo que las personas van a pensar o simplemente, porque están muy ocupadas con sus propias vidas. No es una tontería que la mujer agraciada alcance honra.
(Proverbios 11:16).